Cómo los carros autónomos podrían redefinir la planeación urbana
Los vehículos que se conducen solos tendrán un impacto en el desarrollo de tecnologías como la inteligencia artificial y también en la forma como se diseñan las ciudades.
Santiago La Rotta
El sueño de un carro que se conduce solo no es un asunto nacido enteramente de la era de internet. Pero, aunque hay proyectos en esta materia que datan de los años 80, la materialización del asunto podría estar a unos pocos años de distancia. (Lea "Así será el futuro de la seguridad en los carros")
Esta es la visión de Ford, que esta semana anunció que en 2020 tendrá una flota de vehículos autónomos disponibles para el transporte de pasajeros.
Algo similar quieren realizar Volvo y Uber, que anunciaron, también esta semana, que comenzarán a probar en Pittsburgh (EE. UU.) un servicio similar en menos de un mes.
La conducción autónoma es quizá el gran motor de la industria automotriz actualmente, así como un punto de inversión y desarrollo importante para empresas de tecnología con intereses en temas como inteligencia artificial o big data, entre ellas Google y Apple, por mencionar dos.
Según la Oficina del Censo de Estados Unidos, la población mundial actual supera los 7.345 millones de personas. La ONU calcula que, para 2050, esta cifra será de 9.000 millones. Entre las muchas cuestiones que habrán de ser resueltas para entonces, vale la pena preguntarse cuántos de esos 1.650 millones de nuevos habitantes tendrán carros y de qué tipo.
Parecería una ligereza considerar este aspecto, pero la movilidad urbana está estrechamente ligada a asuntos como el consumo de energía y la distribución poblacional. La transformación hacia la conducción autónoma es una cuestión que, más allá de sus implicaciones tecnológicas, tendría consecuencias en la forma misma como son planeadas, construidas y manejadas las ciudades.
Buena parte de la nueva población que Naciones Unidas calcula que habrá en 2050 va a ser absorbida por ciudades en países en vías de desarrollo, como Colombia. ¿Qué cambios vendrían rodando con los carros autónomos?
Carlos Gershenson García y su equipo, en el Departamento de Ciencias de la Computación de la Universidad Autónoma de México, llevan un tiempo trabajando en algoritmos para controlar carros autónomos. No se trata de diseñar cómo se maneja un vehículo a la vez, sino flotas enteras: una especie de sistema inteligente de movilidad.
“Hasta el momento, el desarrollo en este campo se ha centrado mayoritariamente en el control de un vehículo. Lo que estamos investigando es qué se puede hacer cuando se manejan sistemas enteros de carros que se conducen autónomamente”.
Una de las posibilidades de su investigación pareciera tan fantástica como la idea misma de un carro que se maneja solo: ciudades sin semáforos. Gershenson dice que, “en vez de decirle a cada elemento qué hacer, permitimos que cada uno decida. Un grupo de aves decide qué hacer con la información local que tiene a la mano. Un carro autónomo toma decisiones de acuerdo con los datos que tiene disponibles. Mirándolo desde esta perspectiva, se trata de un tema de regulación de tráfico”.
Bajo esta visión, los patrones de tráfico se pueden ajustar para acomodar un flujo de vehículos que no sólo es constante, sino que puede operar siempre al máximo de su capacidad. En ese orden de ideas, una flota de vehículos autónomos no bloquearía una intersección, por ejemplo, sino que se ajustaría al flujo de las vías que confluyen en ella. “Si nadie bloquea un paso, la necesidad del semáforo desaparece o se reajusta para otras funciones”, en palabras del investigador mexicano.
La conducción autónoma también podría reducir la demanda de parqueaderos. Un vehículo que no se necesita en todo el día puede retornar a la casa del usuario y recogerlo de nuevo a una hora de terminada. Según un estudio de la Universidad de Harvard, los parqueaderos pueden consumir un tercio del área disponible en una ciudad promedio.
Tener de vuelta ese suelo podría cambiarle la cara al desarrollo urbano y, de paso, a buena parte de la humanidad. Se estima que, en apenas 200 años, el mundo pasó de tener una sola ciudad con más de cinco millones de habitantes a 54, la mayoría de ellas en Asia.
Hay muchas preguntas técnicas, legales y acaso éticas por resolver en el creciente mundo de la conducción autónoma. A estos cuestionamientos habría que añadir todo un capítulo de planeación y desarrollo urbano. Y tal vez en esta ocasión la inclusión de los carros en la ecuación no sea un problema, sino acaso una forma de solucionar la movilidad, y con ella parte de la vida moderna. Una esperanza que vale la pena revisar.
