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Esta semana se cerró una de las campañas políticas más costosas y sangrientas en la historia de México. La retórica agresiva y burlona de los candidatos presidenciales y la efervescencia en los debates son ingredientes que posiblemente se ven por primera vez en el país. Los oficialistas, liderados por el candidato José Antonio Meade, del Partido Revolucionario Institucional (PRI), han sido amenazados desde el comienzo por las encuestas, que ponen como vencedor a Andrés Manuel López Obrador, del Movimiento Regeneración Nacional (Morena). Está demostrado, sin embargo, que hoy en día confiar en los números es un arma de doble filo.
El sucesor del actual mandatario, Enrique Peña Nieto, se conocerá este domingo, 1°de julio, y no habrá tiempo para arrepentimientos. México es uno de los cinco países de Latinoamérica que no tienen segunda vuelta y lo que suceda ese día definirá los siguientes seis años de mandato. Por otro lado, los mexicanos tienen mucho más en qué pensar aparte de su nuevo jefe de Estado. Las elecciones serán gigantes, pues cerca de 3.000 cargos de elección popular estarán en juego, entre ellos los diputados de la Cámara, los miembros del Senado, ayuntamientos, consejos municipales y nueve gobernaciones.
Las campañas empezaron con cinco candidatos en la contienda. A Obrador y Meade los acompañaban el conservador Ricardo Anaya, del Partido Acción Nacional (PAN), y dos independientes, Margarita Zavala, quien retiró su candidatura, y Jaime Rodríguez Calderón. Dividida en tres fases, entre el 14 de diciembre de 2017 y el 27 de junio de 2018, la campaña ha estado marcada por el alto costo del proceso electoral, de más de US$1.200 millones y la emisión de más de 55 millones de anuncios en radio y televisión.
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Desde el 1° de abril de este año hasta el pasado miércoles, los candidatos estuvieron trabajando para convencer a los más de 89 millones de mexicanos inscritos para votar. Hasta el domingo se vivirán los días de reflexión, días en los que no habrá más actos de campaña. “A partir del primer minuto de este 28 de junio iniciamos el período de reflexión del voto libre, que durará tres días hasta el 1º de julio”, anunciaba hace unos días el Instituto Nacional Electoral (INE) en Twitter. Por eso los candidatos aprovecharon esta semana para cerrar con broche de oro sus campañas.
López Obrador lo hizo en un colosal evento en el estadio Azteca. Se despidió de las 80.000 personas que asistieron, reafirmando su compromiso contra la corrupción: “No se puede combatir la corrupción si no se tiene autoridad moral y política. Por eso hemos podido y nos cree la gente, porque hemos hecho de nuestra vida pública una línea recta. Eso es lo más importante en nuestra vida”, dijo.
Anaya, quien se ha posicionado como el segundo en las encuestas, cerró su campaña en León, estado de Guanajuato, con una petición para contar con el voto útil para ganar la Presidencia de México. “Hago un llamado a quienes militan en otros partidos, hago un llamado al voto útil”, aseguró al sostener que su coalición es la única que puede derrotar a López Obrador, quien desde el inicio de la campaña es, según los sondeos, quien tiene la mayor posibilidad de obtener el triunfo.
Por su parte, Meade, representante del PRI, señaló durante su cierre de campaña: “Los resultados de esta elección van a definir el rumbo del país por los siguientes años y eso quiere decir que nuestros hijos, nuestras hijas, nos van a preguntar de qué lado de la historia estuvimos y estamos obligados a responder que estuvimos del lado correcto”.
La relación con Trump y Estados Unidos preocupa
Si bien las propuestas de cada candidato tienen similitudes y diferencias, se tocan en un mismo punto: Donald Trump.
López Obrador se ha echado encima la batalla contra los grandes males del país: la corrupción, la impunidad, la violencia y la desigualdad social. Es su tercera candidatura a la Presidencia de la República y esta vez parece estar más cerca que nunca de liderar el cambio que clama el país. AMLO —llamado así por sus iniciales— ha situado la lucha contra la corrupción como el principal eje de su campaña, al tiempo que promete gobernar de una manera responsable, nacionalista, popular y con espíritu de servicio público.
