Conozca algunos de los riesgos que podrían tener las ciudades inteligentes
Luces que pueden señalar caminos en donde se ha presentado un accidente o espacios de parqueo público libres, dos de los beneficios de esta tecnología. Sus peligros: la recolección masiva de datos como los desplazamientos de las personas.
Santiago La rotta
Los sistemas de alumbrado público inteligente se han convertido en una de las tecnologías más interesantes en las llamadas ciudades inteligentes, pues ofrecen capacidades extras para el manejo del parqueo en espacio público o el ahorro en costos de electricidad y mantenimiento de las mismas luces. A la par de las promesas, también hay riesgos en áreas como privacidad y derechos fundamentales.
Ciudades como San Diego, San José y Jacksonville, todas en Estados Unidos, ya han realizado planes piloto para evaluar el impacto en general de implementar alumbrado inteligente, usualmente de la mano de corporaciones como General Electric, entre otras.
Los resultados iniciales de algunas de estas pruebas muestran datos interesantes. En Jacksonville, por ejemplo, se registró un incremento de más de 300 % en la habilidad de la policía de detectar un tiroteo y los agentes de tránsito pudieron levantar dos veces más la cantidad de multas por parquear en sitios prohibidos o exceder el tiempo permitido de estacionamiento.
¿Cómo se logra esto? Un sistema inteligente de alumbrado es, en esencia, una bombilla led (típicamente se usa esta tecnología gracias a sus posibilidades digitales) equipada con diferentes sensores para registrar datos y antenas para transmitirlos: o sea, es una terminal de información, a la vez que es alumbrado público.
Instalar este tipo de sistemas tiene mucho sentido para las ciudades, en la medida en la que se aprovecha una infraestructura que no sólo ya está instalada, sino que resulta casi omnipresente: los postes de luz.
El alumbrado inteligente permitiría, por ejemplo, que las luces de una calle se comportaran de una forma diferente cuando se ha registrado un accidente, lo que puede alertar a las autoridades de la zona, así como a los conductores que se dirigen hacia ella. Algo similar podría suceder con una zona de parqueo, que podría avisarles, mediante las luces, a los usuarios cuando hay espacios disponibles o a la policía cuando alguien esté violando las normas sobre estacionamiento en público.
Esto no quiere decir que se esté hablando de una tecnología barata, pues, si bien hoy un bombillo led cuesta 10 veces menos, en promedio, la otra parte de la tecnología requiere la instalación de los sensores y de los sistemas para recibir y analizar los datos. En la experiencia de Jacksonville se calculó que hacer la conversión hacia alumbrado inteligente costaría más de US$50 millones, mientras que la instalación de bombillos led regulares estaría por debajo de los US$1,5 millones.
La ciudad de San José, California, realizó un plan piloto con el alumbrado inteligente en 2015 y hace pocos días introdujo una propuesta para instalar más de 39.000 bombillos con este tipo de sistemas; este número representa más de la mitad de las luces públicas de este lugar.
El auge de estos sistemas de alumbrado se explica, en buena parte, por dos tendencias: el incremento en la capacidad de recolección y análisis de datos en tiempo real (algo que podría cobijarse bajo lo que se conoce como big data) y la baja en los precios de la tecnología led, lo que a su vez ha disparado su adopción en todo el mundo. El Departamento de Energía de Estados Unidos estima que, para el año pasado, este tipo de bombillos representó más de la mitad de las ventas totales en este país.
“Los proyectos de ciudades inteligentes tienen el riesgo inherente de ser transformados lentamente en programas de vigilancia. Por ejemplo, las cámaras instaladas con la idea benevolente de monitorear el tráfico, pueden ser usadas para rastrear quiénes hacen parte de una protesta”, se lee en un documento de la Electronic Frontier Foundation (EFF), una organización con sede en EE.UU. dedicada a la defensa de los derechos fundamentales en entornos digitales.
La EFF envió una carta a las autoridades de San José, así como a las de otras ciudades, para que incluyan esta perspectiva en el diseño de su sistema de alumbrado público inteligente. El documento también fue suscrito por la ACLU (American Civil Liberties Union), además de varias organizaciones que hablan en defensa de los intereses de comunidades como la musulmana.
De acuerdo con la EFF, es necesario instaurar políticas claras de manejo de los datos que recolectan estos sistemas: ¿qué entidades tienen acceso a ellos?, ¿bajo qué salvaguardas?, ¿cómo pueden acceder a esta información los organismos de seguridad?
