Con la neutralidad de la red se juega el futuro de internet
La forma como se asuma este principio de funcionamiento determinará, en buena medida, la supervivencia de varios negocios en línea.
Santiago La rotta
Hablar de neutralidad de la red es arrancar una conversación que prontamente puede tornarse técnica y, acaso, pedregosa, ininteligible. En palabras simples, este es un principio que busca garantizar que todo el tráfico que corre a través de internet sea tratado de la misma forma: que no exista la posibilidad de discriminar ni privilegiar unos datos por encima de otros, unas aplicaciones en detrimento, o beneficio, de otras, por ejemplo.
La aparente complejidad del tema suele oscurecer el debate, confinarlo a nichos de discusión técnica. Pero, en el fondo, lo que suceda con este principio definirá en buena parte cómo se hacen negocios en internet e incluso puede determinar la supervivencia o no de renglones enteros de empresas en la red.
Chris Marsden es profesor de la Universidad de Sussex y uno de los académicos más reconocidos en derecho de internet, especialmente en temas como neutralidad de la red. Está en Colombia invitado por la Fundación Karisma para discutir estos temas en el país. En esta conversación, que presentamos a forma de monólogo, habla de la necesidad de que los reguladores nacionales asuman este tema con la importancia que merece.
“La neutralidad de la red no es, necesariamente, un tema técnicamente complejo. Resulta así cuando es tratado por la gente que no quiere ningún tipo de regulación en este asunto y entonces llegamos a algo como “nadie sabe qué es, entonces nadie puede hacer algo al respecto”. Pero los temas fundamentales son bastante simples.
Hay dos extremos en esta conversación y debemos ignorarlos. En el primero está la gente que asegura que no debe haber ningún manejo, ninguna interferencia, del tráfico de internet. Cualquier ingeniero diría prontamente: siempre hay un tipo de manejo, internet es la red de comunicación con más tipos de mediciones y manejos que ha creado la humanidad.
Por ejemplo, hay que tener algún tipo de manejo, pues nadie quiere llenarse de correo basura. Hoy se calcula que más del 90 % del correo electrónico en el mundo es spam. Y su proveedor de servicios filtra esto para que los usuarios no lo vean. O lo hace Gmail. Uno tiene su buzón de entrada y su fólder de spam, en donde hay 1.777 correos siempre. Todos estamos familiarizados con esta idea y estamos acostumbrados a este filtro.
Y en el otro extremo tenemos a quienes dicen que la neutralidad de la red no es necesaria, porque afecta la competitividad de los proveedores de servicios, básicamente. Y esto es igualmente loco, porque estamos hablando de compañías de telecomunicaciones, que siempre han tenido responsabilidades especiales, que uno espera que tengan y asuman porque proveen un servicio muy importante. No puedo llegar mañana y decir que abro una compañía de internet o telefonía en Colombia así como así. Debo conversar con el regulador y esta entidad me da el visto bueno o no. Claramente, se necesita regulación de algún tipo.
Lo extraño que ha pasado con la neutralidad de la red es que los proveedores de servicio aceptan que hay que manejar la red y lo que termina pasando en realidad es que bloquean Whatsapp, por ejemplo. Lo hemos visto en otros países. Y aquí surgen preguntas realmente importantes acerca de privacidad, sobre quién sabe qué hace la gente en internet. La neutralidad de la red y la privacidad son dos conversaciones que van juntas y muchas veces sólo nos enteramos de que algo está pasando con la primera porque las compañías interfieren con la segunda.
Los dos extremos son una caricatura del sistema: no debe haber manejo del tráfico en internet, algo que simplemente no es cierto, y, el otro, el regulador no debería hacer nada, en cuyo caso prescindamos de éste de una vez. Nadie cree en los dos puntos.
Entonces, en la mitad tenemos que discutir qué debe ser permitido y qué no. En el mundo hay un consenso sobre esto, o al menos lo había hasta que llegó Trump. El problema es que a Trump le parece que la guerra nuclear sería una buena idea, así que mejor dejemos eso de lado.
Pero antes había un consenso sobre esto: si quieres tener servicios especiales de alta velocidad para video, por ejemplo, eso no es internet. Debe ser separado, servicios especializados, aparte de internet.
Y lo segundo es que zero rating puede ser un problema y lo es particularmente cuando todos los proveedores, o los más grandes, hacen un trato con una compañía. Y para ser claros, aquí hablamos de Facebook. Esto no es una buena idea, porque puede distorsionar el mercado.
Cuando hablamos de zero rating nos referimos a la posibilidad de usar una aplicación sin que esta utilice datos del plan de un usuario, que tiene un límite de consumo específico.
Cuando tenemos zero rating comenzamos a ver varios problemas. El primero es que no sabemos muy bien cómo fluye el dinero. Me explico: Si Facebook hace un trato con un operador dominante, por ejemplo, cuyo dueño es uno de los hombres más ricos del mundo, quién paga a quién por el zero rating y por qué.
