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“Es incómodo que hablen de una apuesta al futuro, desconociendo el pasado”, dijo Cony Camelo, actriz colombiana, cuando se le preguntó sobre la economía naranja, mencionada por la vicepresidenta, Marta Lucía Ramírez, en la inauguración del Festival Internacional de Cine de Cartagena, el pasado 6 de marzo. La intervención de Ramírez dejó en el ambiente una sensación de preocupación, tristeza y hasta indignación entre muchos de los integrantes del sector. Se criticó la tardanza de la funcionaria, los reconocimientos que mencionó, los referentes que usó para ejemplificar las aspiraciones del Gobierno con el cine colombiano y su retiro después de las palabras del director Rubén Mendoza.
Directores, productores y actores explicaron el porqué de su disgusto por las palabras de la vicepresidenta. Todas las personas consultadas para este texto reprobaron el sabotaje del que fue víctima la funcionaria desde su llegada hasta el momento en el que decidió irse, pero también coincidieron en una sensación de desconexión, confusión y hasta tristeza por las palabras de la funcionaria, que, según ellos, reflejó la poca preparación de este Gobierno para atender sus necesidades.
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Simón Hernández, director de los documentales Pizarro y La venganza de Jairo, definió a la economía naranja como un discurso, un proceso que desconoce las dinámicas que actualmente se están llevando en el cine. Según él, las pretensiones que tuvo la actual administración con la Ley de Financiamiento, aunque finalmente no se concretaron, son la muestra más clara de “un Gobierno que dice una cosa y sale con otra”. En cuanto a la Ley de Financiamiento, cabe aclarar que, en diciembre de 2018, se determinó que, en lo que respecta a esta iniciativa, la cultura resultó siendo beneficiada, ya que quedaron excluidos de la Ley, por ejemplo, los impuestos de las entradas a cine y se conservó el parágrafo sobre producción cinematográfica, televisión y contenidos audiovisuales.
Cony Camelo también se refirió a su percepción del Gobierno sobre el cine. “El discurso de la vicepresidenta va a lugares comunes. Tratar de elogiarnos o compararnos con un Hollywood que claramente el cine colombiano no es, no puede ser y no quiere ser”. Según Camelo, en Colombia existen dos focos de cine: el que se ocupa de producir películas como “Agente ñero ñero siete: comando jungla”, y la saga de “El paseo”, y los que están concentrados en hacer “películas autistas”, refiriéndose a las que duran muy poco en cartelera, pero circulan y ganan premios en festivales de cine europeos. A estos extremos los considera nocivos, ya que a pesar de que “el cine de humor ramplón”, como lo llamó Camelo, le llega a la mayoría de población colombiana, no tiene ningún tipo de reflexión sobre lo que somos como colombianos. Tampoco está de acuerdo con el otro extremo, que considera que no se ha interesado por conectarse con la audiencia. El filme Los días de la ballena se estrenó ayer, 8 de marzo, en el Festival, y fue presentado por muchos de los miembros del equipo de producción. Entre ellos se encontraban los productores Natalia Agudelo y Jaime Guerrero, quienes manifestaron tristeza y confusión por lo expuesto por la vicepresidenta. Agudelo dijo: “Me sentí muy mal representada. Pareció que el discurso que dio Marta Lucía Ramírez no lo hubiese hecho ella”.
Guerrero calificó el discurso de la vicepresidenta como desafortunado, ya que, a pesar de que no está en desacuerdo con lo que representa la economía naranja, es vital que haya un diálogo con el sector. “Siento que el problema de la economía naranja es vernos como empresas prestadoras de servicios y no creadoras de contenidos. La creación de contenidos no solo significa imitar otras industrias más potentes, sino crearse un propio lenguaje, porque el cine es una herramienta cultural. A veces se habla de economía naranja como hablar de turismo”. A esta opinión se sumó el actor que protagonizó la película, David Escallón, quien agregó que el Gobierno no tiene por qué disgustarse cuando se está en desacuerdo con sus propuestas o políticas. “No debió irse (Marta Lucía Ramírez). Se sintió atacada, no vio la película y no supo escuchar”, concluyó.
Es claro que hay una serie de coincidencias sobre el recibimiento de esta política que el presidente, Iván Duque, viene promoviendo desde su época como senador de la República. Aún no hay claridad sobre cómo funciona. Lo que se ha entendido es que hay una pretensión por intentar convertir el cine nacional en una industria gigantesca que produce en masa como la hollywoodense.
Felipe Aljure, director artístico del Festival Internacional de Cine de Cartagena, opinó sobre el discurso de la vicepresidenta y las posteriores reacciones que “en los escenarios cinematográficos donde las películas tienen la oportunidad de expresarse, hay libertades de creación, se habla sobre distintos temas desde perspectivas diferentes. Eso es lo elocuente de un festival”. También dijo que el trabajo que se está haciendo va mucho más allá de los nombres o de la procedencia de los apoyos, y reconoció el trabajo del Ministerio de Cultura y su esfuerzo, por ejemplo, por involucrar al cine en los territorios. También reconoció el apoyo del Ministerio con el Festival.
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Aunque no todos están en desacuerdo con la economía naranja, consideran que cuando se habla de expresiones artísticas, en este caso, de cine, hay una sensibilidad por parte de sus creadores que debe atenderse. Defienden su labor y la desempeñan por motivos que traspasan las pretensiones por convertir el sector en una industria gigantesca. Rubén Mendoza en un diálogo para El Espectador, manifestó que no considera que haya una mala intención por parte del Gobierno, pero sí una profunda ignorancia sobre los funcionamientos y las apuestas del sector en el país. “Hay gente que ve el cine como una manera de expresión, de arte, de pensamiento. Es la cédula de los tiempos. Creo que el arte es algo que el Gobierno debe proteger a cualquier costo. No tiene que primar la intención por rentabilizarlo todo”.
El Espectador intentó comunicarse con la vicepresidenta, Marta Lucía Ramírez, para conocer su opinión sobre lo que las personas citadas en este artículo expresaron, pero el contacto no logró concretarse. En una reciente entrevista para Blu Radio, la funcionaría se pronunció sobre los hechos. “Eso es absolutamente criticable; que de pronto los cineastas quisieran expresar algún rechazo es normal, pero la institucionalidad, que conoce los recursos que existen para el desarrollo, se haya quedado callada, es desafortunado”, refiriéndose a Aljure.
La vicepresidenta decidió retirarse del auditorio cuando se terminó el discurso de Mendoza y en su salida la acompañó Munir Falah, presidente de Cine Colombia, con quien este diario también intentó comunicarse. El contacto tampoco se dio, ya que “no estaba disponible”.
Después de lo ocurrido en el Centro de Convenciones de Cartagena, la opinión de la gran mayoría del sector converge en que los espacios para dialogar son vitales para el fortalecimiento del cine nacional y de que tanto ellos como el Gobierno han expresado interés por la evolución del estado de la cinematografía colombiana. Proponen exponer sus necesidades, ayudar en las políticas de fortalecimiento e incorporar de forma estratégica las iniciativas que estén dispuestas a promover y respetar el cine como forma de expresión esencial.