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Álvaro Amórtegui, teniente coronel del Ejército, salió hace poco en redes sociales denunciando en video delicadas acusaciones en contra del general Montoya y su relación con las órdenes para cometer falsos positivos o muertes de civiles presentadas como “bajas en combate”. En diálogo con este diario, Amórtegui se refiere al general Montoya y no lo bajó de monstruo y de ser el líder detrás del combo de los falsos positivos en la institución castrense. En esta entrevista va más allá y denuncia un serio entramado de corrupción y narcotráfico. Por eso teme por su seguridad y dice que está dispuesto a ir a la JEP voluntariamente.
(También lea: El general (r) Mario Montoya rinde versión sobre "falsos positivos" en la JEP)
En uno de sus últimos videos usted dijo que iba a ratificar sus denuncias en la justicia penal militar…
Sí, así lo hice. Y ya había hablado con el comandante del Ejército, Eduardo Zapateiro. Pero en esa conversación quiso decirme que yo era un desleal. Y le dije que no, que venía informando de estas situaciones de corrupción hace mucho tiempo. También me dijo, a manera de intimidación, que me iban a hacer una investigación disciplinaria.
¿Qué le respondió?
Que a estas alturas lo que menos me importaba era una investigación. Y le dije cuál era mi situación. Mire, soy el primer teniente coronel desertado en 200 años de historia del Ejército colombiano porque no tengo condiciones mínimas para seguir. No me hicieron desertar las Farc, aunque fui uno de los oficiales más condecorados y que tuvo más combates con la guerrilla en Antioquia. No me uní a los paracos en Antioquia. No trabajé con el narcotráfico ni con los mexicanos que están en el Valle del Cauca y con quienes tuve mi más reciente problema... Me sacó la corrupción.
¿Siente que por las denuncias que ha hecho está en riesgo su vida?
Sí. De hecho, me di cuenta de que me estaban siguiendo dos motos hace poco. Sospeché de ellos, me pasé el semáforo en rojo y se fueron detrás mío. Me bajé con la pistola, los enfrenté y ellos no supieron qué hacer y siguieron, pero sé lo que iban a hacer. Esperaban a que llegara a Holguines (en Cali), que hay tráfico, y ahí me iban a matar. Para ese momento ya me habían amenazado a mí y al enfermero de ser los “sapos” dentro del batallón.
¿Por qué cree que lo quieren matar?
Es pura corrupción. Cuando hablé con el entonces comandante del Ejército, Nicacio Martínez, diciéndole que me estaban sacando por no alinearme con los combos, ya se veía el tema. No me quise alinear con el combo de los falsos positivos y ahora tampoco me alineé con el combo de los “políticos”. Entonces me quieren sacar. Y me voy, pero, ¿cuál va a ser mi condición de seguridad?
Explique eso de que no se alió con “el combo de los falsos positivos”…
Estuve fuera del país en la Fuerza Multinacional de Oriente Medio, en el Sinaí, y cuando volví, en el año 2001, llegué a trabajar en orden público a Antioquia. En mi primera operación hago unas capturas de unos paramilitares y en ese momento me llama el general Mario Montoya y me dice que no tengo capturas, sino que tengo unas bajas y que no siga diciendo que son paracos, porque eran, según él, de las Farc. Le insisto que no, que tengo unas capturas, y me dice “fresco, ahí le llevan unos brazaletes de las Farc”. Al rato llegó un capitán que acabó de ascender a general (Hernando), Garzón Rey, y me dijo “viejo, me voy a llevar a esa gente”, y le dije: no señor. Y no dejé que los mataran. Era una buena captura, por unos fusiles. Cuando llegué a la Brigada IV me encontré al general Montoya de frente, estaba puto (sic), botando babas de la rabia, y me dijo: usted es un tonto hijueputa (sic), miedoso, el rey de las capturas, imbécil, si le da miedo vaya y saque los muertos del anfiteatro, si no puede matar a estos vaya y mata a un bobo o a un loco. Solo alcancé a decirle que me respetara.
¿Qué pasó después?
No sé qué pasó con las armas que se habían encontrado, el caso es que los tíos que capturo quedan libres después y piensan que yo me robé las armas. Después, parece que matan a su cabecilla y ellos creen que yo se los maté. Y me declaran objetivo militar.
¿Denunció ese episodio en su momento?
