Duelos, la obra para no olvidar a los desaparecidos de la Comuna 13

La artista Clemencia Echeverri inaugura su obra sobre La Escombrera, el lugar donde se presume que hay cuerpos de desaparecidos en la Comuna 13 de Medellín, entre los años 2001 y 2002. La instalación audiovisual propone un duelo público sobre la desaparición forzada.

Beatriz Valdés Correa - @beatrijelena
31 de agosto de 2019 - 05:36 p. m.
Echeverri ha realizado obras relacionadas con el conflicto armado, como Treno (2007), Versión Libre (2011) Elegía (2018), o Río por asalto (2018). / Cristian Garavito.
Echeverri ha realizado obras relacionadas con el conflicto armado, como Treno (2007), Versión Libre (2011) Elegía (2018), o Río por asalto (2018). / Cristian Garavito.
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El 17 y 18 de julio pasados se realizó en Medellín una audiencia pública de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) para recolectar información que les permitiera establecer si debe o no proteger los lugares donde se presume existen cuerpos de personas desaparecidas forzadamente en la Comuna 13. Ahí sucedieron operaciones militares como Orión y Mariscal, incursiones militares en las que se ha documentado la participación de paramilitares y que generaron, luego, un número indeterminado de desaparecidos, según las organizaciones de víctimas, cuyo registro suma 300 personas.

En esa diligencia, que fue convocada por el Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado (Movice), la JEP reafirmó su competencia para ordenar medidas cautelares, hubo fotos y siluetas de desaparecidos y familiares. Ahora, las familias siguen esperando.

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Clemencia Echeverri, una artista caldense que habitó Medellín durante años y que ha trabajado la desaparición forzada en otros escenarios, conoció algunas familias y estuvo yendo al sitio durante algunos años. Ahí registró varias imagenes y sonidos que utilizó y  ¿transformó en su obra Duelos, que abre al público este sábado 31 de agosto en Fragmentos: espacio de arte y memoria (Carrera 7 #6b-30) en Bogotá. Esta obra es una instalación audiovisual con nueve proyecciones a pared y a piso y sonido en tres niveles. Colombia2020 habló con Echeverri y estas son algunas de sus reflexiones sobre su obra y la desaparición forzada.

¿De dónde nace Duelos?

Todo surge desde hace tres o cuatro años, cuando me doy cuenta de que La Escombrera de Medellín es una gran montaña de desaparición forzada después de la Operación Orión que sucedió allí en el 2002. Y ante el interés aparente del Gobierno de entrar en la búsqueda después de 15 años de tener esto completamente inamovible, se dieron a esa tarea e hicieron público el propósito de hacer una exhumación en ese lugar. Yo empecé a visitar el lugar, a acercarme más directamente a lo que allí estaba pasando y tengo todo tipo de encuentros. Encuentros con el gobierno, con el CTI, con las víctimas, con periodistas, con mucha gente que se acercaba a un lugar prácticamente inacercable. Y desde ese momento empecé a registrar imagen, a capturar sonido y a tener un contacto con esa imposibilidad, con esa situación tan compleja de este país de la desaparición forzada y de la falta tan recurrente de atención a tiempo, cuando las cosas acaban de suceder.

Esto pudo haber sido de otra manera si realmente el gobierno hubiera atendido los reclamos, en el año 2002 y 2003, de las familias de la Comuna 13.

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¿Qué es la obra Duelos?

Esa es como la historia, pero más allá de la historia, en el arte trabajamos desde otro lugar. No estamos haciendo documental, no estamos volviendo a contar una historia, sino que estamos tratando de propiciar un encuentro para la memoria, un encuentro para que el espectador, entre la fisicalidad y el espacio, entre lo que sucede en aquella imagen que se manifiesta en la instalación y en las proyecciones y el sonido que recorre los cuerpos de quienes lo visitan, tenga una experiencia temporal de traer lo de atrás hacia adelante. Duelos tiene como propósito intentar, tratar de mirar si el arte es capaz de propiciar un duelo público.

