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La llegada de los vehículos autónomos es, quizá, un fenómeno inevitable: un salto tecnológico que podría redefinir no sólo la forma como manejamos, sino también la manera en que se diseñan las ciudades, por ejemplo. Pero la sola escala del cambio, las enormes barreras que aún hay que traspasar, tanto técnicas como culturares, impide que éste sea un asunto inmediato. Algunos análisis hablan de cinco a 10 años para que los carros manejados autónomamente sean algo medianamente común en las calles. (Lea "Cuál será el impacto de los carros inteligentes en la vida del futuro")
Ahora bien, una revolución de esta magnitud no sucede instantáneamente: si a largo plazo el futuro de la conducción es el vehículo autónomo, su presente ya está mediado por una cierta automatización del carro, especialmente en lo que respecta a sistemas de seguridad.
A grandes rasgos, varios de los sistemas de seguridad más interesantes que ya existen en el mercado, principalmente en el segmento prémium, tienen que ver con una mejor lectura del camino: un automóvil con una conciencia más elevada de las condiciones de la ruta. (Lea "Conducir, ¿mejor en las manos de un robot?")
A pesar de lo problemático que, en general, resulta asociar la palabra conciencia a una máquina, en la industria automotriz este dilema se soluciona mediante sistemas de observación que miden cosas como aceleración, velocidad, señales de tránsito, patrones de manejo del usuario e incluso las líneas que demarcan una carretera para corregir los errores de un conductor cansado o distraído. La recopilación de estos datos, que sucede en tiempo real gracias a cámaras estereoscópicas, radares, visión infrarroja y lentes que leen el plomo presente en la demarcación de una vía, se cruza con los datos de velocidad y peso de un vehículo para calcular cuándo es inminente un choque. Y aquí entra la parte de automatización. (Lea "Gigantes de la tecnología automotriz, unidos por regulación de carros autónomos")
Dependiendo del fabricante, un automóvil con sistemas de asistencia al conductor puede emitir alertas, maniobrar el timón (hasta cierto punto), desacelerar el vehículo o frenarlo por completo. La tecnología que corre por debajo de estas acciones implica otras como precargar los frenos para que, en una situación de riesgo, entreguen todo su poder con la menor intervención del conductor; alistar el despliegue de las bolsas de aire o tensar previamente el cinturón de seguridad y así reducir el desplazamiento de un pasajero en un choque. Este tipo de tecnologías están presentes en carros de Volvo, Mercedes-Benz, BMW y Audi, entre otros.
“El sistema de ayuda al frenado de emergencia es una tecnología que ya se puede considerar clásica. En su momento se detectó que, en colisiones frontales, las personas no frenaban con la suficiente potencia, entonces, en una situación de emergencia el carro termina de hacer la tarea con el poder suficiente. Lo nuevo acá, definitivamente, es la precarga de los frenos, que se hace en conjunto con los sistemas que calculan que va a haber un choque inminente”, opina Juan Carlos Vargas, del Centro de Experimentación, Investigación y Seguridad Vial de Colombia.
En una reciente investigación del Instituto de Seguros para la Seguridad en las Carreteras de Estados Unidos (IIHS) se encontró que los vehículos con dispositivos de lectura del camino (bien sean radares o cámaras) tienen 7 % menos riesgo de sufrir un accidente. Esta cifra sube a 14 % cuando se incorporan sistemas de frenado autónomo. El mismo informe asegura que los sistemas de luces inteligentes reducen hasta 10 % la probabilidad de un choque frontal. “En Colombia, la mejor tecnología de luces son los leds, pero lo que se está imponiendo en el mundo son las luces láser, que tienen tres veces más alcance y consumen una quinta parte de la energía”, cuenta Vargas.
La palabra inteligente en este aspecto se refiere a la posibilidad de que una luz disminuya su intensidad cuando identifique otro vehículo viajando en sentido contrario, gire de acuerdo a la dirección de la ruta o incluso despliegue mayor intensidad para cubrir mejor los puntos ciegos de una curva muy cerrada. Este tipo de funciones se apoyan en los sistemas de lectura del camino, algo que ya está presente en carros de gama alta.
El siguiente paso en este aspecto es la utilización, en tiempo real, de imágenes satelitales de la ruta, como lo cuenta Vargas: “Esto ya está comenzando a ocurrir en estos días. Hay pruebas para circuitos cortos en lugares como Múnich, Stuttgart, Tokio y Nueva York. Cosas como el cambio de sentido de una vía se pueden actualizar directamente en los sistemas del carro para ajustar los parámetros de manejo”.
Ahora bien, todos estos temas implican un cambio en la forma como se concibe el carro, una transformación en su naturaleza, pues, más que una máquina, se trata ahora de una pieza de software, un producto de computación.
Bajo esta visión, cabe esperar cosas propias de un software inteligente: que se actualice en tiempo real (un carro que, para ciertas cosas, no deba ir al taller), que se adapte a las necesidades de cada usuario y que, en últimas, aprenda, de la misma forma como lo hacen los algoritmos detrás de las búsquedas de Google o que reconocen imágenes en Facebook.