Vincent Schifano, el hombre que terminó preso por querer lavar plata de “Santrich”
Esta es la historia inédita de un neoyorquino de 64 años que fue sentenciado en Nueva York por pactar con el exjefe guerrillero el blanqueo de los US$15 millones que agentes encubiertos de la DEA le habrían prometido a “Jesús Santrich” a cambio del envío de diez toneladas de cocaína. Fue condenado a nueve años de cárcel.
Redacción Judicial
“Señor Schifano: sepa que quienes lavan dinero son tan críticos e importantes para el narcotráfico como lo son los narcos o las personas que cultivan y procesan cocaína”. La frase fue de la jueza Valerie Caproni, de la Corte del Distrito Sur de Nueva York, y la enunció en marzo de 2019, cuando sentenció a nueve años de prisión a Vincent Schifano, pieza clave del caso y hasta ahora desconocida en el caso de Jesús Santrich y sus negocios de droga. El condenado, neoyorquino de 63 años, hombre de negocios, padre de tres hijos y abuelo de cuatro nietos, fue quien, según la DEA y la justicia de Estados Unidos, se ofreció a lavarle US$15 millones al exjefe de las Farc. (El negocio entre las Farc y el Cartel de los Soles: detalles del "indictment" de EE.UU.)
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“Señor Schifano: sepa que quienes lavan dinero son tan críticos e importantes para el narcotráfico como lo son los narcos o las personas que cultivan y procesan cocaína”. La frase fue de la jueza Valerie Caproni, de la Corte del Distrito Sur de Nueva York, y la enunció en marzo de 2019, cuando sentenció a nueve años de prisión a Vincent Schifano, pieza clave del caso y hasta ahora desconocida en el caso de Jesús Santrich y sus negocios de droga. El condenado, neoyorquino de 63 años, hombre de negocios, padre de tres hijos y abuelo de cuatro nietos, fue quien, según la DEA y la justicia de Estados Unidos, se ofreció a lavarle US$15 millones al exjefe de las Farc. (El negocio entre las Farc y el Cartel de los Soles: detalles del "indictment" de EE.UU.)
La historia de Schifano entrelaza a narcotraficantes colombianos, hombres de las Farc y agentes de la DEA encubiertos que pusieron en marcha una operación ficticia que desató escándalo en Colombia: la captura de Santrich en abril de 2018, cuando estaba por posesionarse como congresista del partido FARC, en pleno proceso de reincorporación a la vida civil. El primer capítulo fue la concreción del negocio entre los agentes norteamericanos que se hicieron pasar como hombres del cartel de Sinaloa y los hombres del exguerrillero, que se habrían puesto de acuerdo para realizar un envío de diez toneladas de cocaína.
El precio se concertó en US$15 millones que, a través de un tercero, debían llegar a Colombia, preferiblemente en efectivo. Ken Saunders, agente de la DEA, relató en el informe que dio paso a la investigación contra Schifano que un miembro de las Farc le dio a un agente infiltrado el nombre de Vincent como el sujeto perfecto para lavar el dinero. El guerrillero se lo dio pensando que era un hombre del cartel, encargado de pagar el envío de la droga. El agente se contactó con Schifano por primera vez en noviembre y el 7 de diciembre de 2017 se encontraron cara a cara. La reunión fue grabada en video y audio. Allí quedaron registradas las primeras pistas de la relación de Schifano con los colombianos.
El agente encubierto le comentó al supuesto miembro del cartel que tenía amigos de Colombia que le dijeron que en Estados Unidos había una gente que necesitaba ayuda con un dinero para enviar a Suramérica. Además, el agente de la DEA le picó la lengua. Le preguntó si conocía a los colombianos detrás del negocio y si ya había hecho antes este tipo de trabajos. Schifano contestó que sí a las dos preguntas y le contó al agente que había estado tres meses en Colombia, donde logró realizar con éxito una operación para lavar US$120 millones y que para él era usual, pues llevaba veinte años en ese oficio, aunque manejando las cuentas de italianos y rusos en Nueva York. (La historia del cartel de los Soles, las Farc y una diplomacia rota)
El supuesto capo de Sinaloa le explicó que iban a comprar cocaína de un cartel muy peligroso y que no querían problemas. Schifano le contestó que no habría ninguno. Que él tenía permiso del gobierno (no especificó cuál) para desarrollar proyectos con Colombia y que por esa vía podía enviar US$120 millones de la plata de la droga. Si no era suficiente, agregó, estaba a la espera de ganarse un contrato para desarrollar un proyecto en un oleoducto y, por ese lado, podía enviar US$300 millones más. “Así puedo jugar al juego que ellos quieren”, recalcó Schifano, quien agregó que había hablado con los colombianos y le habían dicho que querían la mitad del dinero en efectivo y el resto en cuentas bancarias.
