Todo cambiará en el fútbol después del COVID-19
Los protagonistas coinciden en que es el momento de darle un nuevo rumbo al deporte más popular del mundo, hay que hacerlo “menos arrogante y más acogedor”. En Europa volvió a rodar el balón.
Redacción Deportes - @DeportesEE
Si algo ha dejado clara la pandemia del COVID-19 es que el mundo no volverá a ser el mismo. Nunca en la historia el planeta se había paralizado como durante los meses de marzo y abril. El ser humano jamás se había sentido tan débil e impotente como frente a este virus que ha dejado más de 300.000 muertos y cerca de 5’000.000 de contagiados.
Y aunque el coronavirus no ha matado al fútbol, lo ha dejado gravemente herido. Removió sus estructuras y evidenció sus fallas. Rompió esa burbuja en la que vivía el deporte más popular del mundo.
Tanto que sus protagonistas coinciden en que es el momento de darle un nuevo rumbo. Carlos Queiroz, el técnico de la selección de Colombia, en su primera columna en El Espectador, advierte que el fútbol “debe comenzar por adoptar inevitablemente una nueva y diferente forma de pensar y actuar, más innovadora, solidaria y global”.
Lea la columna de Carlos Queiroz en El Espectador
El estratega portugués, que durante algunas semanas reflexionará en nuestras páginas sobre la emergencia que afronta el mundo, agrega que el balompié “perdió el control de su destino y sus mecanismos de éxito, quedando rehén de la salud y la economía”, antes de advertir: “Están equivocados aquellos que piensan y actúan con la convicción de que todo terminará pronto, que todo se iluminará y renacerá, como si nada hubiera sucedido, nada esté sucediendo o se vuelva a repetir”.
Hasta el presidente de la gran multinacional que es la Fifa, el suizo Gianni Infantino, admite la necesidad de una profunda transformación. “Debemos construir un fútbol vinculado con las realidades territoriales, pero al mismo tiempo más global, menos arrogante y más acogedor. Lo único que no cambiará será la alegría por un gol, el abrazarse para compartir una alegría. Seremos mejores, más humanos, más atentos a los verdaderos valores”, dijo al anunciar que se vendrán cambios profundos. “Necesitamos una evaluación del impacto económico global, de los daños, para ver cómo podemos cubrirlos, qué sacrificios hacemos y cómo volvemos a arrancar. Quizás podemos aprovechar para reformar el fútbol dando un paso atrás, con formatos diferentes, torneos más reducidos, con menos equipos, pero con más equilibrio. Menos partidos para proteger la salud de los futbolistas”.
Lea también: La lucha del fútbol aficionado colombiano en tiempos de COVID-19
En esa misma línea, Jorge Valdano, exjugador y técnico, ahora convertido en una de las voces más reflexivas del mundo del balón, explicó las coyuntura con una frase contundente en una de sus columnas en el diario El País de España: “¿Qué se puede esperar de una sociedad en donde los científicos tienen que marcharse del país, mientras los futbolistas ganan lo que ganan?”.
Sobre el regreso de las competencias advirtió: “Es una vuelta paulatina, llena de prevenciones, con test iniciales que ayudarán a atenuar los riesgos. Pero tarde o temprano habrá que ir a cabecear un córner, y el riesgo que corra un jugador será extensible a su mujer y a sus hijos cuando vuelva a casa. Se supone que los héroes no tienen miedo, pero si algo ha demostrado el COVID-19 es que todos somos iguales ante su implacable ley”.
Y con firmeza recalca: “No se volverá a jugar por capricho de los futbolistas, sino porque es necesario mover la máquina de producir dinero. La que tiene prisa es la industria, no el juego.
Cierra Valdano con una idea indiscutible: “El fútbol se creyó importante hasta que el coronavirus le contó la verdad: es solo una simulación de la realidad. Le arrebató la atención, la preocupación y los héroes. Los aplausos se mudaron de los estadios a los balcones”.
El cambio es urgente
En Colombia la pandemia dejó en evidencia la fragilidad de la estructura del fútbol profesional y la escasa organización de los clubes de primera y segunda división. Es claro que la emergencia sanitaria y el receso son una oportunidad de oro para su reinvención.
“Pero la única forma de construir un fútbol solidario es permitiendo que todas las partes interesadas participen en la definición de las reglas, no las del juego como tal, sino las de actuación, de funcionamiento. En las ligas más importantes del mundo todas las determinaciones se toman en consenso, se consulta a árbitros, técnicos, jugadores y jugadoras como principales protagonistas. Esa es la única manera de implementar reglamentaciones que nos convengan a todos. Acá llevamos 70 años en los que una sola parte, la de los dirigentes, ha impuesto su voluntad”, asegura Carlos González Puche, director de la Asociación Colombiana de Futbolistas Profesionales (Acolfutpro), quien agrega: “por fortuna el Gobierno está interviniendo como regulador a través del Ministerio del Deporte y está acabando con la soberbia de los directivos, cuyo negocio podrá ser muy privado, podrá tener mucho dinero, pero para funcionar depende del Estado”.
