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Tal como lo planteé en mi columna pasada, lo que viene en el mundo es una profunda crisis con consecuencias sociales y económicas gigantes, especialmente en los países pobres y emergentes. La ruptura de las cadenas de valor en alimentos y la dificultad de recolectar cosechas y cierres de plantas de producción por razones sanitarias, derivarán en una fuerte contracción en la oferta de alimentos mundial creando una crisis alimentaria. Los países desarrollados y productores van a privilegiar sus mercados y posiblemente frenar exportaciones al resto del mundo, como lo hicieron con equipos médicos. ¿Y nosotros que importamos más de 14 millones de toneladas de alimentos qué? En lo económico, los países desarrollados “dueños” de las monedas de reservas, pueden imprimir dinero a voluntad y manejar gigantes déficits fiscales como el de USA y cuentan con masivos recursos salidos de los demás países en un “¿flight to quality?”. Cada vez se habla más de facilidades de deuda para los países más pobres y está bien. ¿Pero los emergentes del medio que ya tenemos niveles medios y altos de deuda qué? Nuestro excelente ministro de Hacienda ha hecho un trabajo extraordinario buscando fuentes de financiamiento. Pero esta crisis exige pensar disruptivamente y con medidas menos ortodoxas. Recojo las propuestas de destacados economistas: “Necesidad de un acuerdo mundial efectivo para suspender los pagos del servicio de la deuda” proponen entre otros Patrick Bolton, Lee Buchheit (Project Syndicate, abril 23). “El alivio de deuda es la mejor ayuda contra la pandemia”, Gordon Brown y Lawrence Summers (Project Syndicate, abril 15). El mundo, y especialmente Latinoamérica unida, tiene que pensar concertadamente en cómo lograr una refinanciación a largo plazo de la deuda pública y privada, y en una suspensión global de pagos para dedicar recursos a salud y reconstrucción económica. Esta sería una primera fuente sustancial de recursos.
Internamente, tenemos que lograr acuerdos nacionales con todos los partidos sobre cómo financiarnos, en un “todos ponemos”, recordando a Mockus. Una posible reforma tributaria progresiva, ahondando la realizada por el Gobierno en la dirección correcta pero en la línea que propone Vargas Lleras, debe privilegiar la competitividad tributaria del país, impulsando las empresas y negocios. Es urgente reformar y simplificar la aprobación de regalías, para invertir ágilmente en el desarrollo regional, esa masiva cantidad de recursos atrapados. Un reciente inventario de inmuebles del Estado encontró más de 20.000, por valor de 37 billones de pesos. Sostener esto tiene un costo altísimo innecesario. Debemos encontrar mecanismos concertados con las regiones para comercializar y desarrollar estos terrenos en su beneficio. Se debe examinar la duplicación de subsidios, para extender y focalizar mejor su aplicación con énfasis en las clases vulnerables. Habrá que revisar la misionalidad del Banrepublica y Minhacienda para poner foco en “crecimiento y empleo”. Urge encontrar mecanismos que faciliten pequeñas transacciones electrónicas con alivios focalizados en 4x1000. Frente a la crisis global alimentaria, en mi próximo artículo hablaremos de “otros” factores que están imposibilitando nuestro desarrollo agropecuario.