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En 2016, la Asociación para el Progreso de las Comunicaciones (APC) hizo un estudio con 1.126 mujeres víctimas de acoso y maltrato en internet, provenientes de siete países especialmente vulnerables: el Congo y Kenia en África, Bosnia Herzegovina en Europa, Pakistán y Filipinas en Asia, y México y Colombia en Latinoamérica.
Las conclusiones de la investigación, recogidas por el Informe “Violencia en línea contra las mujeres en México”, del colectivo feminista @Luchadoras, revelan que las mujeres entre los 18 y los 30 años son las más vulnerables a estos ataques, que 40 % de las agresiones son cometidas por personas conocidas por las víctimas y que hay tres perfiles principales de mujeres que padecen las distintas formas del acoso digital: mujeres que viven en una relación íntima de violencia, mujeres sobrevivientes de violencia física y sexual, y mujeres profesionales que participan en el debate público, sobre todo periodistas, comunicadoras, defensoras de derechos humanos y políticas.
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El informe de Violencia en Línea contra las mujeres en Colombia, realizado en noviembre de 2017 por la Fundación Karisma y dirigido a Dubravka Šimonović, relatora especial sobre la violencia contra la mujer de la ONU, comparte el diagnóstico de la APC. “Las causas que generan la violencia digital contra la mujer están relacionadas con sanciones a conductas que cuestionan o se apartan de los “tradicionales” roles de género. Y, en ese sentido, hay grupos de mujeres más vulnerables que otras: políticas, activistas o periodistas”.
Para Amalia Toledo, investigadora de Karisma, el acoso y el maltrato que padecen las periodistas en la red casi siempre son distintos a los que reciben los hombres que ejercen la misma profesión. “Los ataques en línea a una mujer tienden a ser personalistas, con frecuentes referencias a las relaciones personales y familiares; descalificativos en cuanto a la apariencia física y la capacidad intelectual; y sexualizados, en donde el cuerpo es usado como arma y campo de batalla. La intimidación no cae en las ideas o los argumentos, sino más bien en el hecho de que es una mujer quien se expresa y opina públicamente”Estas violencias no son más que manifestaciones de misoginia, asegura Toledo.
Según el informe de Karisma, una de las consecuencias inmediatas de esta violencia digital es la autocensura en redes sociales. “Fue recurrente escuchar que después de reconocer a internet como un espacio de violencia, algunas periodistas tomaron la decisión de cerrar cuentas en Twitter, Facebook u otros medios públicos”.
El estudio también demuestra que después de sufrir los ataques digitales, las mujeres periodistas pensaban dos veces antes de volver a publicar algo que las pudiera poner en riesgo. Muchas, incluso, solicitaron cambios de sección en los medios donde trabajaban, utilizaron seudónimos o alter egos y se alejaron de la escena del periodismo temporal o permanentemente.
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A estas secuelas inaceptables hay que añadirles los daños a la integridad física y emocional que padecen las mujeres víctimas de violencia en internet. Un taller realizado con 25 mexicanas sobrevivientes a múltiples manifestaciones de acoso en línea, entre ellas algunas periodistas, revela que después de los ataques, las víctimas sufren sudoración, náuseas, dolor de cabeza, dolor de espalda, dolor de riñones, llanto, afectaciones nerviosas, estrés, angustia, ira, depresión, paranoia, miedo, altos grados de ansiedad, entre otros efectos nocivos para la salud, la tranquilidad y el trabajo.
La Fundación Versus, creada por Marion Reimers, Jimena Sánchez y Verónica Ramírez, tres reconocidas periodistas deportivas de Fox Sports México, da un claro ejemplo de todo lo anterior. Durante 2017, Versus denunció que cada día estas mujeres reciben entre 50 y 100 agresiones en redes sociales por su actividad profesional. “Los viejos estereotipos de género viven en internet. Estos asignan ciertos roles, comportamientos, actividades, espacios y temas que se consideran apropiados para hombres y mujeres. Bajo este sistema las mujeres no podemos hablar de deportes y tampoco podemos publicar fotos “provocativas”, porque esto desafía la imagen de la “buena mujer”: callada, recatada, que se cuida de no incitar el deseo o la furia de los hombres. Por salirnos de ese rol recibimos ataques, agresiones, acoso y amenazas de violación en redes sociales”.
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En este caso, la violencia hacia las mujeres periodistas deportivas tiene una triple carga de vulnerabilidad: por su condición de género, por su profesión y por dedicarse al deporte, un espacio reservado para los hombres.
Del acoso en línea a la vigilancia y al silencio
El “Reporte de la situación de América Latina sobre la violencia de género ejercida por medios electrónicos”, realizado por diez organizaciones de la sociedad civil del continente y publicado a finales de 2017, demuestra que las agresiones digitales contra las mujeres sólo son el principio o la continuación de un intento sistemático por silenciar las voces incómodas de las periodistas de la región.
Los países de América Latina, asegura el informe, representan el escenario más peligroso para el periodismo, con un promedio de 22,8 reporteros muertos al año. Las mujeres reporteras tienen riesgos adicionales. Como aseguró el exrelator de la ONU sobre la Promoción y Protección de la Libertad de Opinión y Expresión, Frank La Rue: “Las mujeres periodistas corren peligros como la agresión sexual, la violencia sexual o el abuso sexual cuando se encuentran en detención o cautiverio. Por lo tanto, al considerar medidas para hacer frente a la violencia contra los periodistas hay que tener en cuenta las cuestiones de género”.
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Esta violencia se perpetúa en los medios electrónicos. “Del acoso por redes sociales se ha pasado a medios mucho más complejos e invasivos: el espionaje electrónico a mujeres periodistas y defensoras de derechos humanos en la región”, asegura el reporte. Incluso, se ha comprobado que las comunicaciones de varias mujeres con visibilidad y poder en los medios y en política fueron monitoreadas por los gobiernos de forma ilegal.
Uno de los casos emblemáticos es el intento de hackeo, presumiblemente, por parte del gobierno mexicano, para inyectar malware espía en los computadores y celulares de Carmen Aristegui, una de las periodistas más reconocidas de México, quien destapó casos de corrupción que afectan directamente al presidente de la nación, Enrique Peña Nieto. Otro ejemplo, citado en el reporte, es el de una periodista del diario ABC Color de Paraguay, que después de ser acosada en redes sociales y criticada por sus investigaciones contra el gobierno y la policía, fue espiada por las altas cúpulas militares.
*Si usted ha sido víctima de alguna forma de violencia en línea, nos gustaría escuchar su historia. Puede enviarla, anónimamente si quiere, al correo jmhernandez@elespectador.com