La reunión concluyó con la insistencia del estadounidense de reunirse con los hombres detrás del negocio y, para ello, mostró su plena disposición a viajar a Bogotá. El agente Saunders contó a la justicia los detalles de la operación. Señaló que el 8 de febrero de 2018, en Colombia, varios agentes encubiertos se reunieron con miembros del cartel colombiano y pactaron que, para concretar el pago por el envío de la droga, un miembro de “la familia” debía tener en EE. UU. el mismo billete con idéntico serial a uno que tenía en su poder Jesús Santrich. Esa sería la prueba de que el dinero estaba en buenas manos y que la transacción podía aprobarse.
De acuerdo con el expediente de Schifano, él era ese miembro de “la familia”. Al día siguiente, en una reunión en la ciudad de Doral (Florida), el supuesto miembro del cartel de Sinaloa se reunió de nuevo con el neoyorquino, quien ya tenía en su celular la foto del billete con el mismo serial que el de Santrich. Así, el negocio quedó hecho. El agente encubierto le dijo que el dinero ya estaba en camino hacia Florida, que primero le darían US$5 millones y después el resto. En ese encuentro, Schifano fue más allá de lo pactado y le dijo a su interlocutor que si necesitaba más cocaína, él tenía amigos que podían llevarla a Puerto Rico, California o hasta Nueva York. (El eslabón de Marlon Marín en el caso de narcotráfico contra Nicolás Maduro)
Su siguiente encuentro fue el 13 de febrero de 2018, esta vez en Miramar (Florida). Además del agente de la DEA, en esa reunión participó un policía encubierto, y ambos entregaron a Schifano las llaves de un carro en donde había un maletín con el primer pago. Antes de irse, los tres discutieron dónde realizar la entrega de los US$10 millones restantes. Schifano salió del lugar manejando el vehículo, pero kilómetros después fue detenido en un retén. No lo hizo un policía de carreteras, como es usual en Estados Unidos, sino un agente de la DEA. Le dijo que había una investigación en su contra, le decomisó el dinero, le pidió que no saliera del país y le dejó claro que se comunicarían con él.
El 9 de abril de ese año, Schifano fue arrestado. El mismo día de la operación del CTI y la Policía que terminó con la escandalosa captura en Bogotá de Jesús Santrich. “Quedé en estado catatónico”, confesó Schifano meses después. Mientras en Colombia comenzaba el ruido por la detención de quien era en ese momento un futuro representante a la Cámara por el partido FARC, que nació tras la firma del Acuerdo de Paz, en Estados Unidos comenzaba el proceso contra el hombre que iba a lavarle dinero. Schifano nunca negó el negocio; por el contrario, en octubre de ese año aceptó cargos y, el 27 de marzo de 2019, la jueza Valerie Caproni lo condenó a nueve años de cárcel.
Pese a la insistencia de su abogado, de sus familiares y hasta del departamento de correccionales de Nueva York por conseguir una rebaja en la pena, la jueza Caproni fue contundente y solo le restó un año a lo que hubiera sido el castigo máximo en su caso. A ella le insistieron en que se trataba de un hombre de 63 años, sin antecedentes en su hoja de vida y con un posible cáncer recurrente por tercera vez. Que era un padre e hijo amoroso, que había dedicado los últimos tres años de su vida a cuidar a su papá, un enfermo terminal con demencia, y que pedía libertad o una pena corta para cuidar a su hija de quince años, pues su madre falleció de cáncer al tiempo que él aceptó cargos. Su abogado pidió misericordia para Schifano y lo describió como un hombre del renacimiento. (Honduras, Maiquetía y otras revelaciones que figuran en el “indictment” contra Maduro)
La defensa reiteró que, además de carecer de antecedentes, durante su tiempo en la cárcel había demostrado quién era realmente: un hombre dedicado a los demás, profesor de español, inglés e italiano. Un recluso de excelente comportamiento que hasta se convirtió en pastor para los demás presos. Agregó que se debía tener en cuenta en su condena que nunca lavó ni un peso, pues, como se enteró días más tarde, el dinero que había en el carro que le entregó el supuesto miembro del cartel era falso y nunca vio un gramo de droga. Su abogado explicó que gran parte del problema fue que a su cliente le gustaba hablar de más y de cosas inciertas, pues logró muchos de sus negocios de esa manera.
