La lucha contra el otro virus: la infodemia
Que el COVID-19 proviene de un laboratorio, que es un arma de guerra biológica entre grandes potencias o que ya hay una vacuna son algunas de las noticias falsas que andan circulando y siendo replicadas sin filtro en las conversaciones de los colombianos. Análisis.
Santiago Martínez y Thomas Blanco
En tiempos de crisis aparecen los falsos profetas y los mensajes que solo buscan aumentar el terror. Hoy por hoy, el principal enemigo de la humanidad es el coronavirus, que hasta el momento ha dejado un saldo de más de 30.000 muertos y casi 700.000 infectados en el planeta. Sin embargo, en ese mismo carril, otra pandemia se ha tomado los reflectores, por los daños colaterales que genera en la sociedad y las implicaciones de su propagación: la infodemia, una marea de falsa información que ha contagiado a las redes sociales y a las conversaciones de WhatsApp.
Es común leer afirmaciones como que el origen del SARS-CoV-2 es un laboratorio y el virus, un arma de una guerra biológica entre grandes potencias. También no han faltado las curas providenciales y hasta los mágicos remedios caseros.
Teorías de conspiración potenciadas por un artículo del periódico New York Post firmado por el científico Steven Mosher, escrito a partir de conjeturas basadas en que el único laboratorio de bioseguridad nivel cuatro —el más alto— de China queda en Wuhan, epicentro de la pandemia. Amplificadas por el senador estadounidense Tom Cotton. Sin embargo, un estudio de Kristian Andersen, PhD, profesor asociado en inmunología y microbiología en Scripps Research, rastreó la evolución del SARS-CoV-2 y demostró que no proviene de un laboratorio en un artículo publicado por la revista Nature.
“Al comparar los datos disponibles de la secuencia del genoma para las cepas conocidas del coronavirus, podemos determinar con firmeza que el virus se originó a través de procesos naturales”, sentenció Andersen aludiendo a la estructura molecular del nuevo coronavirus, que contiene una estructura distintiva. En sus términos, “una columna vertebral” que difiere en grandes proporciones de los coronavirus conocidos, pero similar a los virus que se dan en dos animales: murciélagos y pangolines, que, probablemente, fueron los huéspedes del virus para dar el salto a los humanos.
Lea también: Tecnología criolla contra el coronavirus: mejor lentos pero seguros
En esa misma línea apunta Jaime Castellanos, director del Instituto de Virología de la Universidad del Bosque, quien concluyó, basado en los análisis de las secuencias del virus hechas en todo el mundo, que hay otra evidencia irrefutable: el principio de aleatoriedad. “Es la clave para entender que el nuevo coronavirus tiene un origen natural. Uno puede cambiar cada una de las 30.000 letras del SARS-CoV-2 en un laboratorio, pero tocaría ir una por una evaluando su comportamiento. Y la verdad es que tenemos un virus que se parece mucho a su probable abuelo (murciélago), a su probable papá (pangolín) y a sus hijos (primeros contagiados de Wuhan). Las evidencias de la cronogenética muestran que las mutaciones de las letras del virus fueron al azar”, sentenció Castellanos.
A su vez, la Organización Mundial para la Salud (OMS), a la par que busca los mejores tratamientos y la cura para el COVID-19, lanzó una campaña para luchar contra la desinformación, que proporciona una orientación práctica sobre todo lo relacionado a la pandemia a través de este número de WhatsApp: +41 798 931 892. Entre los mitos más renombrados desmentidos por el organismo de prevención, promoción e intervención de la salud a escala mundial, sobre la propagación del brote estaba que el nuevo coronavirus no podía transmitirse en zonas con climas cálidos, húmedos o muy fríos.
Afirmaciones falsas. Según la OMS el virus puede transmitirse en cualquier zona y está desmarcado de las condiciones climáticas. Aunque su supervivencia en algunas superficies sí puede variar dependiendo del material, la temperatura y la humedad. “La forma más eficaz de protegerse es limpiarse las manos de manera frecuente con un desinfectante a base de alcohol o con agua y jabón. Además, la infección se puede evitar al no tocarse los ojos, la boca y la nariz”, señaló el organismo.
