“Barrio Malevo”, del arrabal a la palabra y de la palabra al teatro

La compañía Quinta Picota, en conmemoración de sus diez años de labores artísticas, estrena "Barrio Malevo", una pieza entrañable llena de nostalgia, teatro y tango.

Moisés Ballesteros
23 de agosto de 2019 - 01:30 a. m.
El tango es el punto de inspiración de la dramaturga Verónica Ochoa para contar las historias de ocho personajes en “Barrio Malevo”.  / Milena Rodríguez
El tango es el punto de inspiración de la dramaturga Verónica Ochoa para contar las historias de ocho personajes en “Barrio Malevo”. / Milena Rodríguez
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Si existe un país que puede hablar de una relación real entre la violencia y la fiesta es Colombia, una relación tan interesante como escabrosa, tan potente como poética. La fiesta es, sin lugar a dudas, una respuesta a un hecho que difícilmente se puede digerir solo a través de lo racional, por eso, quizás, aquí se canta y se baila a los muertos. Pero la relación no solo se da mediante nuestros métodos para depurar el crimen y el duelo evidente que dejan estos hechos, también son parte del “antes” por medio de un centenar de ritos urbanos y del “durante” del acto bélico, con historias que no merecen un espacio aquí. Esta situación de seguro nos hará pasar a la historia como uno de los pueblos con las más aterradoras historias. Pero este terror es un horror que no ha podido dejar de ser una condición creativa, algo que sin lugar a dudas tiene muy claro el equipo de Quinta Picota, compañía que por estos días, de la mano de la pluma de Verónica Ochoa y la impecable dirección de Iván Carvajal, estrenan Barrio Malevo, un viaje sin regreso al universo nostálgico del tango.

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La cita es a las ocho de la noche en La Factoría, un hogar especial para la danza en Bogotá, un lugar propicio para la treta propuesta. Usted, sin embargo, puede llegar mucho tiempo antes y tomarse algo, escuchar un poco de música e incluso bailar un buen tango. Al comenzar la obra todo se reducirá a una vieja taberna de algún barrio de Medellín a la que los hombres y las mujeres vienen para regocijarse mientras comparten toda clase de anécdotas curiosas que van y vienen rayando entre la violencia y el amor, entre la pasión y la nostalgia, líneas de creación indiscernibles del trabajo teatral colombiano que cada día se hilan más fino. Dotado de un equipo de actores cuya interpretación alegre atrapa de principio a fin, entre un paso de tango y una palabra dicharachera, la puesta de Quinta Picota va seduciendo al espectador y la atmósfera se hace simplemente fascinante frente a los ojos; cada personaje se va haciendo esencia, el relato, que no termina de ser, no se vuelve un problema en una apuesta por una experiencia simpática llena de talento.

Verónica Ochoa, dramaturga de Barrio Malevo, ha escogido un lugar potente para situar su texto, una taberna de arrabal, y si bien es cierto que hay algo que todo escritor siempre intuye de una taberna es que allí, en cada rincón, incluso las ratas tienen una historia potente que contar. Ochoa, sin embargo, no se queda con la premisa inicial y le otorga una característica capaz de nutrir cualquier viaje emocional: el tango, que, más que un género musical, es una apuesta estética, un universo, una cultura y cada canción es una cápsula que, al darse paso en medio de las balas y las riñas de los borrachos, explota en cada uno de nosotros una experiencia emocional, una historia y un recuerdo. A su vez, cada canción es un personaje y cada personaje es como una melodía: van y vienen, tienen su propio ritmo, su propio viaje, un viaje que a veces no termina de concretarse, pero, como en la vida, a veces las canciones no pueden sonar completas.

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Barrio Malevo es entonces una celebración, una fiesta que se resiste a las balas que se cruzan mientras se narran a trancazos las historias de nuestros comensales, una celebración a la que vale la pena acercarse, tan actual como necesaria, tan valiente como divertida, una celebración que viene del arrabal, del barrio, de todos nosotros, y que va a la canción y, por supuesto, a las tablas del teatro. Barrio Malevo celebra los diez años de sus creadores, un equipo que resiste, que crea, que juega en el escenario.

Por Moisés Ballesteros

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