Diego Torres, abogado especialista en derecho financiero y CEO de Best Of You Colombia, dice que “queramos o no, tendremos que pensar en la nueva realidad del fútbol, desde la base hasta el profesionalismo. Para eso tendremos que establecer objetivos estratégicos y de negocio que vayan más allá de lo inmediato, para consolidar una industria atractiva y sostenible en el mediano y largo plazo. Es indispensable humildad, visión de futuro, diálogo constructivo, trabajo en equipo y conocimiento profundo de la industria”.
Lea también: Erling Haaland, el gran 9 del futuro
El técnico tolimense José Flabio Torres explica que “el fútbol se había convertido en una empresa más y ahora está dependiendo del tema de la salud, de una vacuna que le permita a la gente volver a trabajar y generar ingresos para ir a los estadios y financiar los clubes. Será un proceso largo, porque hoy la prioridad es fortalecer nuestro sistema de salud. El fútbol no va a perder la esencia, pero se ha desvalorizado y habrá un nuevo punto de partida”. Lo mismo piensa el estratega vallecaucano Eduardo Lara, quien tiene la ilusión de que “se imponga, como siempre, el talento y el ingenio de los jugadores” cuando los torneos vuelvan.
El volante de Santa Fe, Daniel Giraldo, advierte que “por encima de cualquier cosa está la salud y quedó demostrado que como humanidad somos vulnerables. Hasta que no exista una vacuna el fútbol se va vivir sin público porque la gente tendrá miedo de asistir al estadio”.
Pompilio Páez, el asistente técnico de Juan Carlos Osorio en Nacional, explica que además de los cambios reglamentarios a los que obliga el calendario tan apretado que se viene, como las cinco sustituciones por partido, el fútbol tendrá que seguir siendo ejemplo y referente para la sociedad, y por eso sus protagonistas deben ser más “reflexivos, solidarios y respetuosos, deben velar por el juego limpio, cuidar su salud y la de los demás, el medio ambiente y, sobre todo, estar unidos y más identificados con el resto de la sociedad, que no es tan ajena a ellos como creíamos”.
Claro está que el fútbol debe cambiar. Debe poner los pies en la tierra y recuperar su esencia, esa de la que se enamoran los niños que juegan en la calle con una pelota de trapo y dos piedras como arcos, pero que se pierde cuando importan más los intereses comerciales que la gloria, cuando son más importantes los millones que los trofeos.
Si algo ha dejado clara la pandemia del COVID-19 es que el mundo no volverá a ser el mismo. Nunca en la historia el planeta se había paralizado como durante los meses de marzo y abril. El ser humano jamás se había sentido tan débil e impotente como frente a este virus que ha dejado más de 300.000 muertos y cerca de 5’000.000 de contagiados.
Y aunque el coronavirus no ha matado al fútbol, lo ha dejado gravemente herido. Removió sus estructuras y evidenció sus fallas. Rompió esa burbuja en la que vivía el deporte más popular del mundo.
Tanto que sus protagonistas coinciden en que es el momento de darle un nuevo rumbo. Carlos Queiroz, el técnico de la selección de Colombia, en su primera columna en El Espectador, advierte que el fútbol “debe comenzar por adoptar inevitablemente una nueva y diferente forma de pensar y actuar, más innovadora, solidaria y global”.
Lea la columna de Carlos Queiroz en El Espectador
El estratega portugués, que durante algunas semanas reflexionará en nuestras páginas sobre la emergencia que afronta el mundo, agrega que el balompié “perdió el control de su destino y sus mecanismos de éxito, quedando rehén de la salud y la economía”, antes de advertir: “Están equivocados aquellos que piensan y actúan con la convicción de que todo terminará pronto, que todo se iluminará y renacerá, como si nada hubiera sucedido, nada esté sucediendo o se vuelva a repetir”.
Hasta el presidente de la gran multinacional que es la Fifa, el suizo Gianni Infantino, admite la necesidad de una profunda transformación. “Debemos construir un fútbol vinculado con las realidades territoriales, pero al mismo tiempo más global, menos arrogante y más acogedor. Lo único que no cambiará será la alegría por un gol, el abrazarse para compartir una alegría. Seremos mejores, más humanos, más atentos a los verdaderos valores”, dijo al anunciar que se vendrán cambios profundos. “Necesitamos una evaluación del impacto económico global, de los daños, para ver cómo podemos cubrirlos, qué sacrificios hacemos y cómo volvemos a arrancar. Quizás podemos aprovechar para reformar el fútbol dando un paso atrás, con formatos diferentes, torneos más reducidos, con menos equipos, pero con más equilibrio. Menos partidos para proteger la salud de los futbolistas”.