Si se cumplen los pronósticos, los retos para AMLO serán gigantescos: además de lo anterior debe cumplir su promesa de poner en su sitio al presidente estadounidense Trump, quien amenazó con romper el tratado de libre comercio con México porque el país latinoamericano no es lo suficientemente duro con la inmigración irregular.
Los otros dos grandes candidatos tienen propuestas similares, sobre todo en temas de relevancia nacional, como la seguridad y la pobreza. Al enterarse de los impuestos de Trump a México, Meade reaccionó y atacó de inmediato. El tema es delicado porque México es uno de los principales socios comerciales de Estados Unidos, por lo que cualquier medida puede tener consecuencias económicas importantes. “Nosotros habremos de ponerles aranceles a ellos, para que se sepa que con México no se juega”, ha dicho el candidato oficialista.
Lo mismo ocurrió con otro de los temas sensibles: los migrantes en la frontera. Andrés Anaya escribió en sus redes: “Presidente Donald Trump, rechazo categóricamente su vulgar expresión en contra de los migrantes. Como presidente de México defenderé sus derechos con firmeza. El trato digno a los migrantes será prioridad en mi gobierno”.
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El ambiente en el país todavía es de desconfianza. Durante décadas se han denunciado fraudes en las elecciones. Por eso, cada vez que se realizan unos comicios a nivel nacional, se dice que se abrirán urnas embarazadas, que habrá casillas de zapato y ratones locos que intentarán votar por algún chapulín o destapado. El escritor y abogado Fernando Montes explica que la referencia al embarazo de las urnas se debe a un mecanismo de fraude en el que se depositan votos falsos antes de empezar la jornada electoral.
La referencia a los ratones se hace cuando un ciudadano no encuentra su casilla porque no fue registrado o fue borrado del censo. Por último, chapulines es como se les dice en México a los políticos que constantemente cambian de partido según la conveniencia.
Pero si algo ha quedado claro durante esta campaña es que el pueblo mexicano clama un nuevo rumbo para el país. Posiblemente ese es el motivo por el que un candidato reciclado como López Obrador esté a punto de ganarle al PRI, el partido que, más allá de haber sido el más importante del país en los últimos 70 años, ha tenido que lidiar con la baja popularidad de Enrique Peña Nieto, su último presidente. La presidencia de Peña Nieto pasará a la historia por el aumento de la violencia y los escándalos de corrupción. Uno de ellos fue la investigación periodística que descubrió la compra de una mansión, por parte de la primera dama, a un contratista del gobierno de su esposo. Además carga el lastre del caso de los estudiantes asesinados y desaparecidos de Ayotzinapa, en el que hasta el día de hoy se sigue denunciando impunidad.
La campaña más violenta
La violencia política se ha vuelto prácticamente imparable en México. Así lo aseguró a Efe el director de la consultora Etellekt, Rubén Salazar, director de la consultora política Etellekt. Hace unos días, esta organización presentó un informe en el que expuso el número de muertos durante las campañas electorales, que ya asciende a 133. “Se está empleando la violencia como el recurso más efectivo para obtener un cargo público y hacer a un lado en la contienda a aquellos aspirantes que integran la oposición”, aseguró.
La comparación es contundente, teniendo en cuenta que la cifra de políticos asesinados este año es diez veces mayor a la del proceso electoral de 2012. “Esta violencia se ha concentrado en el ámbito local. Al menos el 71 % de todas estas agresiones han sido en contra de autoridades electas y candidatos que aspiran a puestos del ámbito local, sobre todo alcaldías y legisladores municipales”.
Además, México cerró un sangriento 2017 con 25.339 homicidios, la cifra más alta desde que se iniciaron los registros a nivel nacional en 1997.