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                                                                                                                                Santos Molano y la barrera de los apellidos

                                                                                                                                “Santos Molano tenía humor, sabiduría, sencillez y amabilidad sorprendentes”: Arturo Guerrero.
                                                                                                                                Foto: Tomado de “Historias de Adelina”

                                                                                                                                “Invitamos a líderes políticos de diversas orillas y a nuestros columnistas a reconocer algo valioso en aquellos con quienes usualmente están en desacuerdo e, incluso, en confrontación. (...) En la política se combaten ideas, no personas”. Editorial El Espectador (22-12-2024)

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Este país está marcado por la preeminencia hereditaria de familias que pertenecen a los círculos del poder. Ser pariente de alguien que fue presidente de la República o empresario de éxito equivale a nacer y vivir en la gloria. Con Enrique Santos Molano, fallecido hace poco, nos separaba esa barrera de los apellidos.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                Era evidente la prosperidad económica conseguida durante décadas por ese periódico, como empresa. Así que ser Santos era marchar por la vida con aura de triunfador. Por eso pocas personas entendían cómo un Santos subía cada día las escaleras de la Biblioteca Nacional, en Bogotá, con un caminar lento y un aspecto raído de profesor de colegio público.

                                                                                                                                De lejitos, los más asiduos lo veían enfrascado en tomos pesados, seguramente extrayendo de páginas sepia una información oculta. Era un paisano como cualquier otro. Algunos sabían que escribía columnas de opinión en el mencionado diario y que publicaba libros sobre próceres y poetas de tiempos idos.

                                                                                                                                Sin saber cómo, un pequeño grupo de muchachos con pelo largo y barba de monte se vio riendo y charlando con Enrique Santos Molano. Era hijo de Calibán, del cual solo lo separaba el segundo apellido, Montejo, y obviamente la celebridad que este acumuló gracias a una pluma exuberante.

                                                                                                                                Sucedió que “Santos Molano”, como aquel grupo lo nombraba para no olvidar su prosapia, tenía humor, sabiduría, sencillez y amabilidad sorprendentes. Parecía formado a fuerza de consagración, como cualquier hijo de vecino. Era de lavar y planchar, igual que un amigo del barrio.

                                                                                                                                Se estableció entonces una relación desinteresada entre aquel combo juvenil y el historiador y escritor con apellido prohibido. Corría por sus sangres idéntico flujo de colombianos del común. ¿Cómo fue posible esa fraternidad? Se sabía que este Santos era una especie de oveja descarriada, que le fueron suspendidas sus columnas bajo acusación de ser la fuente de información de un libro que ultrajaba a la familia.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                La barrera de los apellidos había caído hacía rato. En su lugar logró establecerse una comunicación de tú a tú. Cuando hace poco se divulgó su fallecimiento y las noticias sobre su vida se llenaron de elogios, aquellos muchachos se entristecieron. Se había ido lo que se llama un bacán, un descendiente de estirpe encopetada que logró igualarse con sus compatriotas que simplemente lo conocían como Santos Molano.

                                                                                                                                arturoguerreror@gmail.com

                                                                                                                                “Santos Molano tenía humor, sabiduría, sencillez y amabilidad sorprendentes”: Arturo Guerrero.
                                                                                                                                Foto: Tomado de “Historias de Adelina”

                                                                                                                                “Invitamos a líderes políticos de diversas orillas y a nuestros columnistas a reconocer algo valioso en aquellos con quienes usualmente están en desacuerdo e, incluso, en confrontación. (...) En la política se combaten ideas, no personas”. Editorial El Espectador (22-12-2024)

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Este país está marcado por la preeminencia hereditaria de familias que pertenecen a los círculos del poder. Ser pariente de alguien que fue presidente de la República o empresario de éxito equivale a nacer y vivir en la gloria. Con Enrique Santos Molano, fallecido hace poco, nos separaba esa barrera de los apellidos.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                De lejitos, los más asiduos lo veían enfrascado en tomos pesados, seguramente extrayendo de páginas sepia una información oculta. Era un paisano como cualquier otro. Algunos sabían que escribía columnas de opinión en el mencionado diario y que publicaba libros sobre próceres y poetas de tiempos idos.

                                                                                                                                Sin saber cómo, un pequeño grupo de muchachos con pelo largo y barba de monte se vio riendo y charlando con Enrique Santos Molano. Era hijo de Calibán, del cual solo lo separaba el segundo apellido, Montejo, y obviamente la celebridad que este acumuló gracias a una pluma exuberante.

                                                                                                                                Sucedió que “Santos Molano”, como aquel grupo lo nombraba para no olvidar su prosapia, tenía humor, sabiduría, sencillez y amabilidad sorprendentes. Parecía formado a fuerza de consagración, como cualquier hijo de vecino. Era de lavar y planchar, igual que un amigo del barrio.

                                                                                                                                Se estableció entonces una relación desinteresada entre aquel combo juvenil y el historiador y escritor con apellido prohibido. Corría por sus sangres idéntico flujo de colombianos del común. ¿Cómo fue posible esa fraternidad? Se sabía que este Santos era una especie de oveja descarriada, que le fueron suspendidas sus columnas bajo acusación de ser la fuente de información de un libro que ultrajaba a la familia.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                arturoguerreror@gmail.com

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