Alepo: una ciudad que muere bajo las bombas sin que a nadie le importe

Estados Unidos, Francia y Naciones Unidas han advertido por años que habrá una masacre en la ciudad siria, sin fomentar mayores represalias contra los responsables. Entre tanto, el gobierno de Al Assad avanza sin resistencia.

Juan David Torres Duarte
30 de noviembre de 2016 - 09:22 p. m.
Un hombre llora la pérdida de varios familiares, fallecidos tras el impacto de una bomba en el barrio de Yeb al Quebeh en Alepo. / AFP - Alepo Media Center
Un hombre llora la pérdida de varios familiares, fallecidos tras el impacto de una bomba en el barrio de Yeb al Quebeh en Alepo. / AFP - Alepo Media Center
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Una persona va a caer, se va a tropezar de plano contra el suelo, y alguien dice: “Se va a caer”. Es lo mismo que Estados Unidos, Francia y Naciones Unidas declaran, sumisos e impasivos, sobre la batalla flamígera en Alepo: va a haber una masacre. Tienen un gusto enfermizo por el augurio evidente.

En los últimos tres días, Alepo se reafirmó como un bastión del desastre: caen bombas por doquier, equipadas con puntillas, pólvora, excrementos y gases tóxicos. Los civiles mueren en la calle, a la vista de todos: unas fotografías de los bombardeos de este miércoles muestran cuerpos cubiertos con lonas rojas y cobijas grisáceas, extendidos en plena calle entre escombros. En algunas, se presiente la forma de una parte corporal: quizá una pierna, tal vez una cabeza. Desde julio de 2012, las fuerzas de Bashar Al Assad se enfrentan contra los rebeldes de la oposición, que se tomaron el este de la ciudad. Las últimas 72 horas han sido definitivas, puesto que las fuerzas oficiales se han hecho con un tercio de la zona y fuerzan el retroceso de los rebeldes.

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“Siendo sincero, no existe ninguna estrategia —dijo Yáser Yusef, miembro de uno de los grupos militares de oposición, el Movimiento Nuredín al Zinki—. Estamos luchando para defender a nuestra gente con armas muy simples bajo los barriles de explosivos y armas químicas”. Según Naciones Unidas, 20.000 personas han huido en los últimos días hacia barrios kurdos o bajo el control del Gobierno. El Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH) dice que son 50.000. No se sabe cuántos son los muertos: desde septiembre, cuando se intensificaron los ataques, morían de manera intermitente 20 personas cada día. Podrían ser entre 3.000 y 5.000, la mayoría de ellos civiles indefensos. “La única estrategia de que disponemos —dijo Yusef— es la defensa de los supervivientes y atender a los heridos”.

Los rebeldes piden la salida de Bashar Al Assad del poder. Al Assad se empeña en permanecer en él —como ha hecho su familia por más de 50 años—. El este de Alepo es el santo grial de la guerra en Siria, que lleva cinco años y suma más de 300.000 muertos. De tanto decirlo, el guarismo pierde su certeza: es un tercio de la población de Cartagena o casi 10 veces la capacidad del Estadio El Campín. Si la comparación resulta todavía inútil, imagine esto: en 54 años, 220.000 personas han muerto en el conflicto colombiano; Siria alcanzó ese número en sus tres primeros años de guerra. También 4,8 millones de personas se fueron del país.

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En cualquier caso, no se preocupe: para Naciones Unidas, Estados Unidos, Rusia, Francia y Siria, ese número tampoco tiene demasiada profundidad. A pesar de los muertos y de los testimonios de la guerra bárbara, Alepo sigue siendo bombardeada con el silencio cómplice de las grandes potencias, que han mostrado su “preocupación” durante meses sin mover a sus tropas ni sancionar a Rusia y a Siria por sus acciones bélicas.

Su “preocupación” se ha convertido casi en un síntoma. En julio de 2012, el Departamento de Estado de EE.UU. había declarado: “Esa es nuestra preocupación: que veremos una masacre en Alepo y que a eso, al parecer, se dirige el régimen (de Bashar Al Assad)”. En mayo de este año, la embajadora de EE.UU. ante Naciones Unidas dijo: “Después de cinco años de guerra, debe ser claro en abundancia que este conflicto sólo se solucionará a través del diálogo político”. Si todo estaba tan claro, ¿por qué después de cuatro años sus esfuerzos han sido vanos?

