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El profesor de la casa Iilakir, que previene el reclutamiento y la utilización de niños, niñas y adolescentes en la Comuna 7 de Buenaventura (Valle del Cauca), no estaba nervioso. "Ya estoy acostumbrado", dijo. Sus estudiantes, entre los 12 y los 16 años, junto con niños que hacen parte de otros grupos musicales abrieron el enuentro por la reconciliación organizado por la Comisión de la Verdad en Medellín. Tocaron un currulao: "Yo tengo derechos", decía el coro. A pesar de la costumbre, el profesor no pudo ocultar su emoción y grabó segundo a segundo la presentación. Ese fue el inicio de un evento en el que los niños pondrían de presente sus derechos y le exigieran al país cómo más de dos millones de niños sufrieron la guerra. Eso se dio mientras en Bogotá el alcalde Enrique Peñalosa declaraba toque de queda.
"Los niños nos están pidiendo que tengamos el coraje de decirnos la verdad sobre lo que pasó en este país", aseveró el padre Francisco de Roux, presidente de la Comisión de la Verdad, después de que terminaran de cantar los niños. Al escenario salió Juan Sebastián Merchán, de 14 años, quien fue el presentador del evento. Hubo intervenciones de varias entidades y organizaciones no gubernamentales. Hicieron presencia la Procuraduría, la Unicef y el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar. En el encuentro, Juliana Pungiluppi, directora de esta última entidad encargada de proteger a los niños, no se refirió al bombardeo en el que murieron por lo menos ocho niños en San Vicente del Caguán (Caquetá), lo que generó molestia entre algunas organizaciones que defienden los derechos de la infancia y la adolescencia. Por otro lado, la funcionaria anunció que le entregará a la JEP la información sobre la atención que, según ella, le han dado a más de 6 mil niños que fueron reclutados.
Todos los comisionados se subieron al escenario y se sentaron a escuchar a las víctimas. Primero tomó la palabra un adulto, pero empezó a hablar de lo que vivió cuando era niño: en agosto del 2000 la Cuarta Brigada del Ejército emboscó a un grupo de niños en Pueblorrico, al suroeste antioqueño, entre esos estaba él. Murieron seis menores de edad y cuatro más quedaron heridos. "Estamos buscando la verdad porque ellos cuadraron todo diciendo que éramos guerrilleros", fue su clamor. "Le pedimos al Estado que no siga negando lo que pasó", enfatizó. Al final de su intervención la comisionada Lucía González informó que el 21 de noviembre se conoció que el Consejo de Estado condenó al Ejército por esa masacre.
Luego se escuchó un testimonio pregrabado de un adolescente que no estaba en el auditorio contando cómo fue reclutado por una guerrilla que lo engañó mientras trabajaba raspando coca. Le prometieron dinero para que se fuera con ellos, él ante la posibilidad de ayudar a su mamá aceptó.
Otro testimonio fue el de un señor que no quiso que se conociera su nombre. Fue reclutado por las Farc en el Meta cuando tenía 12 años y enviado al Catatumbo: su voz es apenas una de las de cientos de niños que conformaban la columna móvil Arturo Ruíz, se estima que alrededor del 60% de los integrantes de esa estructura eran menores. Esa infantil marcha guerrillera no llegó a su destino, fue emboscada por el Ejército en el páramo de Berlín (Santander). En los hechos murieron por lo menos 74 niños. Las víctimas ven con dolor cómo la institución castrense exalta ese operativo. Él tenía peticiones para los dos bandos que lo victimizaron, a las Farc "que digan dónde pueden estar los cuerpos de los niños que murieron en medio del operativo y todavía no los han encontrado". Al Estado "después de 19 años no hemos tenido reparación de ninguna clase. El Estado nos dejó abandonados para callar todo lo que hicieron". Se refería a que, según su relato, hubo niños capturados por los militares que fueron asesinados en estado de indefensión.
Iván Calderón Álvarado, hijo de los investigadores del Cinep asesinados en 1997 Mario Calderón y Elsa Alvarado, también intervino. Cuando tomó el micrófono expresó la confianza que tiene tanto en la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) como en la Comisión de la Verdad para conocer por qué los paramilitares asesinaron a sus papás. Un momento significativo, que no obtuvo la atención de los asistentes, fue que después del testimonio del joven el exparamilitar Freddy Rendón Herrera, conocido en medio del conflicto como 'El Alemán', se levantó de su asiento y se acercó a la tarima, y desde abajo le dio la mano a Iván a quien le dijo unas palabras al oido y se separaron en medio de amabilidad. También hablaron personas que, cuando fueron niños, sufrieron la violencia de parte del Eln y el Epl.
Un grupo de niños indígenas del resguardo Huellas, de Caloto (Cauca), cantó una canción. En evento habló también un profesor de una escuela en Jambaló, al norte del Cauca. Contó que desde la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca (Acin) han hecho diversos esfuerzos para que los niños de sus comunidades no terminen en las filas de los grupos armados. En ocasiones los padres y líderes comunitarios han ido hasta los campamentos de las guerrillas para exigirle a los comandantes que devuelvan a los menores de edad. Muchas veces han tenido éxito, pero en otras ocasiones han sido amenazados por los grupos irregulares. "Queremos que los victimarios reconozcan que sí reclutaron niños y niñas en nuestro territorio", insistió. El presente de esa región del país no pasó desapercibida, en el Cauca varios grupos armados han atacado a guardias indígenas y autoridades étnicas, a pesar de eso el docente recalcó: "en el norte del Cauca la guerra sigue presente, pero seguiremos construyendo escenarios de paz. Seguiremos luchando hasta que se apague el sol".
