Foto: Jhonatan Ramos
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El domingo 21 de septiembre, los periódicos advirtieron en sus ediciones lo que ya era una preocupación nacional: el aumento considerable de crímenes políticos y sucesos de violencia. Hasta el caricaturista Héctor Osuna en El Espectador le dedicó al tema uno de sus dibujos “¿Cuándo alguien muere hay que pintarlo?”, preguntaba Lilín. “Claro”, contestó Osuna, “Hay que pintarlo, hay que lamentarlo, y hay que acostumbrarse a que cada día asesinan a lo mejor de nuestra gente”. (Le puede interesar: Los crímenes políticos de 1986)
Ese mismo día, el municipio de Sopetrán (Antioquia) fue atacado por la guerrilla, de las regiones llegaron nuevas noticias de homicidios, y la reflexión común de los medios de comunicación era el enrarecido clima para el ejercicio de la libertad de expresión, porque el narcotráfico se había convertido en un notorio victimario de periodistas. El asesinato del subdirector del periódico Occidente de Cali, Raúl Echavarría Barrientos, fue una señal de alarma advertida por varios columnistas de opinión. (Lea: La propuesta que le hizo Estados Unidos a Colombia el 19 de septiembre de 1986)
Guillermo Cano no escribió ese día de estos temas en su “Libreta de Apuntes”. Le dedicó su espacio a un escrito de exaltación a la sabana de Bogotá y los llanos orientales, resaltando de ellos sus paisajes, su poesía, sus costumbres. El tema fuerte del periódico fue el procurador Carlos Mauro Hoyos y sus primeras declaraciones públicas, para advertir que el país estaba en la obligación de proteger a sus jueces y magistrados, porque en esos momentos su estado de indefensión era una afrenta y una vergüenza nacional. (Lea: El 17 de septiembre de 1986 asesinaron al subdirector del diario de Occidente)
Por Redacción El Espectador
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