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En el modelo más clásico quizá, el cruce de caminos entre la tecnología y la política suele ser el nivel de lobby que la industria ejerce, o intenta ejercer al menos, sobre congresistas, entes reguladores e incluso presidentes.
No es un asunto de poca monta, pues una buena parte de las iniciativas de empresas como Google y Facebook tienen que pasar los filtros de asuntos como la competencia justa, la neutralidad de la red o la seguridad de la información personal de millones de usuarios.
Pero tampoco lo son los otros puntos de roce entre ambos mundos. Uno de los más comunes hoy en día es el uso de herramientas de tecnología (más allá de redes sociales o medios de comunicación digitales) para que un candidato conozca y se enganche con sus electores.
El paradigma tal vez sea la pasada campaña presidencial de Barack Obama, en la cual el candidato conformó un equipo digital que, más que comunicaciones, diseñó toda una suite de herramientas de tecnología para saber en tiempo real el resultado de votaciones o conocer cuáles son los grupos de población indecisos o más proclives a votar en ese momento por el Partido Demócrata en Estados Unidos.
Estas interacciones representan una comunicación de una vía: de la figura política hacia el electorado, pero excluyen el otro sentido: cómo los votantes pueden influir en las decisiones de los políticos que ayudaron a elegir.
El concepto de fondo no es un asunto nuevo, aunque su reinterpretación a través de la tecnología sí presenta un lado novedoso en la ecuación de la democracia, imperfecta, por decir lo menos.
Esta es la idea que anima un proyecto de Seamos, un colectivo ciudadano que busca crear una plataforma para que la representación política se ejerza de forma más directa y en constante contacto y participación del ciudadano, del votante.
“Lo que queremos es actualizar la democracia y que la representación política se dé en tiempo real y no cada cuatro años”, cuenta Luis Ernesto Gómez, líder de la iniciativa.
La cosa funciona así. La plataforma cuenta con una serie de políticos que se suscriben a ella y que deben someter parte de sus decisiones a votación del público. El resultado de esta consulta es vinculante para el político participante, incluso si su voto iba a ser contrario a lo dicho por el público.
“Imagine que en la votación sobre la venta de la ETB la gente haya podido influir. Un concejal, por ejemplo, les consulta a sus electores qué decisión debe tomar y este proceso define el voto del concejal. Por eso hablamos de representación en tiempo real”, según Gómez.
La plataforma, cuya construcción apenas comienza, cuenta con el apoyo de siete políticos colombianos, entre los que se cuentan tres concejales y dos diputados de asambleas departamentales. La idea de Seamos es realizar pruebas pilotos en las ciudades capitales del país en el primer semestre del próximo año, o sea, vincular a la ciudadanía con decisiones políticas reales.
“Para esto necesitamos apoyo y por eso arrancamos una campaña de crowdfunding (financiación colectiva) en el portal Lavaquinha.com, en la que esperamos recaudar $38 millones, que es el costo de desarrollar la aplicación. Después de esto queremos vincular más políticos para que participen y abran el proceso de toma de decisiones al público”. Una nota al pie: este es el mismo portal en el que los promotores de la campaña del No al plebiscito por la paz se encuentran recaudando fondos para financiar sus esfuerzos.
No es la primera vez que la tecnología se vincula al proceso político. En Alemania, los representantes del Partido Pirata en varias legislaturas estatales han utilizado una plataforma, conocida popularmente como política líquida, en la que los ciudadanos hacen propuestas que deben ser escuchadas y debatidas por los políticos elegidos. El software es de código abierto, así que puede ser utilizado y adaptado por cualquiera.
El software permite que los miembros de la comunidad deleguen sus votos a otra persona para ciertos temas. Si uno de los participantes de la discusión es un experto en comunicaciones, esta persona podría representar el voto de varios más en una discusión como la venta de la ETB, por ejemplo. El punto de fondo es que la plataforma construye un sistema de confianza alrededor de las capacidades y el mérito, no de la audacia política. Por cierto, los votos delegados pueden ser retirados en cualquier momento, lo que evita que alguien gane demasiado poder en una comunidad que busca ser horizontal.
Esta propuesta generó otra, también en Alemania, en la que el voto de una persona se puede dividir entre varios candidatos. En vez de votar por un único candidato que puede representar las opiniones del votante en un aspecto pero no en otro, la idea es votar por propuestas y no por personas: un ciudadano podría dirimir su voto entre un programa de protección animal del candidato A, uno de privatización de empresas públicas del político B y otro de reforma tributaria de un aspirante C.
El sistema no ha sido implementado, pero toma elementos interesantes de los sistemas peer to peer, como la contribución colectiva y fraccionada de datos para obtener un resultado final, y lo aplica a la representación política.
“La democracia puede adoptar el uso de tecnología para actualizarse, de la misma forma que está sucediendo en otros sectores. Y creo que el momento actual, con la discusión de los acuerdos de La Habana, es el escenario ideal para discutir de nuevo cómo se da la participación política en nuestro tiempo”, finaliza Gómez.