Sus familiares también intervinieron a través de varias cartas que le enviaron a la jueza Caproni. Todos coincidieron en el papel que Schifano cumple en sus vidas. Otra de sus hijas le comunicó a la Corte que su papá era tan importante para ella que había suspendido su matrimonio hasta poder celebrarlo con él. Schifano también le escribió directamente a la jueza. “Quiero expresar mi completo y absoluto remordimiento por las acciones y decisiones que cometí y que han llevado a mi encarcelamiento y a este momento crítico de mi vida (...) Lo que hice fue estúpido e irresponsable y totalmente fuera de mi carácter. Exhibí un comportamiento aberrante”, redactó el condenado de su puño y letra.
En su carta insistió en que ha sido buen padre, buen esposo, buen proveedor, dedicado primero a los negocios de pasta que pertenecían a su familia, de ascendencia italiana, y después a las exportaciones de productos de hierro, cobre y carbón. “(He sido) un hijo maravilloso y un gran amigo, lo que, desafortunadamente, me hizo involucrarme en esta situación”. En ese mismo mensaje, Schifano señaló que buscaba una segunda oportunidad y agregó: “Solo le pido, señoría, clemencia para que pueda cuidar mi salud y mi familia y a mis hijos y mis nietos”. (De general condecorado a prófugo: la historia del venezolano Hugo Carvajal)
La jueza Caproni le contestó que había leído todas las cartas, que reconocía su buen comportamiento y que se notaba que su familia lo “adoraba”. No obstante, dijo la togada, ella debía tener en cuenta todo el panorama del caso para emitir la condena. Y, pese a su pasado limpio y su insistencia en una rebaja, la jueza fue contundente. De entrada, aclaró que un miembro de las Farc introdujo a Schifano dentro de la operación como el “hombre del lavado de dinero” de la guerrilla. “No fue solo un acto de amistad; las Farc no funcionan así. Si bien estoy segura de que no es la única persona que lava dinero para ellos, el hecho de que las Farc lo conozcan y sepan que es un lavador de dinero competente hace que este sea un delito grave”, expresó la jueza durante una audiencia, en donde agregó que se notaba que él estuvo cómodo en su papel durante toda la operación.
“Es justo inferir, señor Schifano, que este no fue su primer rodeo. He considerado en este caso la necesidad de promover el respeto por la ley. Aunque usted y su familia lo retratan como un hombre respetuoso de ella, no estoy de acuerdo. No es nada claro para mí cuáles fueron sus negocios anteriores, si eran legítimos o si fueron una fachada para el lavado de dinero. De una forma u otra, un lapso de veinte años de lavado de dinero (que es lo que él mismo aseguró), incluso si solo fue la mitad de eso, incluido trabajar conscientemente para las Farc, que es una organización terrorista, sugiere que se trata de un hombre sin respeto por la ley”, señaló Caproni. (Interpol hace pública la circular roja contra "Jesús Santrich")
La jueza agregó en su severa intervención que muchos lavadores de dinero quieren alejarse lo más posible de la figura de los traficantes de drogas, pues, en teoría, ellos nunca negocian ni ven los cargamentos. Pero frente a esa posición, para Caproni eran iguales a los capos. “Sin lavadores, la operación en Colombia no puede continuar. Por eso es importante enviar un mensaje a todas partes para que quede claro que este tipo de delitos tienen como consecuencia largas sentencias”, concluyó Caproni, antes de dar la cifra de los nueve años de prisión. Schifano ya apeló esa decisión y está a la espera de que una Corte de Apelaciones resuelva el recurso.
¿Cómo terminó Schifano metido en este lío? Es una pregunta aún sin respuesta. Sin embargo, hay una pista clave en la investigación contra Jesús Santrich. Según agentes de la DEA que participaron en ese caso, Marlon Marín, sobrino del jefe guerrillero y negociador de las Farc en La Habana, Iván Márquez, fue quien relacionó a Schifano con los agentes encubiertos en Estados Unidos como “su socio” y el encargado de recibir el dinero pactado para lavarlo. Sin embargo, en los documentos públicos de su expediente no hay ninguna referencia a Marín, quien, desde abril de 2018, se convirtió en testigo clave y protegido en todo lo referente al proceso contra Santrich.