Otros de los mitos frecuentes que ha tenido que desmentir es el del supuesto contagio por picaduras de mosquitos. La enfermedad se transmite únicamente por “gotículas respiratorias” que se generan cuando la gente habla, tose o estornuda. Asimismo, indicó que los secadores de manos no matan el nuevo coronavirus y que tampoco se deben utilizar lámparas ultravioletas para esterilizar las manos ni otras partes del cuerpo, porque pueden ocasionar irritación en la piel. Una de las indicaciones principales es que, si bien el alcohol o cloro desinfectan las superficies, estas sustancias no deben rociarse sobre el cuerpo, porque no matan al virus una vez ha entrado en el organismo.
Entre los últimos mitos desvirtuados está el de los remedios caseros, como enjuagarse la nariz con solución salina para prevenir la infección, tomar acetaminofén o vitamina C, comer ajo o tomar bicarbonato o bebidas calientes con jengibre, eucalipto y limón. Todas estas medidas, si bien ayudan a prevenir y recuperarse de un resfriado común, no son tratamientos para el COVID-19. Algunos de estos alimentos tienen propiedades antimicrobianas, la OMS establece que no hay sustento científico para indicar que consumir estos productos evite el brote del virus. Y cerró aclarando que los antibióticos son eficaces, pero con las bacterias, no con los virus. Por lo cual hizo un llamado a la no automedicación. (Lea Las metidas de pata de Patarroyo durante la pandemia de coronavirus)
Aún no existe una vacuna. Sin embargo, la comunidad científica está en una carrera contrarreloj para encontrarla. La OMS aprobó que se apliquen cuatro tratamientos para realizar ensayos clínicos. Se trata de cuatro medicamentos: Remdesivir (tratamiento contra el ébola); cloroquina e hidroxicloroquina (medicamentos contra la malaria y antiinflamatorios); ritonavir y lopinavir (medicamentos contra el VIH), y la combinación de estos dos últimos con interferón beta, una molécula que afecta la regulación de la inflamación en el cuerpo y que se ha utilizado en pacientes con MERS, uno de los virus de los que proviene el nuevo coronavirus.
Con respecto a la cloroquina e hidroxicloroquina en la última semana hubo una fuerte controversia por este tratamiento debido a unas declaraciones de Donald Trump, presidente de Estados Unidos, quien recomendó su uso a pesar de la falta de estudios sobre el tema. “Se ve como una solución muy alentadora, además podremos hacer que ese medicamento esté disponible casi de inmediato. Creo que podría ser un cambio de juego, tal vez no. Pero podría ser un cambio de juego muy muy poderoso”. Sus declaraciones, sin embargo, provocaron que cientos de ciudadanos salieran a comprar el medicamento, al punto que un ciudadano murió intoxicado por automedicarse.
El panel científico de la OMS, que en un principio había optado dejar por fuera a la cloroquina por su insipiencia en los ensayos clínicos, había cambiado de opinión semanas atrás en una reunión efectuada el pasado 13 de marzo en Ginebra (Suiza). La razón es que los medicamentos “recibieron una atención significativa en muchos países y hubo la necesidad de examinar la evidencia emergente para informar una decisión sobre su papel potencial”. El sistema para escoger el tratamiento a aplicar a los pacientes es aleatorio y los resultados están siendo analizados día a día por la OMS.
¿Cómo cuidarse de las noticias falsas? De entrada, desconfiar de toda la información proveniente de canales privados que no tengan un autor. Pistas como la ortografía o la coherencia de los argumentos también son claves. Otro de los consejos es verificar los autores y portales a los que se les atribuyen las noticias. Todo esto desligándose de las emociones y creencias políticas o religiosas.
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“Siempre duden al recibir y antes de compartir la información. La clave de las noticias falsas es que se aprovechan de los sesgos de nuestro cerebro y amplifican sentimientos como el miedo y el odio, sobre todo en tiempos de coronavirus. Si algo le causa una emoción muy fuerte, hay que tomarse unos segundos para pensar. La mayoría de los audios y cadenas de texto no tienen fuentes y las que citan uno puede desmentirlas buscando en Google. Hay que ser conscientes de que todos somos propensos a caer. El miedo no puede ser el que tome las decisiones”, recomienda Pablo Medina, director de Colombia Check, plataforma que detecta noticias falsas en el país.
Además de cumplir con la cuarentena y la orden de aislamiento, la responsabilidad de la ciudadanía es evitar la propagación de información falsa. La desinformación, el pánico y la histeria colectiva pueden ser igual de peligrosos a no lavarse las manos. Solo que para la infodemia, este nuevo virus que también deambula por ahí, sí hay una vacuna: que usted no sea un vehículo de noticias falsas.
*Puede consultar el recuento de noticias falsas que ha detectado El Espectador en este link.