Dos personas dieron cuenta de cómo las afectaciones a los niños han generado nuevos ciclos de violencia. Primero habló Alejandra, quien a sus nueve años vio cómo el Ejército acampaba al lado de su escuela. Según su relato, los militares jugaban con los niños y les daban dulces para generar confianza y luego pedirles información de inteligencia. Además, ella fue víctima de abusos por parte de los soldados y vio cómo los paramilitares torturaron y asesinaron a un querido líder comunitario llamado Álvaro. "Tomé la decisión de buscar un grupo para vengarme", reconoció. Se contactó con las Farc, el grupo armado le dijo que podía entrar si tenía 15 años, ella mintió diciendo que sí cumplía con la edad, pero tenía 12. En la guerrilla, que le dijo que no la aceptaban par que tomara una venganza personal, sino para cambiar la realidad del país, vivió parte de su infancia, su adolescencia y adultez. "Me siento orgullosa de haber sido guerrillera", puntializó, pero también aceptó que ese no es el ideal para la infancia: "que nunca más ninguna niña tenga que empuñar un arma".
En uno de los momentos más emotivos de la tarde, los asistentes escucharon a Óscar Montealegre. Sus padres fueron asesinados por una guerrilla cuando él era un niño. Creció cargando dolor, rencor, odio. "Me daba muy duro ver a los niños en compañía de sus padres y que yo no los pudiera tener", relató. Un día recibió una oferta que cambió su vida y destruyó la de miles de personas. Se unió al Bloque Central Bolívar de los paramilitares y fue ascendiendo en la organización debido a la disciplina que había adquirido cuando estudió en un colegio religioso. Llegó a ser uno de los máximos comandantes de esa estructura teniendo a su cargo unos 1200 hombres. Contó que en medio de la guerra lo empezaron a inquietar algunos cuestionamientos. Un día él mandó asesinar a una persona señalada de pertencer al Eln, quien ejecutó el homicidio le llevó las pertenencias de la persona que murió. Montealegre las revisó y encontró una foto del supuesto guerrillero con su hija y su esposa. "En ese momento me di cuenta que estaba haciendo lo mismo que me hicieron a mí", recordó. En 2005 se desmovilizó y empezó a pagar una pena en prisión. Allá tuvo otro momento revelador. En el patio de la cárcel de Itagüi (Antioquia) hicieron un árbol de navidad junto con algunas víctimas que los visitaban para obtener información de sus familiares desaparecidos. La madre de una de las personas sobre las que no se conocía su paradero le dijo a Montealegre que a pesar del daño que le hizo ella lo iba a adoptar. En ese momento él sintió que tenía la madre que durante su infancia y adolescencia le faltó. “El cambio es posible”, insistió para referirse a su transición de una persona que destrozó familias en medio de la guerra a alguien que, según dice, es consciente de todo el dolor de la guerra y se arrepiente.
Un momento para reconocer
Uno de los objetivos de los encuentros de reconocimiento es que los responsables de graves delitos admitan sus responsabilidades. Era un momento esperado tanto por las víctimas como por los demás asistentes al evento. Para eso estaban en primera fila sentados Rodrigo Londoño, excomandante máximo de las Farc; Fredy Rendón, excomandante del Bloque Elmer Cárdenas de las Autodefensas Unidas de Colombia y el oficial activo del Ejército Daladier Jácome.
Primero habló Jácome quien admitió que hombres bajo sus órdenes, cuando comandaba el pelotón especial Espada 1, asesinaron a un jóven de 17 años el 15 de octubre de 2006 en Norte de Santander. “Este delito se dio por la presión de los altos mandos”, señaló. Dijo que estaba arrepentido y comprometido con la JEP para que las víctimas conozcan toda la verdad. “Los niños nunca más deben vincularse con la guerra”, concluyó.
Después tomó la palabra Fredy Rendón. Él fue condenado por el reclutamiento forzado de 309 menores de edad. Quien fuera conocido como ‘El alemán’ comandó el bloque de los paramilitares que operó todos el Urabá antioqueño, chocoano y cordobés, donde se dieron esos crímenes. “Cientos de niños, niñas y adolescentes fueron reclutados y utilizados por los grupos que yo comandaba. Empujamos a cientos de niños a un laberinto del cual muchos no pudieron salir”, admitió. “No existe ninguna justificación para reclutar a un niño bajo el argumento que se le estaba protegiendo”, concluyó.
Llegó el turno de Londoño, quien destacó que ese tipo de eventos son un logro del Acuerdo de Paz suscrito por el Estado y las Farc. “Quiero reivindicar y dignificar a los niños, niñas y adolescentes que se vieron afectados por acciones militares de las Farc- EP”, dijo. Luego dijo que esa organización tenía entre sus estatutos la prohibición expresa de reclutar a menores de 15 años. “Durante los primeros años de la confrontación hubo violaciones aisladas de esa directriz, pero en la medida en que la guerra se fue generalizando más y más menores de edad fueron ingresando”, relató.
El cierre del evento estuvo a cargo de una niña que dijo con contundencia: “cuando le pedimos una respuesta al Estado no nos referimos a una respuesta militar”. Esas palabras le merecieron bastantes aplausos del público. “Queremos que hayan oportunidades en el campo, escuelas y salud”. Quien concluyó con un llamado de atención fue el padre Francisco de Roux: “nuestra dignidad como país se ha visto afectada, tenemos dos millones de niños víctimas de la guerra”.
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