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Tim Cook es, desde hace cinco años, la cara pública de una de las compañías con mayor presencia entre el público en todo el planeta. Más aún, es una de las empresas con uno de los ejecutivos más recordados en el mundo de la tecnología, y de los negocios, de paso. Suceder a Steve Jobs siempre fue, como mínimo, una tarea retadora.
Antes de ser el CEO de Apple, Cook desempeñaba funciones vitales, aunque alejadas de los reflectores: su trabajo consistía, básicamente, en asegurarse que cada iPod, pantalla de iPhone o chip del Macintosh salga a tiempo de la línea de producción y al menor costo posible.
Si Steve Jobs era una especie de Papá Noel, de Santa Claus llenando al mundo con sus regalos bien diseñados y para algunos caros, Tim Cook sería el gnomo que llena el trineo: sería todos los gnomos a la vez.
Cook fue el jefe de la división de Macintosh de la compañía y, en tres ocasiones, pasó por el bautismo de fuego de ejercer las funciones de CEO. De hecho, hasta la muerte de Jobs, era el CEO encargado, debido a la licencia que el fundador de Apple había pedido por razones de salud. Su ascenso al trono de una de las compañías más rentables y exitosas de los últimos años es, para muchos, apenas un paso más en el engranaje de una empresa que deja poco al azar.
Por más de 14 años, Cook fue uno de los empleados más cercanos a Jobs y el responsable de supervisar las operaciones diarias de Apple. ¿Qué significa esto exactamente? Bueno, cosas como comprarle a un fabricante chino toda su producción de memorias flash (esas que hicieron posible iPod nano). La jugada no sólo garantizó el ritmo normal de fabricación del dispositivo, sino que le permitió a la compañía obtener precios más bajos por materias primas, así como bloquear a un eventual competidor que quisiera diseñar un aparato similar o copiar el éxito de Apple.
La empresa de la manzana suele estar en el imaginario colectivo de los consumidores de tecnología por su diseño y funcionalidad. Sin embargo, el corazón mismo de la empresa no sólo es un equipo de diseño, sino la posibilidad de contar con el aluminio necesario, a los precios correctos, para garantizar la producción exacta de las placas de una sola pieza que conforman el chasis de la línea de Macbook Pro.
Cook es un maniático del inventario. Es el tipo obsesionado con una cadena de producción que no fabrica nada que no pueda vender porque, como bien lo sabe, cada Mac que comienza a guardar polvo en alguna bodega es dinero perdido. Sus cálculos, según una entrevista de 1997, establecen que lo que se guarda en stock pierde normalmente entre 1% y 2% de su valor cada semana; esto si es una semana normal, si es Navidad, bueno, alguien no va a tener empleo para cuando llegue el nuevo año.
Este tipo de rigor y disciplina permitió a la compañía cambiar de procesadores en toda su línea de computadores sin mayores traumatismos. Ojo, la tarea suena normal, pero no lo es. El salto del Power PC de IBM a Intel (que fue anunciada en 2005) requería desde nuevas tarjetas madre hasta una reescritura del software. Nadie sintió el peso logístico de semejante movimiento, en buena parte por obra de Cook. Esta jugada permitió que toda una nueva generación de consumidores entraran al mundo del Mac, gracias a que, al tener chips de Intel, Windows pudiera correrse en el mismo computador para aquellas tareas que el usuario deseara.
Desde que se supo de los problemas de salud de Steve Jobs (que incluyeron una cirugía para curar una rara forma de cáncer pancreático, además de un trasplante de hígado en 2009), los rumores sobre el plan para reemplazarlo comenzaron. Los nombres de Scott Forstall y Jonathan Ive (entonces la cabeza de desarrollo de iOS y el mítico director de diseño de la compañía, respectivamente) sonaron con fuerza. Pero fue Cook quien al final, y durante todas las ausencias médicas de Jobs, tomó las riendas de la compañía.
El movimiento tiene sentido. En una entrevista en 2004, Jobs hablaba acerca de cómo muere la innovación en una compañía: cuando es manejada por ejecutivos con un perfil de ventas, no de diseño, investigación o producto.
De acuerdo con el cofundador de Apple, el éxito de su empresa radica en su compromiso a hacer grandes productos. ¿Qué es eso? Es un asunto que, claro, parte del concepto y el diseño, pero que, para alcanzar una masa crítica en producción, eficiencia y alcance, necesita de alguien que pueda garantizar las materias primas y la manufacturación en una fábrica perdida en alguna provincia de China. En últimas, lo que se requiere es gente de producto (no de mercadeo o ventas) al frente del show.
Cook es justamente eso: un hombre que sabe de productos porque ha estado presente en el desarrollo de los éxitos de Apple desde hace casi dos décadas. De nada sirve tener un gran diseño, si los objetos no llegan a las estanterías a tiempo y con el mejor precio posible.
Los cinco años de Cook al mando de la compañía llegan en medio de una desaceleración en las ventas mundiales de celulares. El escenario actual también está marcado por una creciente crítica a la marca por no innovar tan rápido como se espera, o desean algunos.
A pesar de esto, la empresa sigue siendo una de las más rentables del planeta y un referente en mercados que van más allá de la telefonía celular, como los wearables, con el Apple Watch, o el streaming de contenido, con Apple Music y iTunes.