“Estamos cubriendo de manera responsable esta pandemia, parte de eso es dejar sin restricción todos los contenidos sobre el tema que puedes consultar en el especial sobre Coronavirus".
En tiempos de crisis aparecen los falsos profetas y los mensajes que solo buscan aumentar el terror. Hoy por hoy, el principal enemigo de la humanidad es el coronavirus, que hasta el momento ha dejado un saldo de más de 30.000 muertos y casi 700.000 infectados en el planeta. Sin embargo, en ese mismo carril, otra pandemia se ha tomado los reflectores, por los daños colaterales que genera en la sociedad y las implicaciones de su propagación: la infodemia, una marea de falsa información que ha contagiado a las redes sociales y a las conversaciones de WhatsApp.
Es común leer afirmaciones como que el origen del SARS-CoV-2 es un laboratorio y el virus, un arma de una guerra biológica entre grandes potencias. También no han faltado las curas providenciales y hasta los mágicos remedios caseros.
Teorías de conspiración potenciadas por un artículo del periódico New York Post firmado por el científico Steven Mosher, escrito a partir de conjeturas basadas en que el único laboratorio de bioseguridad nivel cuatro —el más alto— de China queda en Wuhan, epicentro de la pandemia. Amplificadas por el senador estadounidense Tom Cotton. Sin embargo, un estudio de Kristian Andersen, PhD, profesor asociado en inmunología y microbiología en Scripps Research, rastreó la evolución del SARS-CoV-2 y demostró que no proviene de un laboratorio en un artículo publicado por la revista Nature.
“Al comparar los datos disponibles de la secuencia del genoma para las cepas conocidas del coronavirus, podemos determinar con firmeza que el virus se originó a través de procesos naturales”, sentenció Andersen aludiendo a la estructura molecular del nuevo coronavirus, que contiene una estructura distintiva. En sus términos, “una columna vertebral” que difiere en grandes proporciones de los coronavirus conocidos, pero similar a los virus que se dan en dos animales: murciélagos y pangolines, que, probablemente, fueron los huéspedes del virus para dar el salto a los humanos.
Lea también: Tecnología criolla contra el coronavirus: mejor lentos pero seguros
En esa misma línea apunta Jaime Castellanos, director del Instituto de Virología de la Universidad del Bosque, quien concluyó, basado en los análisis de las secuencias del virus hechas en todo el mundo, que hay otra evidencia irrefutable: el principio de aleatoriedad. “Es la clave para entender que el nuevo coronavirus tiene un origen natural. Uno puede cambiar cada una de las 30.000 letras del SARS-CoV-2 en un laboratorio, pero tocaría ir una por una evaluando su comportamiento. Y la verdad es que tenemos un virus que se parece mucho a su probable abuelo (murciélago), a su probable papá (pangolín) y a sus hijos (primeros contagiados de Wuhan). Las evidencias de la cronogenética muestran que las mutaciones de las letras del virus fueron al azar”, sentenció Castellanos.
A su vez, la Organización Mundial para la Salud (OMS), a la par que busca los mejores tratamientos y la cura para el COVID-19, lanzó una campaña para luchar contra la desinformación, que proporciona una orientación práctica sobre todo lo relacionado a la pandemia a través de este número de WhatsApp: +41 798 931 892. Entre los mitos más renombrados desmentidos por el organismo de prevención, promoción e intervención de la salud a escala mundial, sobre la propagación del brote estaba que el nuevo coronavirus no podía transmitirse en zonas con climas cálidos, húmedos o muy fríos.
Afirmaciones falsas. Según la OMS el virus puede transmitirse en cualquier zona y está desmarcado de las condiciones climáticas. Aunque su supervivencia en algunas superficies sí puede variar dependiendo del material, la temperatura y la humedad. “La forma más eficaz de protegerse es limpiarse las manos de manera frecuente con un desinfectante a base de alcohol o con agua y jabón. Además, la infección se puede evitar al no tocarse los ojos, la boca y la nariz”, señaló el organismo.
Otros de los mitos frecuentes que ha tenido que desmentir es el del supuesto contagio por picaduras de mosquitos. La enfermedad se transmite únicamente por “gotículas respiratorias” que se generan cuando la gente habla, tose o estornuda. Asimismo, indicó que los secadores de manos no matan el nuevo coronavirus y que tampoco se deben utilizar lámparas ultravioletas para esterilizar las manos ni otras partes del cuerpo, porque pueden ocasionar irritación en la piel. Una de las indicaciones principales es que, si bien el alcohol o cloro desinfectan las superficies, estas sustancias no deben rociarse sobre el cuerpo, porque no matan al virus una vez ha entrado en el organismo.