Tanto así para Naciones Unidas, en cuyo Consejo de Seguridad se sienta Rusia —principal aliado militar y político de Al Assad: lo ha defendido desde septiembre de 2015—. Este miércoles, a través de su jefe humanitario, Stephen O’Brien, pidió a las partes del conflicto que buscaran una solución antes de que la zona “se convierta en un gigantesco cementerio”. Con 20 muertos al día —cerca de 34 este miércoles—, ¿será ya suficiente para completar un “gigantesco cementerio”? Desde 2012, en sus declaraciones las Naciones Unidas han “urgido” y “pedido” a los gobiernos involucrados en la guerra que cesen sus acciones y se sienten a hablar. En ese tono suave y casi de ruego habló este miércoles el embajador del Reino Unido en Naciones Unidas, Matthew Rycroft: “El futuro de Alepo está en las manos del régimen y de Siria, y urgimos al régimen y a Rusia a que detenga los bombardeos y permita que pase la ayuda humanitaria”. En un tono todavía más bajo, como si se tratara de una escaramuza y no de una guerra, Rycroft dijo: “Le pido a Rusia que haga lo posible por que el régimen sirio apruebe los planes (para evacuar civiles)”. “Hacer lo posible” y “pedir” en vez de “hacer” y “exigir”.

Francia presenta el mismo síntoma. Desde Praga, el presidente François Hollande dijo: “Si veo lo que pasa en Alepo, no puedo permitir este martirio de civiles”. Hollande utilizó una variación de la oración que ya había dicho su ministro de Exteriores, Jean-Marc Ayrault, en julio de este año: “Francia no puede cerrar sus ojos ante el drama de Alepo”. Y también una variación de la oración que ya había dicho su entonces ministro de Exteriores, Laurent Fabius, en noviembre de 2014: “Francia no puede resignarse al quiebre de Siria o dejar a los ciudadanos de Alepo abandonados a su suerte”. Un año tras otro, el gobierno francés ha tenido conciencia de que el destino de Alepo es la desgracia y la tragedia. Y aun así, este miércoles Hollande hablaba todavía como si fueran los primeros días de la guerra: “Rusia es nuestro socio, pero deben mantener ciertos principios”. Francia pidió una reunión de urgencia —sí: urgencia— para este miércoles en Naciones Unidas.

El este de Alepo lleva en sitio más de cuatro meses. Eso quiere decir que carece de acceso a los alimentos básicos, no hay agua potable, la gente tiene hambre y sed. Además, no hay ningún hospital activo —pues los que estaban fueron bombardeados— y los materiales médicos escasean. Cerca de 250.000 civiles, según cifras de Naciones Unidas, están en riesgo en la zona. Un combatiente dijo a las agencias de noticias: “En los barrios reconquistados por las fuerzas del régimen y las milicias iraníes, hay ejecuciones sumarias, ajustes de cuenta, y todos los menores de 40 años son detenidos. El régimen practica una política de tierra arrasada para masacrar Alepo y ocuparla después”. En esta zona de la ciudad, dominan las fuerzas rusas y las fuerzas sirias. Nadie más.

Los aviones de la Coalición liderada por EE.UU. y Francia están en otras regiones de Siria e Irak y nunca, en los cuatro meses que ha durado el sitio y en los casi cuatro años de batalla constante en la ciudad, han querido detener por la vía militar a las fuerzas de Vladimir Putin y Bashar Al Assad. EE.UU. y Francia han armado o apoyado indistintamente a los rebeldes y a los kurdos —un tercer bando que, de seguro, Al Assad querrá eliminar de la zona tan pronto como acabe con los rebeldes—, pero su resistencia a enviar tropas ha sido general. Estados Unidos no se meterá en una guerra similar a las de Irak y Afganistán y Francia no querrá ser una réplica de sus errores.

Han buscado un cese al fuego extendido (entre Estados Unidos y Rusia): han fracasado. Han buscado una tregua general (entre Naciones Unidas y Rusia): han fracasado. Es posible decir que Naciones Unidas ha hecho esfuerzos por acabar la guerra en Siria. Pero no ha hecho lo suficiente.

Sólo para hablar de la responsabilidad rusa en la muerte de civiles en Siria —la Coalición de EE.UU. también tiene otros miles en sus cuentas—, aquí están las cifras que entrega el OSDH. Más de 10.500 personas han muerto por las bombas que lanzan los rusos en el país. De esos, 4.484 son civiles (1.112 menores de edad y 646 mujeres). Se suponía que las operaciones de Rusia en suelo sirio estaban determinadas a dar de baja a los militantes del Estado Islámico: ha habido 2.911 yihadistas muertos. Luego, Rusia dijo que el objetivo eran los rebeldes: han muerto 3.108. En cuentas totales, por sus acciones han muerto más civiles indefensos que militantes de cualquier grupo armado.

En septiembre de 2012, tras un atentado en Siria en el que murieron 30 civiles, el Ministerio de Exteriores de Rusia dijo: “Condenamos de manera firme los ataques terroristas que cobran la vida de personas inocentes”. ¿Es hora de que utilicen ese adjetivo para describirse a sí mismos?

Por Juan David Torres Duarte

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