El todo por el todo: Spotify se juega su futuro con entrada a la bolsa de valores
La compañía busca expandir su base de usuarios pagos y conservar su esencia en un mercado que busca retornos de inversión rápidamente y justo en un tiempo en el que las acciones de tecnología tienen un desempeño flojo.
Santiago La Rotta.
“Muchas personas me han preguntado cómo me siento por la entrada a la bolsa. Estoy orgulloso de lo que hemos construido en la pasada década, claro. Pero lo que me resulta más importante es que mañana no es el día más importante de Spotify”.
Las palabras son de Daniel Ek, CEO y cofundador de la aplicación de música, que este martes entró a cotizarse en la bolsa de valores de Nueva York, uno de los pasos más grandes que da la compañía sueca que fue fundada en 2006.
Para Ek, inversionistas, analistas de mercado y, en general, para la industria de la música, lo más crítico viene ahora. El ejecutivo tiene un ideal: “Así este día nos ponga en el gran escenario, no cambia lo que somos ni cómo operamos”. Todo un reto.
Hasta hoy, Spotify es la aplicación de streaming de música más grande y ciertamente la más exitosa. Cuenta con unos 159 millones de usuarios en total y 71 millones de estos están suscritos al modelo pago. La compañía absorbe algo así como 40 % de las ganancias del mercado de streaming de música. De acuerdo con la Federación Internacional de la Industria Fonográfica (IFPI, por sus siglas en inglés), los canales digitales suman al menos 50 % de las ganancias de la industria musical a nivel global que, para 2016, llegó a casi US$16.000 millones. La participación del negocio digital ha ido aumentando en los últimos años y, entre 2015 y 2016, subió 5 %.
Spotify reinó casi en solitario en el terreno del streaming durante un tiempo. Y, en justicia, la aparición de la app fue uno de los grandes motores de cambio en la industria musical y su giro hacia las ventas digitales y los servicios de streaming. En 2006, pocas empresas se habían arriesgado a tantear las aguas de la distribución legal, y a bajo precio, de música en internet. El fantasma de la piratería aún rondaba duramente la industria y pocos creían que un servicio por suscripción fuera a satisfacer a consumidores y disqueras. Pero lo hizo.
Desde entonces, Spotify lidera un segmento que se tornó mucho más competitivo y en el que ingresó uno de los peces más gordos en tecnología, con la llegada de Apple Music hace tres años.
Spotify continúa adelante en esa carrera por varias razones, al menos en comparación con Apple. La primera es que su plataforma no está atada a un sistema operativo en específico, sino que funciona en cualquier dispositivo digital en el mundo. Apple Music cuenta con versión para Android, pero, la verdad sea dicha, su interfaz y rendimiento en este ambiente es flojo, por decir lo menos.
Por otro lado, la compañía sueca sigue sosteniendo el modelo freemium que ha resultado tan exitoso en ámbitos como los videojuegos móviles: el usuario puede escuchar música gratis, pero debe soportar un río de publicidad que, a decir verdad, no es tan intenso, pero que a la larga puede resultar fastidioso.
De hecho, la aplicación nació bajo el modelo de suscripción gratuita-publicidad e integró luego el modelo pago, en el cual los avisos comerciales desaparecen por completo. Según cifras de la plataforma, 60 % de sus suscriptores pagos llegaron al servicio mediante el esquema gratuito.
Tener ambos modelos tiene una implicación financiera de fondo: si bien hay publicidad, Spotify debe cubrir costos operativos y gastos (licencias por el uso de la música) de una porción, cuando menos, de sus usuarios gratuitos. Y esto, quizá, la pone en una posición de vulnerabilidad en el mercado.
Ahora, nadie entra al mercado de acciones para perder dinero. Es totalmente lo opuesto. Pero hay un punto crítico acá: las compañías con necesidades urgentes, o vacíos grandes (no es el caso de Spotify, por cierto), deben maximizar su desempeño y aplacar a sus inversionistas a como dé lugar. Y esto, como lo ha dicho Sarah Lacy, analista de Silicon Valley y creadora de Pando (una plataforma que monitorea emprendimientos tecnológicos), convierte a las empresas en esclavas del mercado: las prioridades de los inversionistas no siempre son las mejores soluciones para los productos, pues sus intereses son financieros, no tecnológicos y a veces ni siquiera empresariales.
