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De un tiempo para acá Pedro Almodóvar está más contento. Parece rozar la felicidad, olerla, abrazarla. Desde que se estrenara Dolor y Gloria en España el pasado marzo, la cinta ha tenido un recorrido maravilloso; amada por el público y por la crítica (¡incluyendo hasta los más reticentes!), manteniéndose en las carteleras durante semanas. Ante esto al director no le cuesta demostrar su regocijo.
Haber sido seleccionado para la competición oficial del Festival de Cannes, viene a ser otra preciada perla para ese collar donde Almodóvar agrupa cada una de sus nuevas alegrías. Antonio Banderas, Penélope Cruz, Nora Navas, Leonardo Sbaraglia y Asier Etxeandia lo acompañan en este día pluvioso y nublado en la Riviera francesa.
“No he conocido una lluvia tan feliz como la de esta mañana”, alcanza a decir Almodóvar en la rueda de prensa, aún embriagado por la emociones tras la proyección de Dolor y Gloria, realizada la noche anterior en el Grand Théâthe Lumière. “Creo que no voy a poder olvidar la noche de anoche”. Suena a bolero, y esa no sería la única frase que se tomaría prestada de alguna canción.
Dolor y Gloria cuenta la historia de Salvador (Antonio Banderas), un afamado director de cine que en sus 60 y pico se encuentra atrapado entre las dolencias físicas y el bloqueo creativo. Mientras encuentra un paliativo en las drogas, recuerda su infancia, el amor y apego hacia su madre, el descubrimiento del primer deseo, hasta que empieza a emprender una reconciliación con algunas personas del pasado, con su cuerpo maltrecho y consigo mismo.
“No hay que tomarse la historia de la película de modo literal”, advierte Almodóvar una y otra vez. Y es que la vida del Salvador de ficción colinda con patios conocidos, que son propiedad de Pedro Almodóvar. Autoficción. Sin embargo, Almodóvar echa por tierra cada una de las sospechas, de ese infructuoso intento de descubrir a los personajes y situaciones reales en la maraña de su ficción.
“Me divertía mucho que fuera una señora mayor de pueblo la que dijera en la película: ¡no me gusta la autoficción!”. Se ríe de su travesura. “El problema real es que a veces cuando hablas de ti mismo, inevitablemente incluyes a otras personas. Es algo muy delicado porque tienes derecho a hablar de tu propia vida, pero me da pavor que eso pueda afectar a otros”. Por lo tanto, cuando de autoficción se trata, dice que mira todo con lupa.
Durante el encuentro con la prensa internacional celebrado en el Festival de Cannes, Pedro Almodóvar jugó a ser Houdini. Si hubiera querido que Dolor y Gloria reflejase al calco su vida, “en vez de Salvador le hubiera llamado Pedro”, se escabulle una vez más, una de tantas veces.
Sentado entre Penélope Cruz (quien interpreta a su madre) y Antonio Banderas, dos de los actores más importantes en su vida y obra, Almodóvar, con lentes oscuros y cabellera predominantemente cana, admite que sí existe algo en este filme que corresponde a su verdad.
“Yo tuve la experiencia de un amor truncado en un momento en que la pasión aún estaba viva”, recuerda, y lo describe como dolorosísimo y antinatural. Aunque “no he tenido la reconciliación, por eso me hubiera encantado meterme en medio de Leo Sbaraglia y a Antonio Banderas y poder besarles apasionadamente”. Se ríe, remitiéndose a la que califica como una de sus escenas favoritas, “pero no me hubiera atrevido y mucho menos en los tiempos que corremos”. Magistralmente, le quita dramatismo a un recuerdo íntimo para relacionarlo con el clima político en la España actual.
Entre los dolores, Antonio Banderas evoca uno propio, cuando a principios de 2017 sufrió un ataque al corazón, una experiencia que le encaminó a una nueva adicción, como lo es “el encontrarme a mí mismo, a recuperarme y ser un Antonio Banderas nuevo, y en ese sentido esta película me ha ayudado mucho”.
“Para crear este personaje me dije que tenía que matar a Antonio Banderas”. El actor malagueño no se refiere a una desaparición física, sino a su voluntad de querer cambiar algo muy dentro de él que en el pasado había sido un obstáculo en el proceso de creación.
A Almodóvar y Banderas les une una amistad de más de cuatro décadas. Se conocen bien, se juran querencia recíproca. “No podía creer que me llamara para prácticamente interpretarlo a él”, dice quien desde ese momento quiso meterse de cabeza en la búsqueda de “la verdad”, en despejar la incógnita de por qué Pedra Almodóvar lo quería a él y en el por qué de ese filme.
“Yo he hecho 113 películas, pero los meses del verano pasado, cuando rodamos, fueron los más felices como actor en mi vida, y ese momento no me lo va a quitar nadie”.
En el Festival de Cannes Dolor y Gloria ha sido más que bien recibida; ovación de pie de casi 10 minutos, emociones, lágrimas, abrazos. Tal acogida poco tiene que ver con que Pedro Almodóvar sea un habitual en la competición por la Palma de Oro. A su paso por Cannes ha dejado huella con Julieta (2016), La piel que habito (2011), Los abrazos rotos (2009), Volver (2006), La mala educación (2004), además de haber asumido la presidencia del jurado oficial en el 2017.
A estas alturas de su vida, el indomable director solamente le teme a que la gran motivación de su trabajo, como lo es la pasión, de buenas a primeras se desvanezca. Pero de momento, esa pasión todavía está allí, alimentándola y espantando a sombrerazos al fantasma de la incertidumbre al interesarse por algún hilo para halar. “Historias hay, basta con abrir un periódico, ver la televisión o hablar con los amigo, la cuestión está en que se te vaya la vida tratando de encontrarlas”.
Sin dudas Almodóvar se ha convertido en una leyenda con sus “almodramas”, a través de los cuales ha desarrollado y afinado una identidad cinematográfica reconocible, propia y única. Dolor y Gloria marcará un antes y después, en lo concerniente al cine pero también en su persona. Ante esto el público podrá quedar indiferente. Se sospecha que el jurado oficial de la 72° edición del Festival de Cannes, tampoco.