“Tenemos derecho a exigir que no mueran más niños en la guerra”: Alejandra Borrero

La actriz y directora de Casa Ensamble habla de la importancia de la protesta pacífica de este 21 de noviembre. Así como adelanta la importancia de seguir luchando y manifestándose en contra de la violencia contra las mujeres que se conmemora el 25 de noviembre, pero irá hasta el 10 de diciembre.  

Natalia Herrera Durán / @Natal1aH
21 de noviembre de 2019 - 04:08 p. m.
Alejandra Borrero, actriz, activista y directora de teatro, durante el lanzamiento de la campaña Ni con un pétalo de una rosa 2019.  / Archivo Particular
Alejandra Borrero, actriz, activista y directora de teatro, durante el lanzamiento de la campaña Ni con un pétalo de una rosa 2019. / Archivo Particular
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Este 21 de noviembre se realiza el Paro Nacional con la presencia de grupos artísticos, estudiantiles, políticos, sindicales, en medio de un ambiente de tensión y miedo producto de diversas acciones de parte del Estado como allanamientos de revistas culturales y organizaciones de derechos humanos ¿Cómo analiza el tema?

Creo que los colombianos olvidamos lo que puede generar una polarización tan alta. La gente salió con miedo y eso es muy doloroso porque los colombianos hemos vivido el miedo por años y años y eso no puede ser un estado permanente. Ese debe ser un espacio corto que sirva para detonar la capacidad de sobrevivir, pero uno no puede vivir del miedo toda la vida. Esas acciones generan un sentimiento de incertidumbre, de pensar que "estos son los buenos y estos son los malo y si estoy con estos no me va a pasar nada".

Creo que tenemos una democracia muy delicada. Y debemos tener el derecho a decir lo que nos plazca, lo que nos parezca por el derecho a exigir nuestros derechos. A decir que se cumplan los acuerdos de paz, a decir que no se vuelvan a asesinar niños dentro de la guerra. Por supuesto, que se han ido sumando estas a otras miles de necesidades porque habla de un país que no está sintiéndose cómodo con lo que está sucediendo y eso hay que oírlo no apabullarlo. Y tenemos que tener la capacidad de ponernos en el zapato del otro. Si no esto no tiene solución y me asusta lo que eso puede generar.

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Hablando del miedo, y volviendo a la campaña por el Día Internacional por la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, que empieza este 24 de noviembre y va hasta el 10 de diciembre, ¿cuál es el llamado que hace para esos días?

El llamado es a que las mujeres tenemos derecho a ser las que somos y a vivir sin miedo. Somos un abanico de posibilidades, no solo somos “buena” o “juiciosas” o “sumisas”. Cuando una mujer se describe generalmente dice: soy fuerte (risas). Y esa es una palabra que generalmente no le atribuyen a una mujer. Entonces tenemos que seguir diciendo que todas merecemos la pena. Tenemos que volver a la sororidad, pensando incluso que hasta la mujer que se comió a su marido tiene derechos y que no solamente son las “buenas” o las que no se ponen escote. Merecemos una vida libre de violencias así seamos bailadoras, recocheras, rezanderas, lo que sea. No puede ser que por ser mujer tengamos seis veces más posibilidades de ser violentadas.

Naciones Unidas llamaba la atención con preocupación sobre la creación de nuevos grupos armados en todo el mundo con discursos misóginos y xenofóbicos, aunque se piensa que esos discursos se han ido superando ¿Cómo acercar desde el arte a los hombres? ¿Cómo tejer puentes con ellos que siguen siendo los mayores perpetradores de las violencias contra las mujeres y niñas?

Esa es una de las más fuertes preocupaciones que tenemos, porque estos temas deben dejar de ser de mujeres y punto porque como dices los perpetradores de esas violencias son hombres y creo que el arte, y nuestro trabajo, busca pasar este mensaje masivamente. Por ejemplo, tener ocho mil personas en la Plaza de Bolívar el año pasado nos dio una posibilidad muy interesante de llevar estos mensajes a una sociedad amplia, porque, generalmente, estos discursos se quedan en los mismos círculos y entre nosotras. Es fundamental seguir abriendo este discurso. Poco a poco y cada vez más hombres vienen a este festival pero, además, en cada festival me he encontrado con cosas maravillosas.

¿Cómo qué?

Por ejemplo, tuve cinco muchachos que venían de Panamá y al final del festival me dijeron: "no sabíamos que la situación de las mujeres era así, nosotros le prometemos que nunca vamos a violentar a una mujer". Son temas que llenan el corazón. O recuerdo una vez que un hombre estaba furioso viendo a varios hombres pintados con labial rojo, decía que se habían “mariquiado” y no sé qué más cosas, pero cuando supo la razón por la que estaban así (para protestar por la violencia contra ellas), cogió el labial rojo y él mismo se los pintó y con eso rompió todos sus prejuicios en ese momento. Algo muy interesante porque les cuesta mucho trabajo. Hay hombres que dicen de boca para afuera: "Nunca voy a violar, a violentar, a celar una mujer, pero siguen siendo esos hombres que no pueden expresar sus sentimientos, que no pueden llorar.

Claro y en un país con conflictos armados tan largos, esa carga de masculinidades guerreras, del machito, son muy fuertes…

Sí, están muy afincadas. Hablaba en estos días con chicos que estudian en Casa E y me sorprendió que estaban en entornos muy conservadores y patriarcales, que escuchan cosas del estilo: "Las mujeres son para cocinarles a los hombres y para atenderlos". Parece que vamos bien y de pronto nos devolvemos, pero bueno si no lo hemos entendido debemos devolvernos para hacerlo y avanzar. Como sucedió con la cartilla sobre género que se retiró de los colegios y que buscaba que los niños y niñas con orientaciones diversas tuvieran un reconocimiento y respeto desde los colegios.