Las palabras de Ek cobran importancia acá, de nuevo: “Así este día nos ponga en el gran escenario, no cambia lo que somos ni cómo operamos”.
Spotify espera tener, para finales de 2018, unos 96 millones de suscriptores pagos y US$6.500 millones en ingresos. En los pasados cinco años, la compañía ha tenido pérdidas netas por US$2.800 millones.
Los inversionistas estiman que, luego de entrar al mercado de acciones, Spotify podría ganar una valorización de más de US$23.000 millones, según la parte más alta de analistas del mercado.
Además de Ek, los destinos de la aplicación están controlados, en un 80 %, por Martin Lorentzon, el otro cofundador de la empresa, quien tiene 12 % de las acciones de ésta. En una buena salida a bolsa, cada uno podría embolsillarse, en un solo día, casi US$1.000 millones.
Fiel a la forma como la empresa se ha desarrollado en un mercado que prácticamente ha inventado, la compañía realizó un ingreso atípico a Wall Street, conocido como "cotización directa", que le permite reducir la factura de su oferta pública inicial. Esta diferencia implica que los empleados de la compañía pueden vender sus acciones inmediatamente, en vez de esperar un tiempo, como sucede en una entrada clásica a la bolsa. El precio inicial de los títulos estará determinado justo al comienzo de la sesión por la cantidad de éstos que se se vendan y la demanda que despierten.
Algunos analistas ven esta entrada como una opción con más riesgos que el ingreso típico en la bolsa. Y esto se da justo en un momento en el que el mercado ha sufrido duros ajustes por cuenta del desempeño mediocre de las acciones de tecnología y por los miedos de una guerra comercial con China por cuenta de la imposición de aranceles que impulsa la administración de Donald Trump.
Spotify se juega la mano entera, entonces, no para tener un debut estelar, y superar un umbral de ganancia de 30 % sobre la cotización inicial de las acciones, sino para estabilizar sus títulos y construir desde ahí, poco a poco. “Nuestro foco no está en el momento de apertura. En cambio, trabajaremos en construir un plan e imaginar el largo plazo”.
Falta ver si la app y su cultura empresarial resisten las presiones del mercado, a la vez que logra impulsar un crecimiento que le dé mayores ingresos y ganancias, incluso con la carga de sus millones de usuarios gratuitos.
“Muchas personas me han preguntado cómo me siento por la entrada a la bolsa. Estoy orgulloso de lo que hemos construido en la pasada década, claro. Pero lo que me resulta más importante es que mañana no es el día más importante de Spotify”.
Las palabras son de Daniel Ek, CEO y cofundador de la aplicación de música, que este martes entró a cotizarse en la bolsa de valores de Nueva York, uno de los pasos más grandes que da la compañía sueca que fue fundada en 2006.
Para Ek, inversionistas, analistas de mercado y, en general, para la industria de la música, lo más crítico viene ahora. El ejecutivo tiene un ideal: “Así este día nos ponga en el gran escenario, no cambia lo que somos ni cómo operamos”. Todo un reto.
Hasta hoy, Spotify es la aplicación de streaming de música más grande y ciertamente la más exitosa. Cuenta con unos 159 millones de usuarios en total y 71 millones de estos están suscritos al modelo pago. La compañía absorbe algo así como 40 % de las ganancias del mercado de streaming de música. De acuerdo con la Federación Internacional de la Industria Fonográfica (IFPI, por sus siglas en inglés), los canales digitales suman al menos 50 % de las ganancias de la industria musical a nivel global que, para 2016, llegó a casi US$16.000 millones. La participación del negocio digital ha ido aumentando en los últimos años y, entre 2015 y 2016, subió 5 %.
Spotify reinó casi en solitario en el terreno del streaming durante un tiempo. Y, en justicia, la aparición de la app fue uno de los grandes motores de cambio en la industria musical y su giro hacia las ventas digitales y los servicios de streaming. En 2006, pocas empresas se habían arriesgado a tantear las aguas de la distribución legal, y a bajo precio, de música en internet. El fantasma de la piratería aún rondaba duramente la industria y pocos creían que un servicio por suscripción fuera a satisfacer a consumidores y disqueras. Pero lo hizo.
Desde entonces, Spotify lidera un segmento que se tornó mucho más competitivo y en el que ingresó uno de los peces más gordos en tecnología, con la llegada de Apple Music hace tres años.