Sí, le informé a mi comandante de compañía y al comandante del batallón, que era un capitán Rincón. Y ellos me dijeron que en eso no se iban a meter. Luego me tocó ir al juzgado penal de la Policía y di el informe de la captura. Por las amenazas de muerte me tienen en una habitación del Casino recluido como un mes, diciéndome que me van a matar los paramilitares. Entonces, ya aburrido, llamé al hoy general Ricardo Díaz Torres y le dije que me movieran de ahí, por favor. Ahí es cuando me mandan para Dabeiba (Antioquia), donde en esos días estaba muy duro el conflicto armado. Ese Montoya es un monstruo, no tiene otro nombre. Mladic, el carnicero de los Balcanes es igual a ese man, de verdad, usted no sabe el daño que le ha hecho al Ejército.
¿Llega a Dabeiba en el año 2001?
Sí.
Es decir, el control paramilitar de la zona lo tenían los paramilitares, porque para esa época ya había sucedido la incursión paramilitar de 1997.
Sí, aunque cuando llego allá igual me tocan unos combates fuertísimos con las Farc.
¿Cuántos hombres tenía a su mando?
Como a unos 70 hombres. Desde ese momento ya tenía la psicosis de que me iban a matar.
Dabeiba fue un laboratorio de falsos positivos tremendo, ¿cómo vivió esa presión?
Pues mire, volví a Dabeiba porque allá, el 16 de octubre de 2000, las Farc se enfrentaron con el Ejército y murieron como 54 soldados. Me salvé de esa, pero quedé con la sensación de que les fallé a ellos, que eran mis compañeros. Y cuando volví me quedé acampamentado en el cerro El Pital. Y allá nos atacan. Ahí me entero que uno de los ataques principales que hizo las Farc por esos días se lo hicieron a los paracos. Es que, pasando el río, como a unos 10 kilómetros, había muchos paramilitares. Ese día les mataron como unos 50 “paras”.
(También lea: En busca de los 45 falsos positivos en el cementerio de Dabeiba (Antioquia))
¿Cómo se entera de eso?
Porque repelemos el ataque y le digo a un compañero por radio que está más abajo: ¿usted está en combate? Y me dice No, eso es al frente mío. Le están dando a los paracos. Y mientras nosotros duramos en combates tres días, allá duraron seis días.
¿Cómo se salva de ser judicializado por falsos positivos como otros comandantes de compañía de allá que terminaron en la cárcel?
Porque siempre me la pasé en el cerro El Pital, acampamentado. Y como ellos se dieron cuenta de que no les hacía el cuarto con los falsos positivos me tuvieron aislado.
¿Cómo ve ese panorama en el interior del Ejército?
Creo que ese tema ha puesto y seguirá poniendo en riesgo a los generales que, pese a tener cuestionamientos, fueron ascendidos. Y eso con el tiempo va a generar un problema gravísimo.
¿Ese sería el que usted llama combo de los falsos positivos?
Sí, así les digo. Pero en el Ejército hay al menos cuatro de esos combos o clanes. Por eso insistí en hablar con el presidente, porque son cosas muy graves que ponen en riesgo a la nación. Está el combo de los falsos positivos, que lo ha liderado siempre el general Montoya, pero al que pertenece también el general Nicacio Martínez. Ellos cada año ponen tres generales y por eso los combos se mantienen vivos cada año. Está el combo de la contratación, al que pertenece Mejía, y se encarga de contratar radios, carros de guerra, camuflados, botas, etc. Pero hay otro combo que es el de obras, que lidera un general de Ingenieros que fue comandante del Ejército, que se apellida González y le dicen el Mono. Él contrata vías, las guardias, las construcciones de los batallones. Y por último está el combo de los políticos, que lidera el general Barrera, que fue comandante general, y se lanzó a la Gobernación del Cauca. Eso es un tornillo sin fin. Entre ellos se rotan el Comando General y el de las Fuerzas Militares. Lo llamo el Frente Nacional. El sistema de selección y ascenso dentro del Ejército es perverso porque no hay una meritocracia. ¿Por qué no hay generales de aviación? Porque los coroneles de aviación fueron muy parcos con Mejía y hasta lo atacaron por la corrupción, y de eso hay un expediente de 3.000 páginas con denuncias que no se ha movido.
Es decir, ¿usted denuncia un complejo entramado de corrupción asentado en la estructura del Ejército?