El sueño de un carro que se conduce solo no es un asunto nacido enteramente de la era de internet. Pero, aunque hay proyectos en esta materia que datan de los años 80, la materialización del asunto podría estar a unos pocos años de distancia. (Lea "Así será el futuro de la seguridad en los carros")
Esta es la visión de Ford, que esta semana anunció que en 2020 tendrá una flota de vehículos autónomos disponibles para el transporte de pasajeros.
Algo similar quieren realizar Volvo y Uber, que anunciaron, también esta semana, que comenzarán a probar en Pittsburgh (EE. UU.) un servicio similar en menos de un mes.
La conducción autónoma es quizá el gran motor de la industria automotriz actualmente, así como un punto de inversión y desarrollo importante para empresas de tecnología con intereses en temas como inteligencia artificial o big data, entre ellas Google y Apple, por mencionar dos.
Según la Oficina del Censo de Estados Unidos, la población mundial actual supera los 7.345 millones de personas. La ONU calcula que, para 2050, esta cifra será de 9.000 millones. Entre las muchas cuestiones que habrán de ser resueltas para entonces, vale la pena preguntarse cuántos de esos 1.650 millones de nuevos habitantes tendrán carros y de qué tipo.
Parecería una ligereza considerar este aspecto, pero la movilidad urbana está estrechamente ligada a asuntos como el consumo de energía y la distribución poblacional. La transformación hacia la conducción autónoma es una cuestión que, más allá de sus implicaciones tecnológicas, tendría consecuencias en la forma misma como son planeadas, construidas y manejadas las ciudades.
Buena parte de la nueva población que Naciones Unidas calcula que habrá en 2050 va a ser absorbida por ciudades en países en vías de desarrollo, como Colombia. ¿Qué cambios vendrían rodando con los carros autónomos?
Carlos Gershenson García y su equipo, en el Departamento de Ciencias de la Computación de la Universidad Autónoma de México, llevan un tiempo trabajando en algoritmos para controlar carros autónomos. No se trata de diseñar cómo se maneja un vehículo a la vez, sino flotas enteras: una especie de sistema inteligente de movilidad.
“Hasta el momento, el desarrollo en este campo se ha centrado mayoritariamente en el control de un vehículo. Lo que estamos investigando es qué se puede hacer cuando se manejan sistemas enteros de carros que se conducen autónomamente”.
Una de las posibilidades de su investigación pareciera tan fantástica como la idea misma de un carro que se maneja solo: ciudades sin semáforos. Gershenson dice que, “en vez de decirle a cada elemento qué hacer, permitimos que cada uno decida. Un grupo de aves decide qué hacer con la información local que tiene a la mano. Un carro autónomo toma decisiones de acuerdo con los datos que tiene disponibles. Mirándolo desde esta perspectiva, se trata de un tema de regulación de tráfico”.
Bajo esta visión, los patrones de tráfico se pueden ajustar para acomodar un flujo de vehículos que no sólo es constante, sino que puede operar siempre al máximo de su capacidad. En ese orden de ideas, una flota de vehículos autónomos no bloquearía una intersección, por ejemplo, sino que se ajustaría al flujo de las vías que confluyen en ella. “Si nadie bloquea un paso, la necesidad del semáforo desaparece o se reajusta para otras funciones”, en palabras del investigador mexicano.
La conducción autónoma también podría reducir la demanda de parqueaderos. Un vehículo que no se necesita en todo el día puede retornar a la casa del usuario y recogerlo de nuevo a una hora de terminada. Según un estudio de la Universidad de Harvard, los parqueaderos pueden consumir un tercio del área disponible en una ciudad promedio.
Tener de vuelta ese suelo podría cambiarle la cara al desarrollo urbano y, de paso, a buena parte de la humanidad. Se estima que, en apenas 200 años, el mundo pasó de tener una sola ciudad con más de cinco millones de habitantes a 54, la mayoría de ellas en Asia.
Hay muchas preguntas técnicas, legales y acaso éticas por resolver en el creciente mundo de la conducción autónoma. A estos cuestionamientos habría que añadir todo un capítulo de planeación y desarrollo urbano. Y tal vez en esta ocasión la inclusión de los carros en la ecuación no sea un problema, sino acaso una forma de solucionar la movilidad, y con ella parte de la vida moderna. Una esperanza que vale la pena revisar.