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Llegó de forma repentina, sin dar un aviso. Un vestigio, algo. Una cachetada que torció el timón de su vida para siempre. En abril de 2017, hace año y medio, un paro cardíaco se llevó a Gustavo Adolfo, su padre, mientras hacía, paradójicamente, lo que más atesora toda su familia: jugar tenis.
Un tema del que Nicolás Mejía, el nuevo integrante de Colombia en la Copa Davis para el play-off del Grupo Mundial, prefiere no hablar mucho. La herida sigue abierta. “Lo extraño muchísimo. Es un vacío y una figura que nunca volverán a llenarse. Veo a mi mamá superarse cada día con entusiasmo, a pesar de su ausencia, al igual que a mis hermanos, y eso me da fuerzas para seguir”, cuenta Nicolás con voz quebrada, en diálogo con este diario, horas antes de que Colombia abra hoy la serie ante Argentina con el partido entre Santiago Giraldo y Diego Schwartzman en las canchas de polvo de ladrillo del estadio cerrado Doctor Aldo Cantoni, de la ciudad de San Juan.
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Y así, súbitamente, también, llegó su llamado a integrar por primera vez, con 18 años, el equipo de Colombia en la Copa Davis. “La verdad es que me tomó por sorpresa, porque Pablo González (capitán), en los Juegos Centroamericanos, donde gané dos medallas de bronce, me había comentado que algún día me iba a tener en cuenta. Pero no me avisó. Esto es un premio al esfuerzo y a los resultados en este corto proceso”.
A los seis años le peloteaba a esa generación del tenis colombiano, del equipo Colsánitas, conformada por Santiago Giraldo, Juan Sebastián Cabal, Robert Farah, Alejandro Falla y su hermana, Gabriela Mejía, quien hoy en día no es profesional. Hoy, doce años después, sus ídolos se han convertido en sus compañeros. Misión cumplida.
“He tenido una conexión con ellos gracias a mi hermana. De hecho, hace un año estuve jugando de sparring mientras entrenaban para enfrentarse contra Croacia y me mostraron mucho cariño. Me recibieron con los brazos abiertos. Representar a mi país es lo más lindo que me ha dado el tenis”, dice el cuarto mejor tenista del mundo en el circuito juvenil.
Y a quien le debe todos sus logros es a su hermana, quien es entrenadora de IMG, una de las academias más reconocidas del mundo en Florida (EE. UU.). También a su cuñado Juan Mateus, quien además es su entrenador. “Desde los 10 años han sido la columna vertebral de mi proceso. Aparte son mi familia, sin ellos no sería lo que soy”, señala Nicolás, quien vive en Estados Unidos con ellos desde los 12 años persiguiendo su sueño.
¿Colombia no es el lugar ideal para progresar en el tenis profesional? “La verdad es que no lo sé. No hay una fórmula, todos somos diferentes. Pero desde pequeño jugaba torneos todos los fines de semana, eso no ocurre en nuestro país. Por ejemplo, Daniel Galán y María Camila Osorio sí se han formado en Colombia, mientras Emiliana Arango, al igual que yo, también decidió crecer en Estados Unidos”.
No olvida otra de sus pasiones: su Deportivo Cali del alma. Y su ídolo: Nicolás Benedetti. “Espero conocerlo algún día, me encanta como juega. Ojalá ganemos la Copa Sudamericana, desde pequeño iba al estadio con mi papá y sigo los partidos del equipo, a pesar de la distancia”.
Aprovechando su buen escalafón juvenil, está listo para afrontar los Juegos Olímpicos de la Juventud junto a María Camila Osorio. “Con Cami estamos muy ilusionados. La meta siempre será la medalla de oro”. Ellos dos, junto a Emiliana Arango, son los tres deportistas llamados a ser el recambio generacional del tenis colombiano. “Somos amigos. Hemos jugado Suramericanos y Mundiales desde muy pequeños. Tenemos química”.
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Llega a la Copa Davis como el subcampeón de dobles masculino y semifinalista de individuales masculino de Wimbledon Júnior. Además viene de quedar entre los ocho mejores del US Open. El vallecaucano es el quinto colombiano, tras Alejando Falla, Santiago Giraldo, Mariana Duque y Emiliana Arango, en llegar a una semifinal de Grand Slam Júnior. Nicolás, el futuro que empieza hoy. ¿Su faro? Su padre.