Claro, los falsos positivos no son solo muertes ilegítimas, sino también corrupción. Son falsos positivos en general. Entendí todo cuando vi el comunicado que me sacaron cuando no me dejaron ascender. Pero si hubiera sido corrupto sería millonario y hubiera ascendido. Seguro. Por ejemplo, cuando salgo de Medellín, por amenazas, llego al Cauca y allí me invitan a trabajar por primera vez en narcotráfico y no lo acepto. En cambio pongo la denuncia y me tocó salir corriendo. Hágame el favor, pero si no soy ningún bobo. Después llegué a Inzá y ubiqué a (Alfonso) Cano en el Cauca, cuando 5.000 soldados lo estaban buscando en el Tolima. Yo solito. Y por eso también están que me matan por allá, porque no entregaron la recompensa a quienes me ayudaron, sino que se la robaron. Lo ubiqué y luego me reuní con un cabecilla de las Farc que me dijo que me va a ayudar a ubicarlo y que las recompensas se las tenía que pagar a un familiar, pero a ese señor lo matan, y le pagan las recompensas a quién sabe quién. Estando en Inzá me entro que me van a poner un carro bomba para matarme, denuncio y me retiro pero no alertaron a nadie y el carro bomba estalló y mataron a varios uniformados, entre esas a un mayor. Lo más triste es que hoy no hay un solo registro de esa alerta previa que yo hice, con información puntual y precisa, que pudo evitar esas muertes.
¿Cómo es el tema de los mexicanos?
Pues que en el Valle tampoco quise trabajar con los mexicanos, como le pasó al coronel Blanco, que también fue afectado por atacarlos en el Valle y en el Cauca, y por eso tampoco fue ascendido.
¿Cómo llegó esa propuesta?
En un centro comercial, hace como tres años. Iba a entrar a cine con mi familia, cuando me abordaron unos señores de nacionalidad mexicana y me dijeron que me tienen una propuesta de trabajo y les hago el quite y les digo que mejor no. Para ese momento el coronel Pablo Blanco ya había hecho la misma denuncia de la llegada de mexicanos al país y yo ya había capturado a una gente que le estaba vendiendo armas y camuflados.
¿A quién le denunció eso?
Al general Martínez yo le dije: mi general, en Cali están pasando cosas perversas. Y ellos quieren decir que soy yo, pero soy el único que no me he aliado a los paracos ni narcos, ni mexicanos, no vendo armas. Y todo el mundo sabe que soy el que ha denunciado el tema. Fue ese mismo día que le pedí que me ayudara a ascender porque necesitaba que mis cesantías pasaran de $70 millones a $140 millones para hacerle una operación a mi hijo. Pero al final él terminó vendiéndome y llegan las amenazas por “sapo”, por denunciar que en la Brigada III estaban vendiendo municiones a los mexicanos y que había un “curso” mío que era mayor y estaba condenado por la justicia ordinaria y viviendo en una casa fiscal que era el enlace con los mexicanos. Es el día que no han hecho ninguna inspección para verificar el tema.
¿Ha pensado denunciar los temas relacionados con el conflicto armado en la Jurisdicción Especial para la Paz?
No me han llamado, pero estoy dispuesto a ser el primer oficial sin investigar que denuncie lo que sé en este tribunal. El primer video que hago, lo hago por desesperación, porque me van a matar. Y pues mi hijo me necesita, está en una silla de ruedas.
¿En qué fecha no lo ascienden en el Ejército?
A finales del año pasado. Nosotros lo llamamos “la carpeta”, a la que a último momento le meten un papel que dice: ese oficial no sirve. Y ya. A pesar de que soy el oficial más condecorado en orden público de mi curso. Tengo maestría en seguridad y defensa y me he preparado como nadie. Claro, me duele perder mi trabajo, pero ya no quiero ser parte de esta institución. Me han hecho un montón de polígrafos y siempre fui de confianza para la guerra, para que ahora me saquen por corrupción, es increíble.
¿Qué pasa después?
Yo llego a Cali y denuncio lo que llamo los nuevos falsos positivos, que son agentes de inteligencia que le montan un “indictmen” o una falsa orden de captura a una persona que es narcotraficante. Y el man, que sabe que la debe, los corrompe con millones de dólares. La inteligencia no está haciendo su trabajo. Hacen allanamientos falsos y extorsionan después a los narcos.
¿Tiene alguna esperanza hoy?
Sí, en irme del país. Pero yo soy soldado y no voy a renunciar a dar la batalla. Fueron ellos los que me forzaron a hablar. Si a mí me pasa algo, ya no tengo solo los videos, sino que también esta entrevista.
(Vea también: General (r) Mario Montoya firmó el acta de sometimiento ante la JEP)