Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
El arquero. El número uno de un equipo. Primero en ser señalado cuando hay un gol. En su figura recae la responsabilidad de toda una escuadra. Un error suyo puede costar un partido, un campeonato y entonces se tiran al olvido súbitamente todas sus hazañas. El exentrenador Gabriel Ochoa Uribe solía decir con frecuencia: “Dénme un gran portero, alguien que me deje dormir tranquilo, y vamos a pelear el título”. Muchos conjuntos que han salido campeones se han destacado por tener buenos guardametas: Italia, en 1982, tuvo a Dino Zoff y en 2006 a Gianluigi Buffon; España, en 2008, 2010 y 2012, contó con un Iker Casillas impasable; y Argentina en 1978 tuvo en sus filas al inolvidable Ubaldo Matildo Fillol. (Vea aquí nuestro especial del Mundial de Rusia 2018)
Bélgica es una de las selecciones que ha contado con grandes arqueros. Tal vez cuando se habla de este combinado, su nombre no resuena como el de aquellos equipos que lograron consagrarse campeones, pero debajo de los tres palos siempre ha sobresalido la figura de un guardameta que genera seguridad y le da confianza al grupo. Gracias a ellos han logrado los pocos resultados que hasta ahora se distinguen en el balompié de este país: el tercer puesto en la Eurocopa de 1972, el subcampeonato en este mismo torneo continental en 1980 y el cuarto lugar en el Mundial de México 1986.
Christian Piot fue quien comenzó a darle renombre a la portería belga. No lo hizo de la misma manera de quienes lo precedieron, sin embargo, con él como número uno, Bélgica regresó a un campeonato del mundo después de 16 años de ausencia y en México 1970 se erigió como la gran figura. Contó con dos partidos notables: uno frente a la Unión Soviética y el otro en contra de México. En ambos perdieron, aunque la diferencia pudo haber sido mayor si no es por sus reflejos. Tapó pelotas que parecían imposibles y evitó que su equipo sufriera una decepción aún mayor. (Lea: La generación dorada de Bélgica llegó pisando fuerte al Mundial de Rusia)
Fue una experiencia que no solo le sirvió al guardameta si no a todo el seleccionado, puesto que dos años después obtuvieron un tercer puesto histórico en la Eurocopa. Piot nuevamente se destacó y tan solo recibió seis goles en 10 partidos. Fue tan sobresaliente la presentación belga que en el camino dejaron desparramados a combinados como el italiano (actual subcampeón del mundo) o el portugués. No obstante, perdieron en semifinales frente a Alemania occidental, que bajo el liderazgo de Franz Beckenbauer y los goles de Gerd Müller se quedaron con el título.
Durante ocho años fue titular de la selección belga (1969-1977) y cuando su carrera en la escuadra nacional estaba en el ocaso, todos esos conocimientos se los transmitió a un arquero, que estuvo cerca de ganarlo todo, como lo fue Jean-Marie Pfaff. En 1976 llegó como un desconocido al combinado de su país y en 1990 se retiró como un grande. Su sello lo empezó a apostillar en 1980, con una sorprendente actuación en la Eurocopa. No fue un arquero que se destacó por su altura, pero sí por su habilidad de colocación bajo la portería. No pudo hacer mucho para frenar al cuadro teutón, pero su equipo finalizó como subcampeón, el logro más alto en la historia del fútbol belga. (Puede leer: El sello inglés de la selección de Bélgica)
Estuvo en los Mundiales de España 1982 y México 1986. En el último fue la gran figura. Muchos lo declararon como el mejor. Incluso, Diego Maradona lo alabó después de que Argentina eliminó a Bélgica en semifinales. El 10, una vez finalizó el partido, le entregó su camiseta como gesto de admiración a lo que había tapado en ese encuentro. “Hay dos compromisos que recuerdo mucho, contra la Unión Soviética y contra España. Cuando veo esos juegos se puede observar la recompensa de todos los años de carrera”, recordó en una entrevista en la que rememoró dos enfrentamientos. Su papel fue fundamental para la cuarta posición de la escuadra belga en el campeonato, su mejor participación en la historia de este evento.
Su retiro parecía dejar un vacío grande en el arco belga, pero nuevamente la posta cayó en un portero con manos de acero: Michel Preud'homme, un hombre con las mismas características que Pfaff. No se destacaba por su altura sino en la forma como se acomodaba debajo del arco y por sus reflejos. Con él, la selección no logró grandes hitos a nivel internacional, pero su presencia fue vital en los dos campeonatos del mundo que disputó: Italia 1990 y Estados Unidos 1994. En este último, en el que se entregó por primera vez el Premio Lev Yashin al mejor arquero del Mundial, el cancerbero se quedó con este reconocimiento, a pesar de que quedaron eliminados en octavos de final. (Lea: Romelu Lukaku, un goleador silencioso)
Bélgica y sus arqueros desaparecieron del concierto internacional hasta hace un par de años, cuando Thibaut Courtois llegó al arco y aparecieron adelante un grupo de figuras encabezadas por Eden Hazard, Kevin De Bruyne y Romelu Lukaku.
Con casi dos metros de alto, con unos brazos que parecen estirarse cuando un balón va ubicado al ángulo y unos reflejos notables que hacen que las dimensiones de la portería se le disminuyan a cualquier delantero, cuando él la está defendiendo, el guardameta empezó a ganarse un lugar entre los mejores en su posición.
Courtois es el número uno, el estandarte, el que responde cuando los demás meten los pies en el lodazal. La posta de una tradición de grandes arqueros está en sus manos y parece que estará por varios años (tiene 26). Nuevamente Bélgica cuenta con un guardameta de garantías y parece enfilarse para lograr grandes triunfos. Ya lo hizo con el Atlético de Madrid y el Chelsea, ahora la mirada está puesta con su selección, que hasta ahora ha sido la de más brillo en el Mundial de Rusia. Pero este campeonato no es de comienzos sino de cómo se afronta el final. Este lunes en Rostov frente a Japón deben seguir escribiendo ese cuento de hadas.