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Nigeria consiguió su agónico tiquete a Rusia la noche del 7 de octubre de 2017, en el partido contra Zambia. El Estadio Internacional Godswill Akpabio, en el estado de Uyo, donde se jugó el encuentro, lleva el nombre de un exgobernador de la región de Akwa Ibom, acusado de robar más de US$100 millones del presupuesto para alimentación escolar. Además, está diseñado con un detalle especial: una tribuna VIP con vidrio a prueba de balas, donde se sentaba Udom Emmanuel, otro exgobernador de la región. Ambos personajes se encargaron de levantar la monumental estructura en una de las zonas más violentas y pobres.
El Godswill Akpabio representa toda la corrupción en Nigeria. Construir un estadio en un estado como Uyo parece innecesario. Los políticos locales gastaron cerca de US$250 millones, y, aunque cuenta con capacidad para 30.000 personas, a los partidos del equipo local asisten poco más de mil. (Lea: Croacia venció a Nigeria y es líder del Grupo D)
Para justificar el gasto, la Federación de Nigeria (NFF) decidió que la selección jugaría sus partidos por la eliminatoria africana allí, aunque no fuera la mejor decisión para la escuadra, pues ese lugar, sea por mística o por el terreno, no le traía buenos resultados.
Según David Mark, senador nigeriano, la NFF es la institución más corrupta del país. Varias veces este organismo ha perjudicado al equipo nacional. Tan solo en el Mundial pasado, celebrado en Brasil, el conjunto de las Superáguilas se declaró en huelga y por poco no viaja a su encuentro contra Francia en los octavos de final, debido a que la federación no le había pagado el dinero prometido por participar. Algo similar también ocurrió en la Copa del Mundo de 1998. (Le puede interesar: Sadio Mané, la esperanza de Senegal en el Mundial de Rusia)
En los últimos años, Nigeria, uno de los gigantes africanos del deporte rey, se ha visto reducido frente a sus vecinos debido a la mala gestión administrativa de su federación. El proceso deportivo también se ha visto interrumpido. Entre 2014 y 2016 han pasado cinco técnicos por el equipo. Ahora, el alemán Gernot Rohr le ha traído un poco de estabilidad, pero la corrupción en el fútbol nigeriano se pasea como un fantasma.
La selección tiene una gran responsabilidad, pues las gestas deportivas proporcionan alegría en medio de la agitación política y en este momento el país se hunde en una profunda crisis. Por el Norte está la amenaza de Boko Haram, que ha matado y desplazado a la población local. Desde el Sur, los Vengadores del Delta asesinan a los petroleros para protestar por la pésima distribución de la riqueza. En el Este surge un movimiento que busca la partición del país. Y mientras la pobreza se extiende, el fútbol mantiene viva la ilusión de unidad nacional. (Vea nuestro especial sobre el Mundial de Rusia 2018)
Si los nigerianos superan la fase de grupos podrían conseguir la felicidad para su pueblo, como lo hicieron en 2013, cuando levantaron la Copa Africana de Naciones.