La semana pasada, la Corte Suprema de Justicia colombiana dictó “uno de los fallos ambientales más robustos que haya dictado un tribunal en el mundo”, como lo calificó Michael Gerrard, director del Centro Sabin contra el Cambio Climático de la Universidad de Columbia. La sentencia concedió la tutela presentada por 25 niños y jóvenes que, acompañados por Dejusticia, exigen al Gobierno Nacional cumplir su promesa de frenar la deforestación en la Amazonía, la principal causa de cambio climático en Colombia.
Si la Amazonía es el pulmón del planeta, la deforestación es su cáncer silencioso. Según cifras del Ideam, el tumor viene expandiéndose. En 2016, contra la promesa del Gobierno, la tala del bosque aumentó 44% a nivel nacional.
El fallo tiene varias novedades. Me detengo en una que he defendido en esta columna hace algunos años e incorporamos en la tutela que la Corte aceptó. Se trata de reconocer que la naturaleza, en este caso la Amazonía, es sujeto de algunos derechos.
¿Un pulmón con derechos? Suena insólito, pero el fallo de la Corte tiene antecedentes y bases sólidos. No sólo las numerosas leyes que protegen a los animales contra la crueldad alrededor del mundo, sino también las normas y fallos que otorgan derechos a algunos ríos (como el Ganges en India, el Whanganui en Nueva Zelanda y el Atrato en Colombia) y ecosistemas (como el parque Te Urewera en Nueva Zelanda).
En otra columna explicaba las razones jurídicas y éticas para otorgar algunos derechos a entidades naturales, así como se han reconocido derechos a entidades intangibles como las empresas y las organizaciones. Aquí me concentro en las consecuencias de ese reconocimiento, que van a ser importantes para que el Gobierno cumpla la orden de la Corte de implementar su promesa contra la deforestación en los próximos cuatro meses.
El ministro de Ambiente precisó acertadamente uno de los impactos cuando anunció que acataría el fallo. “Hay algo muy positivo en esa sentencia y es que el bioma de la Amazonía es sujeto de derechos. (…) Hay un planteamiento que me parece excepcional y es que esta es una responsabilidad de todo el Estado, pero más que el Estado, es una responsabilidad de la sociedad colombiana”, dijo Murillo.
Reconocer que la Amazonía tiene derechos (por ejemplo, a la supervivencia y la integridad) es decir que todos los ciudadanos podemos exigir su protección, incluso ante los tribunales, sin importar si somos habitantes de la región. Es más: no hace falta mostrar que la deforestación afecta los derechos de seres humanos porque, en sí misma, ella viola los derechos de una entidad (la Amazonía) que los tiene.
Otra de las novedades más alentadoras del caso es el apoyo entusiasta y masivo que ha recibido de miles de jóvenes de todo el país, a quienes invitaremos ahora a construir el Pacto Intergeneracional por la Amazonía que ordena la Corte Suprema, en colaboración con otras comunidades y actores. Ellos y ellas son quienes sufrirían los peores impactos del cambio climático. Y quienes serán los protagonistas de una plataforma de redes sociales y medios de comunicación que estamos construyendo para darle seguimiento al fallo y evitar que se quede en el papel.
*Director de Dejusticia.
La semana pasada, la Corte Suprema de Justicia colombiana dictó “uno de los fallos ambientales más robustos que haya dictado un tribunal en el mundo”, como lo calificó Michael Gerrard, director del Centro Sabin contra el Cambio Climático de la Universidad de Columbia. La sentencia concedió la tutela presentada por 25 niños y jóvenes que, acompañados por Dejusticia, exigen al Gobierno Nacional cumplir su promesa de frenar la deforestación en la Amazonía, la principal causa de cambio climático en Colombia.
Si la Amazonía es el pulmón del planeta, la deforestación es su cáncer silencioso. Según cifras del Ideam, el tumor viene expandiéndose. En 2016, contra la promesa del Gobierno, la tala del bosque aumentó 44% a nivel nacional.
El fallo tiene varias novedades. Me detengo en una que he defendido en esta columna hace algunos años e incorporamos en la tutela que la Corte aceptó. Se trata de reconocer que la naturaleza, en este caso la Amazonía, es sujeto de algunos derechos.
¿Un pulmón con derechos? Suena insólito, pero el fallo de la Corte tiene antecedentes y bases sólidos. No sólo las numerosas leyes que protegen a los animales contra la crueldad alrededor del mundo, sino también las normas y fallos que otorgan derechos a algunos ríos (como el Ganges en India, el Whanganui en Nueva Zelanda y el Atrato en Colombia) y ecosistemas (como el parque Te Urewera en Nueva Zelanda).
En otra columna explicaba las razones jurídicas y éticas para otorgar algunos derechos a entidades naturales, así como se han reconocido derechos a entidades intangibles como las empresas y las organizaciones. Aquí me concentro en las consecuencias de ese reconocimiento, que van a ser importantes para que el Gobierno cumpla la orden de la Corte de implementar su promesa contra la deforestación en los próximos cuatro meses.
El ministro de Ambiente precisó acertadamente uno de los impactos cuando anunció que acataría el fallo. “Hay algo muy positivo en esa sentencia y es que el bioma de la Amazonía es sujeto de derechos. (…) Hay un planteamiento que me parece excepcional y es que esta es una responsabilidad de todo el Estado, pero más que el Estado, es una responsabilidad de la sociedad colombiana”, dijo Murillo.
Reconocer que la Amazonía tiene derechos (por ejemplo, a la supervivencia y la integridad) es decir que todos los ciudadanos podemos exigir su protección, incluso ante los tribunales, sin importar si somos habitantes de la región. Es más: no hace falta mostrar que la deforestación afecta los derechos de seres humanos porque, en sí misma, ella viola los derechos de una entidad (la Amazonía) que los tiene.
Otra de las novedades más alentadoras del caso es el apoyo entusiasta y masivo que ha recibido de miles de jóvenes de todo el país, a quienes invitaremos ahora a construir el Pacto Intergeneracional por la Amazonía que ordena la Corte Suprema, en colaboración con otras comunidades y actores. Ellos y ellas son quienes sufrirían los peores impactos del cambio climático. Y quienes serán los protagonistas de una plataforma de redes sociales y medios de comunicación que estamos construyendo para darle seguimiento al fallo y evitar que se quede en el papel.
*Director de Dejusticia.