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Automatización es quizás uno de los términos que hoy más comúnmente se asocia con mercado laboral. La palabra suele venir con advertencias y contraindicaciones, como un fármaco experimental. Y hasta se entiende que sea así: los pronósticos más pesimistas dicen que la mitad de las actividades por las cuales la gente recibe un pago pueden ser automatizadas con tecnologías que ya existen.
Pero esta es apenas una cara de la moneda, pues la introducción de tecnología tiende a mejorar la productividad en las industrias y crea nuevos renglones en el mercado laboral. Un reporte del McKinsey Global Institute calcula que el incremento global en la producción derivada del empleo del motor de vapor fue de 0,3 % entre 1850 y 1910. A renglón seguido, el documento señala que esta cifra fue de 0,4 % para la utilización de la robótica entre 1993 y 2007; de 0,6 % para las tecnologías de la información entre 1995 y 2005, y puede ser de 0,8 y 1,4 % para la automatización del trabajo entre 2015 y 2065.
En justicia, la automatización no es un asunto enteramente nuevo, pues el concepto implica facilitar una labor mecánica y repetitiva con medios tecnológicos, que bien pueden ser un conjunto de poleas, la imprenta, el motor de vapor o el análisis de datos.
Si el pasado nos dice algo es que estos cambios son inevitables, por un lado. Por el otro, que sus consecuencias son navegables. ¿Cómo sobrevivir a una suerte de apocalipsis anunciado? “Hay que hacer una transformación del mercado laboral. Enfocarnos más en las labores que entreguen valor agregado y adaptarnos a la entrada de tecnología”. Yesid Yermanos es el vicepresidente de planeación estratégica en Colombia de la Sociedad Internacional de Automatización (ISA, por sus siglas en inglés).
La transformación de la que habla Yermanos implica asuntos como invertir en el sector tecnología. Esto se traduce en más educación en carreras de ciencias aplicadas y sector TIC, así como un incremento de la remuneración de los empleos del sector; estos dos movimientos apuntan a crear más y mejores puestos en este renglón. En pocas palabras, se trata de producir valor desde la tecnología para poder hacerle el quite a la pérdida masiva de empleos.
Yermanos explica que en Colombia “desde el nivel gobierno ya comenzamos a dar pasos en temas de internet de las cosas y ciberseguridad, pero tenemos que seguir trabajando en áreas como big data y robótica. Esta última es un área muy experimental en el país, que se queda en las universidades. Y ahí hay grandes oportunidades”.
A pesar de que es un debate creciente, toda esta discusión continúa siendo un poco de nicho: los peligros y beneficios de este tema pasan de agache para el grueso de las empresas y la población. Aquí también hay una labor de comunicación pendiente, según Yermanos, quien afirma que los ahorros en costos mediante la automatización de labores repetitivas y operativas pueden oscilar entre 8 y 35 % en rubros como desperdicio de materia prima y uso de energía.
Algunos de los sectores clásicos que lideran la entrada en la automatización a nivel mundial son industrias pesadas como la automotriz y los servicios públicos. Por ejemplo, la revisión de niveles de turbiedad o manejo de caudales y equipo de bombeo y distribución en muchos acueductos se hace mediante máquinas, sensores, software y algoritmos, y el panorama es similar en el sector de hidrocarburos.
¿Qué tan preparadas están las empresas colombianas para asumir los retos de la automatización? Yermanos presenta un panorama con problemas y avances. En el primer renglón se cuenta la falta de conciencia e implementación de seguridad digital para las fábricas: el 40 % de las pymes ni siquiera cuentan con análisis de seguridad para sus fábricas. Este es un factor de competitividad básico y, acaso, de supervivencia. Si no miremos cómo el ataque de Wannacry lisió la operación de cientos de compañías en todo el mundo.
Además de lo anterior, la fabricación de equipos de automatización, que en algunos casos son robots, descansa casi exclusivamente en compañías extranjeras. Yermanos cuenta apenas un par de empresas nacionales que han incursionado en esta actividad.
En el lado positivo, la programación y el diseño de programas y controladores para procesos automatizados sí ha ganado tracción en Colombia. Este tipo de empresas se conocen en el medio como integradoras, y Yermanos estima que hay casi 30 de éstas produciendo localmente.
En otras palabras: hemos ganado terreno en software, pero nos falta mucho en hardware.