Me he encontrado situaciones en algunos países en las que el operador más grande recibía dinero de Facebook para obtener zero rating. Y el operador más pequeño le paga a Facebook para poder hacer lo mismo. Y aquí no queda claro hacia dónde va el dinero y por qué. Esto dice mucho de cómo se construye la competencia y el servicio de cara a los usuarios.
Hay varias cosas que se pueden hacer en este tema. La primera es que el regulador dijera que no se puede hacer “zero rating” de ningún tipo. O, si se va a hacer, debe ser para toda una categoría de aplicaciones: redes sociales, apps de periódicos, servicios de mensajería.
Ahora, aquí hay un punto interesante. La práctica de zero rating sólo importa cuando hay límites en el consumo de dato de los planes. Esto no es un problema en Finlandia, por ejemplo, porque allí la gente consume, en promedio, 10GB mensualmente en datos móviles. ¿Por qué sucede esto? Porque tienen operadores que llevan compitiendo un largo tiempo y los consumidores utilizan los datos que quieren, sin pensar en límites. Entonces, uno de los efectos colaterales de esto es que no hay necesidad de “zero rating”. Si uno dice “vamos a dejarte el acceso a Whatsapp gratis”, la respuesta obvia es “¿de qué hablas?, todo internet es gratis para mí”.
Lo que nos dice esto es que el zero rating sería un fenómeno temporal, porque las condiciones del mercado pueden eliminar la necesidad de tener esta práctica. Pero el problema es que la gente y los operadores se acostumbran a esta ineficiencia del mercado mismo y así es como una medida que podría dejar de existir se vuelve permanente.
La explosión del uso de datos móviles implica que todo baja de precio, la tecnología, el almacenamiento, y todos deberíamos esperar tener condiciones como las de Finlandia en unos tres años. El problema de que los reguladores permitan el “zero rating” sin mayor escrutinio es que puede volverse una condición normal del mercado, cuando deberían obligar a las compañías a ofrecer acceso a datos más barato cada año.
La normalización de esta práctica también viene por cuenta de algo que he llamado zero washing y funciona de la misma forma en que las compañías de petróleo se pintan como amigables con el medio ambiente: uno ve fotos de niños sonriendo en campos verdes al lado del logo de una petrolera, por ejemplo.
En nuestro caso, Facebook hace esto a través de Free Basics, con la explicación de que es una forma de conexión a internet para la gente que no está en internet. Y esto suena bien para muchos políticos. Pero lo que pasa en realidad es que la opción de redes sociales que tendrán estos usuarios es Facebook y Whatsapp lo será para mensajería instantánea.
El problema es que acá hablamos de una unión del operador dominante en un mercado con la compañía que domina un espectro de internet en todo el mundo. Algo está mal en este modelo.
Hablar de neutralidad de la red es arrancar una conversación que prontamente puede tornarse técnica y, acaso, pedregosa, ininteligible. En palabras simples, este es un principio que busca garantizar que todo el tráfico que corre a través de internet sea tratado de la misma forma: que no exista la posibilidad de discriminar ni privilegiar unos datos por encima de otros, unas aplicaciones en detrimento, o beneficio, de otras, por ejemplo.
La aparente complejidad del tema suele oscurecer el debate, confinarlo a nichos de discusión técnica. Pero, en el fondo, lo que suceda con este principio definirá en buena parte cómo se hacen negocios en internet e incluso puede determinar la supervivencia o no de renglones enteros de empresas en la red.
Chris Marsden es profesor de la Universidad de Sussex y uno de los académicos más reconocidos en derecho de internet, especialmente en temas como neutralidad de la red. Está en Colombia invitado por la Fundación Karisma para discutir estos temas en el país. En esta conversación, que presentamos a forma de monólogo, habla de la necesidad de que los reguladores nacionales asuman este tema con la importancia que merece.
“La neutralidad de la red no es, necesariamente, un tema técnicamente complejo. Resulta así cuando es tratado por la gente que no quiere ningún tipo de regulación en este asunto y entonces llegamos a algo como “nadie sabe qué es, entonces nadie puede hacer algo al respecto”. Pero los temas fundamentales son bastante simples.
Hay dos extremos en esta conversación y debemos ignorarlos. En el primero está la gente que asegura que no debe haber ningún manejo, ninguna interferencia, del tráfico de internet. Cualquier ingeniero diría prontamente: siempre hay un tipo de manejo, internet es la red de comunicación con más tipos de mediciones y manejos que ha creado la humanidad.
Por ejemplo, hay que tener algún tipo de manejo, pues nadie quiere llenarse de correo basura. Hoy se calcula que más del 90 % del correo electrónico en el mundo es spam. Y su proveedor de servicios filtra esto para que los usuarios no lo vean. O lo hace Gmail. Uno tiene su buzón de entrada y su fólder de spam, en donde hay 1.777 correos siempre. Todos estamos familiarizados con esta idea y estamos acostumbrados a este filtro.
