![Rafael Baena, escritor, periodista y fotógrafo sincelejano.](https://www.elespectador.com/resizer/v2/XCYJM7TRQVEOHER7O4EXS2T3IU.jpg?auth=463a54d7df46a7282a95d20e78b2fcfd50385e2958d2a738ea78ee83850f85ce&width=920&height=613&smart=true&quality=60)
"Creo que el lenguaje es a la literatura lo que el agua es a la natación. O, si prefiere un símil menos húmedo, vendría a ser la argamasa con la que se pegan los ladrillos de un edificio". Así describía Rafael Baena su trabajo, su pasión. El también periodista y fotógrafo murió en la noche de este lunes a sus 59 años en Bogotá a causa de una afección respiratoria que padecía desde hace cerca de una década.
Falleció esperando un trasplante de pulmón después de ser diagnosticado de una Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC), o "la parca", como él bautizó a su enfermedad que lo ataba desde hace algunos años a un tanque de oxígeno y sólo le permitía contar con cerca de un 30% de su capacidad respiratoria.
Contaba que la fotografía apareció en su vida a los 14 o 15 años y que un tiempo después empezó a trabajar como reportero. “Me resultaba imposible deslindar ambas cosas porque en la práctica se volvieron una sola. Yo hacía reportería con la cámara terciada, y si me tocaba fungir de redactor, las hojas de contactos eran mis apuntes”, señaló en entrevista con este diario, lugar donde también ejerció y plasmó sus letras. (Vea aquí 'Las zonas oscuras de la historia', una entrevista con el sincelejano)
Y es que para él era el periodismo, como en un principio pensaba, una “profesión que podía ser útil para cambiar un mundo a todas luces injusto”. De su lado la fotografía era para él “una amiga, un asidero anímico y económico en los momentos difíciles. Ver los acontecimientos a través de un visor es como aproximarse a la realidad a punta de pequeñas epifanías, revelaciones cotidianas que aguzan las dos visiones: la exterior y la interior”. (Vea: 'El periodismo me salvó del aburrimiento perpetuo')
El proceso 8.000, la cotidianidad de los pueblos fantasmas y las tomas guerrilleras, eventos que debió vivir como periodista, le sirvieron a Rafael Baena para nutrir su vena literaria. Acontecimientos históricos, como la pérdida del canal de Panamá, también fueron pretexto para proponer nuevos modelos de narración y para establecer nexos conectivos entre el pasado y el presente.
“Supongo que el equilibrio es consecuencia directa del esfuerzo que debe hacerse para aclararle al lector las cosas, para facilitarle la vida y que la lectura no se le convierta en una labor ingrata. Así, entre más confusos los hechos, más decantadas, puras y filosas deben ser las palabras que intentan explicarlos o al menos registrarlos”, aseguró el escritor cuyo deceso se produjo menos de seis meses después del lanzamiento de su novela “La guerra perdida del indio Lorenzo”, con la que puso a prueba nuevamente su óptica de cronista histórico.