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Este año, para conmemorar el día contra la violencia de las mujeres se han pensado muchas actividades y todas suenan a fiesta ¿Por qué?

Porque no podemos seguir llorando estas violencias nada más. Buscamos empoderar a las mujeres más allá del rótulo de la víctima porque una mujer que está bien parada y sabe lo que quiere, le hace bien y necesita tiene menos posibilidades de sufrir y aguantar en silencio violencias. Al año, y que no se nos olvide, 65.000 mujeres mueren en Latinoamérica por violencias de género. Y son entre los 20 y 29 años el mayor índice de feminicidios. Lo que habla de mujeres que no han llegado a desarrollar todas sus capacidades. Los países se pierden de potenciales científicas, artistas, investigadoras, políticas. Estamos perdiendo las mujeres y de su voz y eso es algo que no podemos desoír y debemos trabajar por eso desde donde sea, también desde la pluma.

¿Cómo así?

Desde la prensa y los medios de comunicación porque por ponerle un ejemplo, subieron un 300% las mujeres víctimas de ácido después de las publicaciones de prensa en las que contaban con detalle dónde se conseguía el ácido y cómo era el crimen. En cambio, no se le dijo a las mujeres qué debían hacer después de un ataque así, que debía lavarse la cara con agua y no tocársela por nada del mundo, por ejemplo.  Y se les expuso y se dio su nombre.

Sin duda...

Yo a pesar de llevar diez años en esta lucha también digo una que otra brutalidad de vez en cuando, porque el tema está metido en nuestra cultura. Y pienso cómo debemos validarnos cada día más. Esto toma tiempo, pero no puede tomar muchos años más porque este es el siglo de las mujeres.

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Precisamente, van once años desde que como actriz, mujer y directora de Casa Ensamble ha tomado un papel decidido y activo en contra de las violencias contra las mujeres. ¿Cómo es su balance de la campaña: Ni con el pétalo de una flor?

Llevamos once años y hemos trabajado por todo el país, desde San Andrés hasta Leticia, con mujeres víctimas y otro tipo de población. El festival se volvió una excusa para mostrar lo que hacemos, porque una cosa es lo que hacemos de la campaña hacia afuera y otra lo que hemos hecho hacia adentro, porque trabajamos profundamente y con seriedad alrededor de la no violencia contra las mujeres.

En algún momento, cuando presentamos este proyecto al Gobierno nos decían: "pero por qué hacen esto si son asuntos del Gobierno" y nosotros respondíamos: porque nos importa e interesa. Así que hacemos un trabajo muy serio y alrededor del arte.

¿Por qué el arte?

Porque los procesos creativos les permiten a los seres humanos expresarse de maneras increíbles y no solo reconocer su capacidad creadora sino ayudarlos a transformar cosas tan dolorosas y tan difíciles como la violencia. Creo que las cosas sutiles hacen cosas maravillosas.

Uno de esos emblemas de trabajo fue la obra Victus…

Sí, aunque antes hice una obra con cinco mujeres víctimas de trata y después del trabajo con ellas y después de ver el dolor tan brutal que pudieron de alguna manera transformar por medio del arte sentí que este era mi camino y que iba a seguir por ahí. Después vino Victus, un proceso largo y difícil porque sabíamos que teníamos que hacer una acción sin daño. En ese momento no se había firmado el acuerdo de paz y ya estábamos en esta locura en la que otra vez estamos: la polarización y la necesidad de espichar al otro, de volverlo un bicho, un virus, una bacteria para poder pasar sobre él. La guerra convierte al otro, al supuesto enemigo en seres que se pueden despreciar, en “ratas” y cuando eso sucede se pierde la noción de humanidad, se espicha esa “rata” sin mucho trabajo.

Así que tenemos que romper estos discursos que polarizan al país y tenemos que volver a reencontrarnos y Victus es una prueba fehaciente de que se puede. Llegamos casi cuatro años trabajando y es un elogio a la dificultad, no crean que la reconciliación es darse la mano y ya, hay miles de cosas que debe uno reconciliar con uno mismo, con el otro, con el país, con la naturaleza, porque imagínese lo que hemos hecho con ella si realmente hemos vivido 50 años sin siquiera mirar qué hicimos con nuestros bosques y nuestra biodiversidad.

Tenemos esa enorme deuda. 

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El acuerdo de paz entre el Gobierno y las Farc permitió, entre otros desafíos, voltear a mirar la violencia contra las mujeres y las niñas y permitió identificar que esa violencia no solo venía de la guerra, sino que pasaba en las calles y en las familias. ¿Cómo ves el trabajo de transformación de esas violencias desde el arte, de esa cultura machista?

El arte es cultura, la cultura es todo, y nada más interesante que el arte para mirar hacia adentro, para pensar hacia ti, y que podamos expresarle eso a otro ser humano y que pueda ver eso desde otro aspecto hace que uno abra las ventanas. ¿Por qué apareció el teatro? Para hablar de ellos problemas sociales y sobre temas que no se podían resolver. El arte y el teatro tienen esa tarea. Así que yo creo que el arte es el medio más maravilloso para pacificar este país. Yo le juro que el arte y la educación, si le apostamos a esas dos cosas, vamos a tener un país completamente diferente. Pero sin eso no vamos a poder hacer nada. Y las víctimas lo saben, porque muchas de ellas pedían instrumentos, volver a sus culturas, porque la guerra bombardeo las culturas. Así que volver al arte es volver a mí, volver a la esencia, a lo que somos.

Por Natalia Herrera Durán / @Natal1aH

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