Y en el otro extremo tenemos a quienes dicen que la neutralidad de la red no es necesaria, porque afecta la competitividad de los proveedores de servicios, básicamente. Y esto es igualmente loco, porque estamos hablando de compañías de telecomunicaciones, que siempre han tenido responsabilidades especiales, que uno espera que tengan y asuman porque proveen un servicio muy importante. No puedo llegar mañana y decir que abro una compañía de internet o telefonía en Colombia así como así. Debo conversar con el regulador y esta entidad me da el visto bueno o no. Claramente, se necesita regulación de algún tipo.
Lo extraño que ha pasado con la neutralidad de la red es que los proveedores de servicio aceptan que hay que manejar la red y lo que termina pasando en realidad es que bloquean Whatsapp, por ejemplo. Lo hemos visto en otros países. Y aquí surgen preguntas realmente importantes acerca de privacidad, sobre quién sabe qué hace la gente en internet. La neutralidad de la red y la privacidad son dos conversaciones que van juntas y muchas veces sólo nos enteramos de que algo está pasando con la primera porque las compañías interfieren con la segunda.
Los dos extremos son una caricatura del sistema: no debe haber manejo del tráfico en internet, algo que simplemente no es cierto, y, el otro, el regulador no debería hacer nada, en cuyo caso prescindamos de éste de una vez. Nadie cree en los dos puntos.
Entonces, en la mitad tenemos que discutir qué debe ser permitido y qué no. En el mundo hay un consenso sobre esto, o al menos lo había hasta que llegó Trump. El problema es que a Trump le parece que la guerra nuclear sería una buena idea, así que mejor dejemos eso de lado.
Pero antes había un consenso sobre esto: si quieres tener servicios especiales de alta velocidad para video, por ejemplo, eso no es internet. Debe ser separado, servicios especializados, aparte de internet.
Y lo segundo es que zero rating puede ser un problema y lo es particularmente cuando todos los proveedores, o los más grandes, hacen un trato con una compañía. Y para ser claros, aquí hablamos de Facebook. Esto no es una buena idea, porque puede distorsionar el mercado.
Cuando hablamos de zero rating nos referimos a la posibilidad de usar una aplicación sin que esta utilice datos del plan de un usuario, que tiene un límite de consumo específico.
Cuando tenemos zero rating comenzamos a ver varios problemas. El primero es que no sabemos muy bien cómo fluye el dinero. Me explico: Si Facebook hace un trato con un operador dominante, por ejemplo, cuyo dueño es uno de los hombres más ricos del mundo, quién paga a quién por el zero rating y por qué.
Me he encontrado situaciones en algunos países en las que el operador más grande recibía dinero de Facebook para obtener zero rating. Y el operador más pequeño le paga a Facebook para poder hacer lo mismo. Y aquí no queda claro hacia dónde va el dinero y por qué. Esto dice mucho de cómo se construye la competencia y el servicio de cara a los usuarios.
Hay varias cosas que se pueden hacer en este tema. La primera es que el regulador dijera que no se puede hacer “zero rating” de ningún tipo. O, si se va a hacer, debe ser para toda una categoría de aplicaciones: redes sociales, apps de periódicos, servicios de mensajería.
Ahora, aquí hay un punto interesante. La práctica de zero rating sólo importa cuando hay límites en el consumo de dato de los planes. Esto no es un problema en Finlandia, por ejemplo, porque allí la gente consume, en promedio, 10GB mensualmente en datos móviles. ¿Por qué sucede esto? Porque tienen operadores que llevan compitiendo un largo tiempo y los consumidores utilizan los datos que quieren, sin pensar en límites. Entonces, uno de los efectos colaterales de esto es que no hay necesidad de “zero rating”. Si uno dice “vamos a dejarte el acceso a Whatsapp gratis”, la respuesta obvia es “¿de qué hablas?, todo internet es gratis para mí”.
Lo que nos dice esto es que el zero rating sería un fenómeno temporal, porque las condiciones del mercado pueden eliminar la necesidad de tener esta práctica. Pero el problema es que la gente y los operadores se acostumbran a esta ineficiencia del mercado mismo y así es como una medida que podría dejar de existir se vuelve permanente.
La explosión del uso de datos móviles implica que todo baja de precio, la tecnología, el almacenamiento, y todos deberíamos esperar tener condiciones como las de Finlandia en unos tres años. El problema de que los reguladores permitan el “zero rating” sin mayor escrutinio es que puede volverse una condición normal del mercado, cuando deberían obligar a las compañías a ofrecer acceso a datos más barato cada año.
La normalización de esta práctica también viene por cuenta de algo que he llamado zero washing y funciona de la misma forma en que las compañías de petróleo se pintan como amigables con el medio ambiente: uno ve fotos de niños sonriendo en campos verdes al lado del logo de una petrolera, por ejemplo.
En nuestro caso, Facebook hace esto a través de Free Basics, con la explicación de que es una forma de conexión a internet para la gente que no está en internet. Y esto suena bien para muchos políticos. Pero lo que pasa en realidad es que la opción de redes sociales que tendrán estos usuarios es Facebook y Whatsapp lo será para mensajería instantánea.
El problema es que acá hablamos de una unión del operador dominante en un mercado con la compañía que domina un espectro de internet en todo el mundo. Algo está mal en este modelo.