Estas no son preocupaciones menores, pues, en últimas, la ampliación de las capacidades de monitoreo y vigilancia también extiende las posibilidades de manejar mal una vasta cantidad de información, recolectada permanentemente y en silencio.
Los sistemas de alumbrado público inteligente se han convertido en una de las tecnologías más interesantes en las llamadas ciudades inteligentes, pues ofrecen capacidades extras para el manejo del parqueo en espacio público o el ahorro en costos de electricidad y mantenimiento de las mismas luces. A la par de las promesas, también hay riesgos en áreas como privacidad y derechos fundamentales.
Ciudades como San Diego, San José y Jacksonville, todas en Estados Unidos, ya han realizado planes piloto para evaluar el impacto en general de implementar alumbrado inteligente, usualmente de la mano de corporaciones como General Electric, entre otras.
Los resultados iniciales de algunas de estas pruebas muestran datos interesantes. En Jacksonville, por ejemplo, se registró un incremento de más de 300 % en la habilidad de la policía de detectar un tiroteo y los agentes de tránsito pudieron levantar dos veces más la cantidad de multas por parquear en sitios prohibidos o exceder el tiempo permitido de estacionamiento.
¿Cómo se logra esto? Un sistema inteligente de alumbrado es, en esencia, una bombilla led (típicamente se usa esta tecnología gracias a sus posibilidades digitales) equipada con diferentes sensores para registrar datos y antenas para transmitirlos: o sea, es una terminal de información, a la vez que es alumbrado público.
Instalar este tipo de sistemas tiene mucho sentido para las ciudades, en la medida en la que se aprovecha una infraestructura que no sólo ya está instalada, sino que resulta casi omnipresente: los postes de luz.
El alumbrado inteligente permitiría, por ejemplo, que las luces de una calle se comportaran de una forma diferente cuando se ha registrado un accidente, lo que puede alertar a las autoridades de la zona, así como a los conductores que se dirigen hacia ella. Algo similar podría suceder con una zona de parqueo, que podría avisarles, mediante las luces, a los usuarios cuando hay espacios disponibles o a la policía cuando alguien esté violando las normas sobre estacionamiento en público.
Esto no quiere decir que se esté hablando de una tecnología barata, pues, si bien hoy un bombillo led cuesta 10 veces menos, en promedio, la otra parte de la tecnología requiere la instalación de los sensores y de los sistemas para recibir y analizar los datos. En la experiencia de Jacksonville se calculó que hacer la conversión hacia alumbrado inteligente costaría más de US$50 millones, mientras que la instalación de bombillos led regulares estaría por debajo de los US$1,5 millones.
La ciudad de San José, California, realizó un plan piloto con el alumbrado inteligente en 2015 y hace pocos días introdujo una propuesta para instalar más de 39.000 bombillos con este tipo de sistemas; este número representa más de la mitad de las luces públicas de este lugar.
El auge de estos sistemas de alumbrado se explica, en buena parte, por dos tendencias: el incremento en la capacidad de recolección y análisis de datos en tiempo real (algo que podría cobijarse bajo lo que se conoce como big data) y la baja en los precios de la tecnología led, lo que a su vez ha disparado su adopción en todo el mundo. El Departamento de Energía de Estados Unidos estima que, para el año pasado, este tipo de bombillos representó más de la mitad de las ventas totales en este país.
“Los proyectos de ciudades inteligentes tienen el riesgo inherente de ser transformados lentamente en programas de vigilancia. Por ejemplo, las cámaras instaladas con la idea benevolente de monitorear el tráfico, pueden ser usadas para rastrear quiénes hacen parte de una protesta”, se lee en un documento de la Electronic Frontier Foundation (EFF), una organización con sede en EE.UU. dedicada a la defensa de los derechos fundamentales en entornos digitales.
La EFF envió una carta a las autoridades de San José, así como a las de otras ciudades, para que incluyan esta perspectiva en el diseño de su sistema de alumbrado público inteligente. El documento también fue suscrito por la ACLU (American Civil Liberties Union), además de varias organizaciones que hablan en defensa de los intereses de comunidades como la musulmana.
De acuerdo con la EFF, es necesario instaurar políticas claras de manejo de los datos que recolectan estos sistemas: ¿qué entidades tienen acceso a ellos?, ¿bajo qué salvaguardas?, ¿cómo pueden acceder a esta información los organismos de seguridad?
Estas no son preocupaciones menores, pues, en últimas, la ampliación de las capacidades de monitoreo y vigilancia también extiende las posibilidades de manejar mal una vasta cantidad de información, recolectada permanentemente y en silencio.