Si muchas personas no conocen el caso, el lugar, nunca han ido a la Comuna 13, no saben qué es la Comuna 13, no conocen qué es La Escombrera, porque este ha sido un tema muy silenciado y silencioso en este país, entonces el arte en ese momento hace que las capas que hacen que todo eso esté tan silenciado y tan callado se conecten con quien visita la pieza. Y se establezca una tensión, una conexión temporal y espacial posible.

¿Qué vamos a ver? ¿Rostros, paisaje?

Yo prefiero dejar que realmente el espectador venga y tenga la curiosidad de ver qué es lo que hay y con qué se encuentra. Sí puedo decir que hay imagen en blanco y negro, proyecciones a piso y proyecciones a muro. Nueve proyecciones en total, sonido en tres niveles.

¿Por qué hay nueve proyecciones y sonido en tres niveles?

El espacio propone un desarrollo de la obra. Cuando yo empecé a trabajar tenía un material que todavía estaba muy en neutro y cuando me gano la convocatoria (para exponer en Fragmentos) y ya conozco el espacio y tengo los planos, la dimensión, la altura, la proporción espacial me establece casi como una cinta de imagen envolvente para el espectador. Entonces ahí se genera esa proporción.

Lo mismo los niveles sonoros, que están también arraigados en los contenidos sonoros de un asunto que va de tierra, de levantar la tierra, de intentar buscar, de subir a una montaña, de dejar caer. Ahí también hay una dinámica de contenidos que está tratada en el sonido y en los niveles sonoros.

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Lo primero que yo pienso es ver La Escombrera desde arriba, desde la montaña, las máquinas entrando y mientras las máquinas entran, otras llevan escombros.

Por ahí es. Es un tema de altura, de profundidades y de búsquedas perdidas.

¿Cómo ha sido su acercamiento a la dimensión de la desaparición forzada en Medellín, en Antioquia y en la Comuna 13?

Trabajo por impactos, por momentos de conmoción real frente a un evento que se manifiesta inconcluso e imposible y en un evento en que toda una sociedad permitió mantenerlo tapado durante tantos años. Frente a ese impacto, yo me movilizo. Luego, cuando ya uno entra en ese problema empieza a darse cuenta cómo ha sido de amplio el asunto, de complejo el manejo de la desaparición en el país, en términos generales. Yo creo que ese es un tema que hemos trabajado y conocemos poco, en sus implicaciones, en el compromiso del Estado con esto, el compromiso de los actores armados con el problema, en la deshumanización tan alta a la que realmente hemos llegado. Eso lo hemos dicho en todos los tonos, pero yo creo que cuando se particularizan los temas, se percibe la proporción de la deshumanización.

Como ser humano, como persona que habitó Medellín y como mujer, ¿qué le generó haber encontrado una realidad tan dolorosa como la que viven quienes buscan a los desaparecidos en la Comuna 13?

Me generó el trabajar por tres o cuatro años en este problema, acercarme a las víctimas, a algunas familias, rastrear un poco el asunto y conocerlo más a fondo. Fue también darse uno cuenta cómo algunas de estas mujeres, que son las que caminan por la verdad, como las mujeres en Argentina, que tenemos los hijos, los maridos (aunque hay muchas mujeres también desaparecidas, pero a esas no les duelen tanto los padres), cómo son las madres las que se apropian de todo esto. Sobre todo, fue ver cómo estas señoras aprendieron tanto del problema en todos estos años de la búsqueda. Una persistencia y una solidez. Las vuelven mujeres de una potencia increíble. Y ellas mismas lo dicen, que ellas no eran nadie cuando les quitaron a sus familiares y con todo este tema entendieron los procesos de los gobiernos, lo que ha ido pasando, las políticas de la paz, de la no paz. Se vuelven unas figuras interesantísimas para el país. No es que uno diga que necesita pasar por ahí para esto, sería muy atrevido y desgraciado decirlo, pero esa fue una de las sorpresas mayores: cómo encontré yo la madurez en personas que no tienen ni estudios de primaria.

