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Entre 2014 y 2015 por lo menos cinco cadetes del Ejército les reportaron a sus superiores que el alférez Álvaro Junior Howard Orozco les tocó los genitales mientras dormían, cuando estaban formándose en la Escuela de Cadetes José María Córdova, de Bogotá. La institución inició las investigaciones disciplinarias correspondientes y a finales de 2015 procedieron a expulsar a Howard Orozco como sanción, tras encontrarlo responsable de abuso sexual. Aunque el oficial buscó que lo reintegraran con una demanda, el Consejo de Estado le salió al paso a sus pretensiones y dejó en firme las sanciones.
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La decisión ya había sido confirmada en dos instancias en la escuela: el subdirector y el director. No obstante, el oficial Howard consideró que le fueron vulnerados sus derechos fundamentales y demandó la sanción ante la justicia administrativa. En primera instancia, el Tribunal Administrativo de Cundinamarca ya había aclarado que no se violó el derecho al debido proceso, como aducía Howard Orozco, y que, por el contrario, había abundantes pruebas de las faltas que había cometido, las cuales, además, estaban prohibidas por el reglamento de la Escuela.
El oficial apeló y el caso escaló al Consejo de Estado. Allí, Howard pidió que le restablecieran la matrícula en la Escuela, que le permitieran ingresar al escalafón de oficiales de las Fuerzas Militares como Subteniente del Ejército, y exigió que le pagaran todos los salarios, y demás prestaciones que dejó de percibir desde que todos sus compañeros fueron ascendidos en su ausencia. Según el oficial, las denuncias en su contra, “fueron el resultado de la invención de un grupo de cadetes que tomaron represarías por haber recibido órdenes en horas de la madrugada”.
Según las pruebas que examinó el alto tribunal, Howard Orozco tenía un modo de operar muy similar para cometer los “actos sexuales abusivos” por los que fue sancionado. En todos los casos denunciados, el oficial accedió a sus víctimas mientras se encontraban durmiendo: les tocaba los genitales, bien sea por encima de las cobijas o por debajo del pijama, hasta que los cadetes se despertaban. Asustados, los muchachos saltaban y le preguntaban qué pasaba. El hombre, de mayor grado en el escalafón militar, les decía que no pasaba nada y negaba haberlos tocado.
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Una de las víctimas narró su experiencia así: “el día 03 de marzo de 2015, a las 02:00 horas me encontraba yo durmiendo en mi catre como todos los demás. Yo me desperté porque me estaban tocando mis genitales y cuando reaccione vi a mi alférez Howard que estaba de Brigadier de servicio y le pregunté ‘¿qué ordena mi alférez?’ y él me dijo que mi compañero estaba de pie, que por qué yo no. Mi compañero iba con mi alférez a vaciar unas canecas al B1, yo le dije a mi alférez que me dejara descansar que quería dormir, me volteé y seguí durmiendo”.
Otro de los cadetes que se quejó de Howard Orozco contó su experiencia así: “Estábamos durmiendo el 28 de noviembre, Howard estaba en medio de otro compañero y yo y como a las 03:00 horas sentí que me tocaban el pene. Yo durmiendo en pijama y eran tres tricolores (cobijas) para tres alféreces: Howard, mi compañero y yo. De una vez abrí los ojos, pero no hice nada. Constaté que, efectivamente, me estaban tocando el pene con la mano izquierda y era Howard, que estaba boca abajo con su izquierda dentro de mi pijama y mi bóxer tomando físicamente el pene como masturbándome. Inmediatamente me senté y le hice reclamo de que por qué me tocaba, que qué estaba haciendo y él se quedó callado y se fue del alojamiento. Los demás cursos despertaron con la bulla incluyendo al compañero que estaba durmiendo al lado”.
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El Consejo de Estado analizó todos estos testimonios, sumados a los de los oficiales del mismo grado que Howard y superiores, que recibieron las denuncias, y concluyó que, “se encuentra probado que se extralimitó con compañeros al tocarle sus genitales sin consentimiento alguno”. Por ende, “el operador disciplinario (subdirector y director) sí tenía los elementos de juicio suficientes para endilgar responsabilidad al demandante, ya que las pruebas fueron valoradas en el marco de las reglas de la sana crítica y que la interpretación que de ellas hizo el juzgador disciplinario, llevaron a la conclusión de que la falta disciplinaria sí se cometió y que (Howard) fue responsable de ella”.