Entre los últimos mitos desvirtuados está el de los remedios caseros, como enjuagarse la nariz con solución salina para prevenir la infección, tomar acetaminofén o vitamina C, comer ajo o tomar bicarbonato o bebidas calientes con jengibre, eucalipto y limón. Todas estas medidas, si bien ayudan a prevenir y recuperarse de un resfriado común, no son tratamientos para el COVID-19. Algunos de estos alimentos tienen propiedades antimicrobianas, la OMS establece que no hay sustento científico para indicar que consumir estos productos evite el brote del virus. Y cerró aclarando que los antibióticos son eficaces, pero con las bacterias, no con los virus. Por lo cual hizo un llamado a la no automedicación. (Lea Las metidas de pata de Patarroyo durante la pandemia de coronavirus)
Aún no existe una vacuna. Sin embargo, la comunidad científica está en una carrera contrarreloj para encontrarla. La OMS aprobó que se apliquen cuatro tratamientos para realizar ensayos clínicos. Se trata de cuatro medicamentos: Remdesivir (tratamiento contra el ébola); cloroquina e hidroxicloroquina (medicamentos contra la malaria y antiinflamatorios); ritonavir y lopinavir (medicamentos contra el VIH), y la combinación de estos dos últimos con interferón beta, una molécula que afecta la regulación de la inflamación en el cuerpo y que se ha utilizado en pacientes con MERS, uno de los virus de los que proviene el nuevo coronavirus.
Con respecto a la cloroquina e hidroxicloroquina en la última semana hubo una fuerte controversia por este tratamiento debido a unas declaraciones de Donald Trump, presidente de Estados Unidos, quien recomendó su uso a pesar de la falta de estudios sobre el tema. “Se ve como una solución muy alentadora, además podremos hacer que ese medicamento esté disponible casi de inmediato. Creo que podría ser un cambio de juego, tal vez no. Pero podría ser un cambio de juego muy muy poderoso”. Sus declaraciones, sin embargo, provocaron que cientos de ciudadanos salieran a comprar el medicamento, al punto que un ciudadano murió intoxicado por automedicarse.
El panel científico de la OMS, que en un principio había optado dejar por fuera a la cloroquina por su insipiencia en los ensayos clínicos, había cambiado de opinión semanas atrás en una reunión efectuada el pasado 13 de marzo en Ginebra (Suiza). La razón es que los medicamentos “recibieron una atención significativa en muchos países y hubo la necesidad de examinar la evidencia emergente para informar una decisión sobre su papel potencial”. El sistema para escoger el tratamiento a aplicar a los pacientes es aleatorio y los resultados están siendo analizados día a día por la OMS.
¿Cómo cuidarse de las noticias falsas? De entrada, desconfiar de toda la información proveniente de canales privados que no tengan un autor. Pistas como la ortografía o la coherencia de los argumentos también son claves. Otro de los consejos es verificar los autores y portales a los que se les atribuyen las noticias. Todo esto desligándose de las emociones y creencias políticas o religiosas.
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“Siempre duden al recibir y antes de compartir la información. La clave de las noticias falsas es que se aprovechan de los sesgos de nuestro cerebro y amplifican sentimientos como el miedo y el odio, sobre todo en tiempos de coronavirus. Si algo le causa una emoción muy fuerte, hay que tomarse unos segundos para pensar. La mayoría de los audios y cadenas de texto no tienen fuentes y las que citan uno puede desmentirlas buscando en Google. Hay que ser conscientes de que todos somos propensos a caer. El miedo no puede ser el que tome las decisiones”, recomienda Pablo Medina, director de Colombia Check, plataforma que detecta noticias falsas en el país.
Además de cumplir con la cuarentena y la orden de aislamiento, la responsabilidad de la ciudadanía es evitar la propagación de información falsa. La desinformación, el pánico y la histeria colectiva pueden ser igual de peligrosos a no lavarse las manos. Solo que para la infodemia, este nuevo virus que también deambula por ahí, sí hay una vacuna: que usted no sea un vehículo de noticias falsas.
*Puede consultar el recuento de noticias falsas que ha detectado El Espectador en este link.
“Estamos cubriendo de manera responsable esta pandemia, parte de eso es dejar sin restricción todos los contenidos sobre el tema que puedes consultar en el especial sobre Coronavirus".