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Impotencia, tristeza, rabia y arrepentimiento: las cuatro sensaciones de Carlos Sánchez apenas llegó al solitario camerino del estadio Mordovia Arena de Saransk. Había dejado a su equipo con 10 hombres, a los tres minutos del partido. En su cabeza se repitió una y otra vez la jugada en la que terminó metiéndole el brazo a un remate que iba hacia el arco y que le dio para ser expulsado por el árbitro Damir Skomina. Pensó en las miles de alternativas que pudo haber elegido en ese momento. Buscó porqués y ninguna respuesta calmó su cólera. (Vea nuestro especial sobre el Mundial de Rusia 2018)
Cuando El Espectador se lo cruzó en la zona mixta, luego de la derrota 2-1 ante Japón, con amabilidad, pero sin abrir su boca, hizo gestos de no querer hablar, o tal vez de no saber qué decir. El silencio fue su armadura, esa protección que no dejó ver su estado real. “Los grandes logros se consiguen en equipo, como grupo daremos el todo por el todo”, fue una de las frases que había dicho antes del inicio de la Copa del Mundo y tocó ponerla en práctica en una situación diferente a la que él había pensado. Siempre estuvo acompañado por los otros 22 jugadores del plantel, por el cuerpo técnico y su familia, que está en Rusia, gracias a una invitación de uno de los patrocinadores de la Federación Colombiana de Fútbol.
Abrir los ojos en su cama del hotel Ski Resort, de Kazán, bañarse para comenzar un nuevo día y a entrenar. Antes de comenzar la jornada se reunieron en el centro de la cancha y José Pékerman les dijo unas palabras a sus jugadores con un mensaje claro: nada está perdido, vamos a pasar la página y a recuperarnos. Ya Carlos Sánchez estaba más tranquilo, pero cuando cogió su celular y se enteró de las amenazas de muerte en Colombia por su error en la cancha, se volvió a derrumbar. (Lea: Carlos Sánchez, el primer expulsado de Rusia 2018)
“Este triunfo se lo queremos dedicar muy especialmente a Carlos Sánchez, que esta semana la ha pasado muy mal con las informaciones que han llegado desde Colombia. Estaba conmocionado por este tema y todos comprendemos que el fútbol es otra cosa, que lo hacemos con mucha responsabilidad y esfuerzo, y no quisiéramos que ni siquiera verbalmente se puedan decir esas cosas”, comentó el técnico luego de la contundente victoria 3-0 sobre Polonia en el Kazán Arena.
Ese partido lo vio Sánchez en uno de los palcos de la tribuna occidental del estadio, a pocos metros de donde estuvieron sentados René Higuita y Carlos El Pibe Valderrama. Vestido con la sudadera oficial de la selección, se le vio tranquilo y disfrutando como un hincha más del juego de sus compañeros. Sonrió y sufrió como cualquiera. Saltó de su silla en cada gol de Colombia y se abrazó con quienes lo acompañaron. (Puede leer: Carlos Sánchez y la llamada del destino)
Para él, la alegría por la victoria representó la oportunidad de volver a jugar en un partido determinante y no en uno estando eliminados. Sólo recibió una fecha de sanción por la roja ante los nipones y está a disposición del cuerpo técnico para ser inicialista mañana contra Senegal. Y seguro lo será. Es un jugador clave para Pékerman, su hombre de confianza en la mitad de la cancha y, a pesar del buen partido de Wilmar Barrios, quien ocupó su puesto, recuperaría su lugar. “Carlos es un futbolista excepcional y cuando él no está damos ventajas. Es un líder y un referente para los que actuamos en esta posición”, le dijo Barrios a este diario. También lo elogió Abel Aguilar, quien comentó que Sánchez “es un jugador muy importante para el equipo y aportará mucho su regreso”. Otro que aceptó la invitación de El Espectador para referirse a La Roca fue Jefferson Lerma, quien añadió que “la victoria será un envión anímico para él y para el grupo. Estamos para grandes cosas en esta Copa del Mundo y vamos a seguir trabajando como lo hemos hecho desde que comenzó este camino”.
En medio de la temporada europea, tras no ser tenido en cuenta por el técnico de la Fiorentina de Italia, Stefano Piolo, Carlos Sánchez le exigió a su representante que buscara un nuevo equipo en el mercado invernal. Sabía que, de cara al Mundial de Rusia 2018, lo que necesitaba era jugar, coger ritmo de competencia y algo que para los futbolistas es muy importante, sentirse útiles. A los pocos días le contaron del interés del Espanyol de Barcelona y sin dudarlo aceptó. (Puede leer: El modelo Pékerman está en juego)
El técnico Enrique Sánchez Flores lo recibió con brazos abiertos y de inmediato le dio un papel especial dentro del equipo. Se ganó la titular y, a pesar de que los resultados deportivos colectivos no fueron destacados, en la mayoría de juegos, el chocoano de 32 años se destacó. En total sumó 1.123 minutos en cancha, tiempo suficiente para llegar bien al Mundial de Rusia 2018. Tal como lo había planificado.
A pesar del tropiezo ante Japón, de ese error que ya hace parte del pasado, Carlos tiene deseos de revancha, de reivindicarse y demostrar que sigue siendo La Roca. Si él ingresa a la formación titular, lo haría por Wilmar Barrios, pues es el jugador más parecido a él; y a Pékerman, a lo largo de su proceso con la selección nacional le ha gustado poner dos volantes de marca de estilos diferentes: uno que quite la pelota y cumpla esa función de destruir el juego del rival, tipo Sánchez o Barrios, y otro que, además de quitar, tenga esa capacidad para armar juego desde atrás, tipo Abel Aguilar o Matheus Uribe. (Lea: David Ospina y lo que es celebrar siempre en solitario)
Ramiro García, uno de los primeros entrenadores de Carlos Sánchez en Chocó, recuerda que siempre le decía que nunca dejara esa tenacidad y entrega, que siempre tuviera presente ese valor de no dar un balón ni un partido por perdido. “Un buen defensa o volante de marca no es el que hace la falta para que el rival no ataque, sino el que es capaz de recuperar el balón sin infracción”. Y así es Carlos Sánchez. Esas palabras las pone en práctica siempre. Más cuando tenga la oportunidad de volver a jugar un partido en un Mundial de Fútbol.