Alfonso Cuarón: “No soy el mismo después de haber hecho ‘Roma’”

El realizador mexicano hizo la película que soñó, y le salió una obra de arte. “Roma” está destinada a arrasar en la temporada de premios, pero también a quedarse para siempre en el recuerdo de los espectadores.

Janina Pérez Arias
21 de diciembre de 2018 - 01:55 a. m.
El director mexicano ganó el Premio Óscar a mejor director en el 2014. / AFP
El director mexicano ganó el Premio Óscar a mejor director en el 2014. / AFP
Foto: AFP - AMANDA EDWARDS
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Después de Roma ya nada será lo mismo. Ni para su creador, Alfonso Cuarón, ni para el cine, ni para los espectadores. Ya casi no hay nada que no se haya contado sobre este filme que está conquistando audiencias tan diversas, ha unificado a la crítica (¡mundial!) y ha causado un revuelo sin parangón.

Desde el estreno en La Mostra de Venecia, donde ganó el León de Oro, Cuarón se ha dedicado a recorrer medio mundo. En una de sus paradas, en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián, conversamos con él. Más delgado, más canoso, afable, elocuente, de buen humor.

Una década pasó Cuarón tramando su aventura más ambiciosa, en la que cuenta una parte de su infancia a través de los ojos de Cleo (Yalitza Aparicio), la empleada doméstica inspirada en Libo, la nana de los hermanos Cuarón Orozco.

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En Roma no hay estrellas cinematográficas (aunque a estas alturas sus protagonistas ya estén logrando ese estatus), es en español y mixteco (una de las casi setenta lenguas que se hablan en México) y en blanco y negro. Alfonso Cuarón hizo pues la película que soñó, la que se imaginó, y le salió una obra de arte.

¿Qué tanto le ha cambiado el haberse enfrentado a los recuerdos?

No soy la misma persona después de haber hecho esta película. Es imposible hacer un experimento en el que te remites a tus recuerdos más lejanos, y dejar esos momentos, esos lugares donde sucedieron, esos actores y gente con la que compartí durante casi un año, además de trabajar luego en la edición, para salir de todo eso siendo la misma persona.

¿Cómo fue encarar los recuerdos menos placenteros?

La memoria es algo que está transformándose todo el tiempo; era interesante confrontar mis recuerdos de esos hechos con los de mis hermanos, porque excepto con mi hermana, mis hermanos empezaban a variar situaciones, le daban distintos colores. Cuando estás tratando momentos dolorosos, de lo que llamo cicatrices personales, hay una tendencia a crear narrativas para cubrir esas cicatrices, es como una grieta en un muro. Es demasiado doloroso ver esa grieta, entonces tomas una capa de pintura y la pintas, pero resulta que no cubrió por completo, y coges más pintura y pintas otra vez, pero se sigue viendo. Le vas poniendo capas y capas, pero la grieta no desaparece, aunque al menos tú sientes que no existe. Ese es el asunto de la memoria, lo mentiroso que tiene, y que al fin y al cabo tampoco lo es porque es la única verdad que tenemos. La verdad es lo que somos, la memoria es lo que somos.

Libo es parte de su familia, pero en general perduran las diferencias en la sociedad mexicana. ¿Cree que el clasismo se ha intensificado?

En este caso es distinto porque Libo se convirtió no solamente en parte de la familia, sino también en un miembro central de la misma. Si ya era una especie de segunda madre, con la muerte de mi mamá, Libo pasó a ser la abuela. Pero esa es una situación muy peculiar, porque en realidad, y por desgracia, se producen más relaciones de conveniencia. Por un lado la conveniencia económica de la trabajadora social que tiene una necesidad económica, pero también hay una necesidad de ciertas familias de tener a este tipo de trabajadoras, que no solamente cumplen sus tareas domésticas, sino que además toman roles maternos muy importantes y muchas veces hasta con mayor presencia que las madres mismas. Existe pues una relación de familiaridad, pero prevalece la barrera social. Eso no es algo de hace cincuenta años, y no es solo una cuestión de México; la relación entre raza y clase se ve en países desarrollados, hasta en Europa, y esta situación se ha agudizado debido al contacto con toda una población de inmigrantes.

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¿Cómo se planteó incluir el contexto político en esta historia tan personal?

Es evidente que al hacer esta película había una preocupación. Cuando recurres a tu memoria, lo haces desde el punto de vista de lo que eres, y ahora soy una persona que tiene preocupaciones temáticas. Mi memoria está vista desde el prisma de esas preocupaciones, y a lo mejor algunas de ellas sean de tintes políticos, sin embargo en ningún momento intenté hacer una película política, ni de denuncia, pero al crear un contexto en donde quieres explorar heridas personales, heridas familiares, es casi imposible dejar de ver las llagas sociales. Como sociedad compartimos heridas; la Masacre de Corpus Christi (en 1971, también conocida por El Halconazo), que se ve en la película, es un ejemplo de las tantas llagas que compartimos. Tristemente también compartimos la ruptura entre clases, entre razas, que es la ruptura con el otro. Esta es una película ambientada en los años 70 en México, y desde entonces mi país no ha cambiado, pero el mundo tampoco, y aunque estas temáticas se hayan analizado, más que encontrar una solución, se han atizado. Pero así como eso no cambia, tampoco cambia el rol de la mujer, ni los lazos familiares… Esa es la parte de la complejidad de los seres humanos.

¿Cree que los cambios en la sociedad mexicana han sido para mal?

No sé si es que hemos ido a peor o si seguimos siendo lo mismo. Es incuestionable que esa relación entre clases y razas no se ha solucionado en lo más mínimo. No quiero ser fatalista, porque otros aspectos más positivos, como el amor y la solidaridad, no cambian. No es que estemos peor, es que más bien todo se ha hecho más patente, más evidente. En ciertas sociedades se han producido llamados de atención muy fuertes; en el caso de México fue en el 94, cuando la revuelta zapatista rompió con la fantasía del progreso, con la idea de un país que iba al primer mundo; aquella revuelta nos recordó que existen los invisibles. El problema se produce cuando se levantan voces que quieren darles visibilidad a estos invisibles con retóricas peligrosas y divisibles.

¿Qué espera para México con el nuevo gobierno?

Espero fervientemente que se produzca una transición en mi país, porque de verdad que es necesaria. Yo realmente deseo que sea una transformación verdadera porque México la necesita. Esa transformación ha estado gestándose desde las escenas que se ven en el filme, cuando se manifestaron para lograr reformas democráticas, que fueron también el resultado de la lucha desde finales de los años 50. Así que espero que esta sea una transición real.

“Roma” es una clara favorita para todos los premios cinematográficos. ¿Cómo enfrenta una nueva carrera al Óscar?

Los premios son gratificantes, pero creo que lo más importante es crearle una presencia a tu película, aunque eso no garantice nada. Tú puedes tener un filme con muchísima presencia, con muchísimos premios, pero a los tres años se olvidó. Hay películas que no tuvieron presencia ni premios, y que décadas después son obras maestras. Entonces las gratificaciones en realidad las decide el tiempo, y generalmente no vas a estar allí para disfrutarlas.

Por Janina Pérez Arias

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