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El exministro de Justicia Yesid Reyes puso el dedo en la llaga cuando en entrevista con Semana.com señaló lo que en realidad se esconde tras las objeciones a la ley estatutaria de la JEP planteadas por el gobierno de Iván Duque: “Se trata de someter a la rama judicial al poder del Ejecutivo. Eso es lo que se está buscando. El propósito real de las objeciones no era que estas pasaran, sino provocar la situación de caos que se acaba de crear".
En ese mismo contexto de maquinación (o conspiración) contra el acuerdo de paz, se entiende un video divulgado el mismo día en que la JEP echó atrás la extradición de alias Jesús Santrich, donde este aparece en una reunión con agentes infiltrados de la DEA concretando un supuesto negocio de coca. El magistrado Jesús Ángel Bobadilla, presidente de la Sección de Revisión de la JEP, al ser interrogado por El Espectador sobre por qué la JEP no tuvo en cuenta ese video, así respondió: “Debo ser enfático, videos no tenemos. Los audios, provenientes de otro asunto, eran de interceptaciones telefónicas. En el indictment se habla de videos; los pedimos, pero no llegaron, no los pudimos valorar”. (Ver entrevista).
Lo que de ahí se infiere es que la Fiscalía, la DEA, la embajada de Estados Unidos, el Centro Democrático y la Presidencia de la República necesitaban que la JEP emitiera un fallo favorable a Santrich, pues si los magistrados hubieran recibido esa prueba y en consecuencia hubieran aprobado la extradición del exguerrillero, ello habría fortalecido la JEP como tribunal de justicia. Y lo que necesitan es acabarla.
Eso es perverso, es ruin, y debe ser objeto de la más enfática denuncia: esconden la información que habría obligado a la JEP a autorizar la extradición del comandante fariano, pero revelan la supuesta ‘prueba reina’ que habían escondido justo después de que por falta de pruebas ese mismo tribunal -actuando en derecho- solo tuvo la opción de negar la extradición de Santrich.
El propósito estratégico era hacerle daño a la JEP, y lo lograron, pues repartieron lodo y agua sucia por todo el vecindario para que no se note lo cochinos que están por igual el fiscal y su ahora íntimo aliado, Álvaro Uribe Vélez. Tan preparado estaba el montaje que media hora después de conocida la sentencia, el Fiscal presentaba renuncia irrevocable con un discurso de filigrana retórica que debió haber sido preparado con sobrada antelación. (Ver noticia).
Lo que están haciendo con ímpetu de aplanadora es crear las condiciones para radicalizar el embate contra la JEP, o sea contra el acuerdo de paz. La tormenta que tras la renuncia del fiscal desataron las fuerzas más reaccionarias de este país (hoy de pipí cogido con Donald Trump) es tan solo la borrasca que anuncia la hecatombe perfecta: gracias a que cuentan con la tácita aprobación del amo del Norte y con la activa, cómplice y soterrada participación de la DEA (por cierto, seguimos sin conocer la identidad del misterioso mexicano que armó lo de Santrich), es obvio que esas fuerzas oscuras, subversivas a más no poder, no entrarán en miramientos a la hora de alterar el orden constitucional vigente y crear el estado de confusión y zozobra institucional que les permita aparecer luego como los salvadores del entuerto que propiciaron.
Es ahí donde coge sentido el ominoso anuncio del senador Uribe Vélez en el sentido de que “Santrich debe ser extraditado”, acompañado de un trino que actúa como ucase u orden perentoria al subalterno de más alto rango que tiene, para que proceda: “Sabemos que el buen criterio del Presidente de la República, doctor Iván Duque, en su labor de recuperar el ejercicio de autoridad que el país había cedido en favor de la Farc y de otros grupos terroristas, considerará todas las opciones que conduzcan a la extradición de J Santrich”.
Unas horas después, en cumplimiento de dicha “orden”, Santrich fue recapturado en el momento en que abandonaba la Picota, con base en supuestas nuevas pruebas que según la Jurisdicción Especial para la Paz “nunca fueron aportadas a la Sección de Revisión”. (Ver noticia).
Ahora viene un pulso de alquilar balcón entre los que consideran que se debe preservar la solidez de las instituciones, y los (y las) que andan como locas histéricas vociferando que la JEP entregó el país al narcotráfico, en macabra reedición del libreto para el plebiscito de tres años atrás, cuando clamaban a grito herido que el acuerdo de paz conduciría a que en los colegios repartieran cartillas que volverían homosexuales a “nuestros niños”. Y ganaron.
Pese a que hoy se trata del mismo engaño, solo que con distinto ropaje, entre los partidarios de la sensatez quedan voces como la de El Espectador -sereno y firme- que en su editorial de viernes 17 de mayo le puso los puntos sobre las íes al corrupto fiscal renunciante: “No tiene presentación que en lugar de acatar las decisiones judiciales y obrar dentro del Estado de derecho que dice defender con su renuncia, haya escogido dar un manotazo sobre la mesa para dejar un manto de duda sobre la institucionalidad y sobre el Acuerdo de Paz, llamando incluso a una movilización ciudadana en su contra”. (Ver editorial).
Movilización sí debe haber, por supuesto, pero para impedir que se salgan con la suya el señor Álvaro Uribe y su cuadrilla de rufianes, matones y malandrines ansiosos de llevar a buen término la impunidad a perpetuidad que necesita su patrón.
Lo que de ningún modo se puede omitir es que a dicho sujeto sub judice le urge aplastar, eliminar o abolir la JEP a como dé lugar, por una razón protuberante: para que queden sepultadas las verdades que lo incriminan.
DE REMATE: La prueba reina de que fue la Fiscalía la que armó el montaje para descalificar la sentencia de la JEP la trae La Silla Vacía, cuando en referencia al video de Santrich dice que ese portal “supo de dos medios que les llegó de la oficina de prensa de la Fiscalía”. ¿Y cuándo fue filtrado ese video a los medios?: “justo la noche de la decisión (de la JEP) y la renuncia” del fiscal NHM. (Ver artículo).
En Twitter: @Jorgomezpinilla
http://jorgegomezpinilla.
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