Lea también: La lucha del fútbol aficionado colombiano en tiempos de COVID-19
En esa misma línea, Jorge Valdano, exjugador y técnico, ahora convertido en una de las voces más reflexivas del mundo del balón, explicó las coyuntura con una frase contundente en una de sus columnas en el diario El País de España: “¿Qué se puede esperar de una sociedad en donde los científicos tienen que marcharse del país, mientras los futbolistas ganan lo que ganan?”.
Sobre el regreso de las competencias advirtió: “Es una vuelta paulatina, llena de prevenciones, con test iniciales que ayudarán a atenuar los riesgos. Pero tarde o temprano habrá que ir a cabecear un córner, y el riesgo que corra un jugador será extensible a su mujer y a sus hijos cuando vuelva a casa. Se supone que los héroes no tienen miedo, pero si algo ha demostrado el COVID-19 es que todos somos iguales ante su implacable ley”.
Y con firmeza recalca: “No se volverá a jugar por capricho de los futbolistas, sino porque es necesario mover la máquina de producir dinero. La que tiene prisa es la industria, no el juego.
Cierra Valdano con una idea indiscutible: “El fútbol se creyó importante hasta que el coronavirus le contó la verdad: es solo una simulación de la realidad. Le arrebató la atención, la preocupación y los héroes. Los aplausos se mudaron de los estadios a los balcones”.
El cambio es urgente
En Colombia la pandemia dejó en evidencia la fragilidad de la estructura del fútbol profesional y la escasa organización de los clubes de primera y segunda división. Es claro que la emergencia sanitaria y el receso son una oportunidad de oro para su reinvención.
“Pero la única forma de construir un fútbol solidario es permitiendo que todas las partes interesadas participen en la definición de las reglas, no las del juego como tal, sino las de actuación, de funcionamiento. En las ligas más importantes del mundo todas las determinaciones se toman en consenso, se consulta a árbitros, técnicos, jugadores y jugadoras como principales protagonistas. Esa es la única manera de implementar reglamentaciones que nos convengan a todos. Acá llevamos 70 años en los que una sola parte, la de los dirigentes, ha impuesto su voluntad”, asegura Carlos González Puche, director de la Asociación Colombiana de Futbolistas Profesionales (Acolfutpro), quien agrega: “por fortuna el Gobierno está interviniendo como regulador a través del Ministerio del Deporte y está acabando con la soberbia de los directivos, cuyo negocio podrá ser muy privado, podrá tener mucho dinero, pero para funcionar depende del Estado”.
Diego Torres, abogado especialista en derecho financiero y CEO de Best Of You Colombia, dice que “queramos o no, tendremos que pensar en la nueva realidad del fútbol, desde la base hasta el profesionalismo. Para eso tendremos que establecer objetivos estratégicos y de negocio que vayan más allá de lo inmediato, para consolidar una industria atractiva y sostenible en el mediano y largo plazo. Es indispensable humildad, visión de futuro, diálogo constructivo, trabajo en equipo y conocimiento profundo de la industria”.
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El técnico tolimense José Flabio Torres explica que “el fútbol se había convertido en una empresa más y ahora está dependiendo del tema de la salud, de una vacuna que le permita a la gente volver a trabajar y generar ingresos para ir a los estadios y financiar los clubes. Será un proceso largo, porque hoy la prioridad es fortalecer nuestro sistema de salud. El fútbol no va a perder la esencia, pero se ha desvalorizado y habrá un nuevo punto de partida”. Lo mismo piensa el estratega vallecaucano Eduardo Lara, quien tiene la ilusión de que “se imponga, como siempre, el talento y el ingenio de los jugadores” cuando los torneos vuelvan.
El volante de Santa Fe, Daniel Giraldo, advierte que “por encima de cualquier cosa está la salud y quedó demostrado que como humanidad somos vulnerables. Hasta que no exista una vacuna el fútbol se va vivir sin público porque la gente tendrá miedo de asistir al estadio”.
Pompilio Páez, el asistente técnico de Juan Carlos Osorio en Nacional, explica que además de los cambios reglamentarios a los que obliga el calendario tan apretado que se viene, como las cinco sustituciones por partido, el fútbol tendrá que seguir siendo ejemplo y referente para la sociedad, y por eso sus protagonistas deben ser más “reflexivos, solidarios y respetuosos, deben velar por el juego limpio, cuidar su salud y la de los demás, el medio ambiente y, sobre todo, estar unidos y más identificados con el resto de la sociedad, que no es tan ajena a ellos como creíamos”.
Claro está que el fútbol debe cambiar. Debe poner los pies en la tierra y recuperar su esencia, esa de la que se enamoran los niños que juegan en la calle con una pelota de trapo y dos piedras como arcos, pero que se pierde cuando importan más los intereses comerciales que la gloria, cuando son más importantes los millones que los trofeos.