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Por primera vez en más de 40 años, Colombia registró una participación electoral mayor al 53%. El domingo, más allá de los personajes elegidos para continuar su carrera a la Casa de Nariño, la democracia colombiana celebró que, como pocas veces en su historia reciente, fueron más los ciudadanos que acudieron a las urnas que los que optaron por no votar.
La ampliación del espectro de candidatos que pusieron en debate otros temas diferentes a las antiguas dicotomías creó nuevos nichos de votantes desprendidos de las llamadas maquinarias. Y un acuerdo en camino de implementación, que, además, significó el silenciamiento de los fusiles en varias regiones históricamente amedrentadas por las armas, y otra conversación de paz con el Ejército de Liberación Nacional (Eln), que avanza lentamente, pero que trajo réditos -como el cese del fuego unilateral durante las recientes jornadas electorales a Congreso y primera vuelta presidencial-, contribuyeron a que la participación llegara al 53,38%. Esto representa una recuperación, respecto de las elecciones de 2014, del 13,2%.
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No obstante, aún queda mucha tela por cortar. Detrás de las cifras que hoy generan regocijo, aún permanece la huella de una cultura democrática débil y una tremenda desconexión con el sistema electoral. La mitad de los departamentos tuvo cifras de abstención por encima del 50 % y en las zonas más apartadas de los centros urbanos la votación fue particularmente baja.
A pesar de estar dentro del territorio nacional, hubo regiones que registraron el domingo casi la misma tasa de abstención que los consulados en el extranjero, en los que solo votó el 20,32% de las personas habilitadas para hacerlo. En San Andrés y Providencia, por ejemplo, la votación fue del 26,39 %. Por el mismo corte estuvieron Vaupés, Vichada, La Guajira, Guainía, Chocó y Amazonas, en los que la victoria de la abstención frente a los votos quedó manifiesta. Allí, entre el 60% y 70% de los ciudadanos que podían haber participado en la elección de su próximo presidente, optaron por no acercarse a las urnas.
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Para el politólogo y exviceministro Juan Fernando Londoño, la abstención es una decisión que se vuelve sistemática y, por ende, es un reto que sus tasas tengan cambios significativos si no se hace un trabajo de pedagogía electoral de manera intensa en dichas regiones. “Quien vota una vez, suele volver a hacerlo. Pero quien no vota una vez se vuelve un abstencionista crónico, no aprecia el valor del voto en una democracia y simplemente prefiere hacer otra cosa ese día, porque no considera que su voto tenga impacto”, asegura.
Vea el detalle de la abstención en Colombia en las elecciones del pasado domingo:
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