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Se crió en Villa Martelli, localidad de la provincia de Buenos Aires. Viene de un barrio obrero, su padre es chapista y su madre, ama de casa. Peronista por mandato familiar, convencida desde que en su juventud conoció la influencia de Eva Duarte de Perón en el voto femenino Silvia Lospennato es una de las diputadas que más ruido hizo en los últimos meses. A fin de cuentas, se trata de una de las mujeres que impulsa la promulgación de la ley por el aborto seguro y gratuito en la Argentina. Y su cierre en la Cámara Baja, visceral y al borde de un quiebre emocional que la hizo romper en llanto, le valió hasta el aplauso de los opositores más acérrimos al Gobierno de Mauricio Macri.
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A los 40 años, esta politóloga que en su niñez soñaba con ser física nuclear y representa al PRO, dio pelea, militó y convenció a muchos de sus colegas que estaban en contra de la ley. Hubo media sanción en el recinto de diputados, después de muchas dudas. Este miércoles habrá una definición en el Congreso. Los senadores volcarían la balanza a favor del “no". Pero Lospennato no pierde esa verde esperanza como el color del pañuelo que identifica al movimiento abortista. Cree que tarde o temprano se va a sancionar esta normativa. Lo deja claro en la charla exclusiva con El Espectador, horas antes de la histórica sesión del Senado.
“Estoy convencida de que la ley se va a dar. Yo soy optimista. Y aunque no tengo la bola de cristal, en el caso de que no lo apruebe el Senado, el tema se puede tratar el año que viene, tal cual marca nuestra Constitución. Y va a ser un lema de campaña. La gente les va a preguntar a los legisladores por la ley y elegirán a los que crean que mejor representan sus derechos. Muchos de los chicos que este miércoles estarán en la Plaza de los Dos Congresos son menores de 20 años. Y en 2019 habrá más de un millón de electores en ese rango de edad sólo en la Provincia de Buenos Aires. Estos jóvenes quieren paridad, creen en el pluralismo, viven en una sociedad más inclusiva, para ellos legislamos y tenemos que darles una respuesta”, dice con firmeza.
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Lospennato habla sentada en un sillón de su despacho mientras toma mate, esa bebida tan propia de los argentinos. A unos metros, sobre una pared lateral, asoma un cuadro de Macri. El presidente de la Nación fue clave en su carrera. Vestida de negro, resalta el pañuelo verde en su muñeca derecha. Y cuenta una anécdota respecto al emblema: “Tengo dos hijas, una de 6 años y otra de 11. Y un día la mayor me pidió usar un pañuelo verde. Le pregunté por qué, ya que tiene una simbología específica y ella todavía era chiquita. Entonces, me dijo dos cosas. Primero, que lo usa todo el mundo. Le contesté: ‘No me parece que tengas que utilizar algo sólo por una moda. Si me decís qué significa, yo te compro uno’. Me respondió: ‘Es muy fácil. Si no querés ser mamá, nadie te puede obligar’. La respuesta me pareció tan adecuada, que no sólo le compré el pañuelo; me sentí orgullosa. Los jóvenes entendieron. Ya viven una realidad que trasciende la legislación de la Argentina. Para ellos es muy sorprendente que exista una ley de 100 años que dice que una mujer debe ir presa si decide abortar. Nuestros chicos viven en una ciudadanía igualitaria. Nuestras chicas ya se sienten igual que el hombre. No pueden creer que estén obligadas a ser madres y los varones puedan hacer con su cuerpo lo que les plazca. Entonces, esto es lo profundo que se produjo en el debate. Independientemente de lo que pase en el Senado, ya cambió el sentido común respecto al aborto. Y tarde o temprano, el aborto va a ser legal en Argentina”.
Usted declaró que le gusta más el detrás de escena del discurso, pero se hizo cargo del cierre en la Cámara de Diputados y su discurso fue reconocido por la oposición...
En realidad, ese discurso lo escribí en las últimas horas. Estábamos abajo en la votación y mis compañeros del interbloque me pidieron que cerrara. Por supuesto, me negué y les dije que buscaran a alguien mejor. Era una enorme responsabilidad y sentía que me quedaba grande. Pero durante esa jornada, estábamos abajo en la votación y decidí que si nos íbamos a ir del recinto sin la ley, no íbamos a dejar de reivindicar nuestro derecho como mujeres, la autonomía de nuestros cuerpos. Tenía claro que si estaba en esa banca, era una excepcionalidad de la historia. Hubo muchas mujeres que lucharon por esta ley durante décadas, valientes que se animaron en una sociedad que no estaba preparada para este debate. Y quise homenajear a esas grandes exponentes del feminismo argentino, por eso las traje en la palabra al final. Hubo un gran trabajo multipartidario.
¿Por qué cree que debe promulgarse la ley?
Porque todos los años mueren 50 mil mujeres por el aborto clandestino. En muchos casos, terminan mal, pierden parte de su aparato reproductivo, sufren infecciones y esto tiene un costo muy alto para el sistema de salud en materia económica y un costo social. Las mujeres que recurren a un aborto clandestino en las mejores clínicas tienen una gran diferencia con aquellas que se exponen a métodos caseros, muy cruentos. Se someten a gente que no es profesional y en los barrios, incluso, se practican sin anestesia.
¿Cree que el sistema de salud de Argentina está preparada para este cambio que propone?
Quedó muy claro cuando vino el ministro de Salud, Adolfo Rubinstein. Por un lado, se van a reducir los costos. Estas internaciones les cuestan mucho dinero a los hospitales provinciales, le generan un costo enorme al sistema sanitario, mientras que en el mundo los abortos son medicados y son muy económicos, porque la mujer es recetada con las drogas que interrumpen el embarazo, que son el Cytotec y el Misoprostol, y no requiere una internación, apenas un control del médico, y es efectivo en el 80 o 90 % de los casos. Serán mínimas las intervenciones quirúrgicas.
La Iglesia jugó fuerte en contra, y así como hubo una gran movilización de aquellos que están a favor de la ley, también se manifestaron masivamente los grupos que están en contra ¿Entendés su postura?
Es una posición dogmática que responde a la religión y yo la respeto. Pero entiendo que ninguna religión puede imponerse dentro de un Estado laico, porque nosotros legislamos para todos los argentinos. Y dentro de los 40 millones que somos hay católicos, pero también judíos, agnósticos y musulmanes. Los católicos están en contra, pero todos sabemos que las mujeres católicas también abortan, lo dejan claro en la confesión. Aunque ese será un problema de la Iglesia con sus feligreses. Yo creo que no pueden imponer un dogma como una ley civil.
¿Cree que este movimiento que lleva adelante puede ser inspirador para otros países de la región?
No tengo dudas. Hemos recibido un montón de llamados e invitaciones de varios países que quieren saber cómo se construyó el movimiento. Las noticias que van llegando desde América Latina son muy positivas. El presidente electo de México ya anunció que una de las políticas que va a implementar tiene que ver con la legalización del aborto en todos los estados del país y no sólo en Ciudad de México. Esta misma semana se empieza a tratar en el Tribunal Superior de Brasil porque llegó un juicio a la corte, como pasó con el caso F.A.L. en nuestra la Corte Suprema en 2012 (N. de la R: fallo a favor de una adolescente que quedó embarazada por el abuso de su padrastro). Uruguay nos ganó de mano a todos, como en tantas otras ocasiones. Es un Estado progresista e incorporó la ley el año pasado. Hubo avances respecto a la legislación en Chile, donde era muy restrictiva. Recibí llamados desde Paraguay, donde se empezó a organizar un movimiento de mujeres, y espero que en Colombia suceda lo mismo.