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En medio del dolor y el sobrecogimiento puede ser algo para destacar, pero ¿qué le pareció lo más duro?

El gran dolor es la pérdida infinita de alguien, sin saber si realmente está ahí o no está. La desaparición es un limbo tan doloroso para todo el mundo, que no me lo quiero ni imaginar para mí. Yo creo que ahí lo que se da es una solidaridad ante la pérdida. Y ante una pérdida no resuelta, como decías, porque realmente hasta que no veas que realmente encuentras el cuerpo, no sabes dónde está la persona, si realmente está muerta, puede estar viva. Y esa esperanza es completamente demoledora. La conmoción de uno dura tanto que puedes pasarte cuatro o cinco años trabajando en el problema sin parar. Eso es lo que lo tiene a uno ahí, el dolor que eso produce.

¿Duelos podría ser una invitación o una extensión al espectador para que piense qué significa un duelo inconcluso, inacabado?

Sí. Yo no soy capaz de concluir tanto como tú diciendo que es un duelo inconcluso o inacabado, porque son bordes muy difíciles de precisar. Yo espero que por lo menos uno esté atravesado por un estado conmoción frente a una situación. Unos lo entenderán más que otros porque algunos estarán en esa espera. Algunos sienten que en este mundo la tierra sobre la tierra, tapando y tapando metafóricamente todo tipo de asuntos, preguntas, es el peor de los mundos. Y para otras personas puede pasar un poco desapercibido, pueden no conectar mucho. Eso sucede, no podemos tener la esperanza de que a todo el mundo lo conmueva de igual manera, porque igual uno se conmueve cuando se conecta con sus propias experiencias o con sus recuerdos o con las asociaciones con otras cosas, y si el arte es capaz de hacer esas relaciones y atraer a la persona hacia ese estado de memoria propia, pues logramos mucho.

¿Qué se propone con esto?

Yo no me propongo con el arte contar nada, cerrar nada, identificar una historia concreta que empieza y termina, pero sí hay de alguna manera una tensión de experiencia que tú seas capaz de sumar relaciones entre un pasado y un presente con los objetos, con lo que pisas, con lo que ves y con lo que oyes. Y conectar esas cosas podría establecer en alguien un momento crítico, una postura distante, una duda, un ser posiblemente más conectado con esa realidad en términos de solidaridad, en términos de identificar qué terreno pisamos, dónde estamos, qué nos ha pasado.

¿Qué significa presentar Duelos en Fragmentos, sobre este contramonumento y este piso hecho de armas martilladas por mujeres víctimas?

Es un feliz encuentro. De alguna manera yo venía trabajando con este problema desde antes de que este lugar se estableciera y cuando aparece la convocatorio me pareció un momento muy interesante para llevar a cabo ese problema que yo tenía ahí en ciernes. Entonces hay dos momentos silenciosos entre las dos obras, que va a generar un diálogo interesante. Espero que la pieza cuando pasa por este piso, se proyectan unos elementos en el piso, también el piso se conecte con el contenido y mi contenido con el piso. Esa es una cosa para mí muy especial. No produje la obra pensando en que el piso era la obra de Doris Salcedo.

Pero la obra tiene otra interacción: un libro que pueden escribir...

Tengo un libro que se llama El libro de búsqueda, que es de gran formato en hojas blancas y ya están iniciados unos textos de algunas víctimas que conocí en Medellín, de las líderes mayores de este problema. También hay unas fotocopias de prensa, de la historia y la investigación que se ha publicado de la Comuna 13, la Operación Orión y La Escombrera. Y hay unas páginas finales que están abiertas para que público cuente, si está buscando a alguien, pueda en ese libro dejar constancia de la búsqueda en la que está. Y será un libro que quede para los archivos de Fragmentos. Siempre podrá ser consultado acá, podrá servir para el CTI, alguna investigación.

Me parece importante que en el arte abrimos un pliegue o una pieza, o por lo menos yo, para ese apoyo a la búsqueda, que sigue viva.

Por Beatriz Valdés Correa - @beatrijelena

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