Spotify continúa adelante en esa carrera por varias razones, al menos en comparación con Apple. La primera es que su plataforma no está atada a un sistema operativo en específico, sino que funciona en cualquier dispositivo digital en el mundo. Apple Music cuenta con versión para Android, pero, la verdad sea dicha, su interfaz y rendimiento en este ambiente es flojo, por decir lo menos.
Por otro lado, la compañía sueca sigue sosteniendo el modelo freemium que ha resultado tan exitoso en ámbitos como los videojuegos móviles: el usuario puede escuchar música gratis, pero debe soportar un río de publicidad que, a decir verdad, no es tan intenso, pero que a la larga puede resultar fastidioso.
De hecho, la aplicación nació bajo el modelo de suscripción gratuita-publicidad e integró luego el modelo pago, en el cual los avisos comerciales desaparecen por completo. Según cifras de la plataforma, 60 % de sus suscriptores pagos llegaron al servicio mediante el esquema gratuito.
Tener ambos modelos tiene una implicación financiera de fondo: si bien hay publicidad, Spotify debe cubrir costos operativos y gastos (licencias por el uso de la música) de una porción, cuando menos, de sus usuarios gratuitos. Y esto, quizá, la pone en una posición de vulnerabilidad en el mercado.
Ahora, nadie entra al mercado de acciones para perder dinero. Es totalmente lo opuesto. Pero hay un punto crítico acá: las compañías con necesidades urgentes, o vacíos grandes (no es el caso de Spotify, por cierto), deben maximizar su desempeño y aplacar a sus inversionistas a como dé lugar. Y esto, como lo ha dicho Sarah Lacy, analista de Silicon Valley y creadora de Pando (una plataforma que monitorea emprendimientos tecnológicos), convierte a las empresas en esclavas del mercado: las prioridades de los inversionistas no siempre son las mejores soluciones para los productos, pues sus intereses son financieros, no tecnológicos y a veces ni siquiera empresariales.
Las palabras de Ek cobran importancia acá, de nuevo: “Así este día nos ponga en el gran escenario, no cambia lo que somos ni cómo operamos”.
Spotify espera tener, para finales de 2018, unos 96 millones de suscriptores pagos y US$6.500 millones en ingresos. En los pasados cinco años, la compañía ha tenido pérdidas netas por US$2.800 millones.
Los inversionistas estiman que, luego de entrar al mercado de acciones, Spotify podría ganar una valorización de más de US$23.000 millones, según la parte más alta de analistas del mercado.
Además de Ek, los destinos de la aplicación están controlados, en un 80 %, por Martin Lorentzon, el otro cofundador de la empresa, quien tiene 12 % de las acciones de ésta. En una buena salida a bolsa, cada uno podría embolsillarse, en un solo día, casi US$1.000 millones.
Fiel a la forma como la empresa se ha desarrollado en un mercado que prácticamente ha inventado, la compañía realizó un ingreso atípico a Wall Street, conocido como "cotización directa", que le permite reducir la factura de su oferta pública inicial. Esta diferencia implica que los empleados de la compañía pueden vender sus acciones inmediatamente, en vez de esperar un tiempo, como sucede en una entrada clásica a la bolsa. El precio inicial de los títulos estará determinado justo al comienzo de la sesión por la cantidad de éstos que se se vendan y la demanda que despierten.
Algunos analistas ven esta entrada como una opción con más riesgos que el ingreso típico en la bolsa. Y esto se da justo en un momento en el que el mercado ha sufrido duros ajustes por cuenta del desempeño mediocre de las acciones de tecnología y por los miedos de una guerra comercial con China por cuenta de la imposición de aranceles que impulsa la administración de Donald Trump.
Spotify se juega la mano entera, entonces, no para tener un debut estelar, y superar un umbral de ganancia de 30 % sobre la cotización inicial de las acciones, sino para estabilizar sus títulos y construir desde ahí, poco a poco. “Nuestro foco no está en el momento de apertura. En cambio, trabajaremos en construir un plan e imaginar el largo plazo”.
Falta ver si la app y su cultura empresarial resisten las presiones del mercado, a la vez que logra impulsar un crecimiento que le dé mayores ingresos y ganancias, incluso con la carga de sus millones de usuarios gratuitos.