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Socorro Ramírez hizo parte del proceso de diálogo que emprendió el presidente Juan Manuel Santos con el Eln por pedido del primer mandatario. Fue en repetidas ocasiones tanto a Quito (Ecuador) como a La Habana (Cuba) a tratar de encontrar vías para que la sociedad civil participara en la mesa de negociaciones. Por eso conoce muy bien hasta dónde avanzó ese intento de paz y qué faltó por resolverse.
Ramírez, profesora de la Universidad Nacional, participó en los 80 en la Comisión de Paz que conformó el presidente Belisario Betancour, por lo que fue cercana a intentos de paz con las Farc y a las negociaciones que terminaron con la dejación de armas del M-19. También ha acompañado esfuerzos hechos por la Comisión de Conciliación Nacional, del Episcopado colombiano.
Hablamos con ella sobre la posibilidad de que se retomé el trabajo que durante años adelantaron tanto las delegaciones oficiales como la de la insurgencia. Critica algunas de las exigencias que ha hecho el gobierno de Iván Duque porque cree que buscan un proceso de entrega de armas y no de negociación política. Asegura que el asesinato de líderes sociales y excombatientes dificulta que inicien de nuevo los diálogos. También le pide al Eln seriedad a la hora de llegar a una mesa de conversaciones.
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¿Qué tanto avanzó la mesa?
Con respecto al cese al fuego quedaron unos protocolos técnicamente negociados hasta en el mínimo detalle para evitar que un nuevo cese generara más ruido, inconvenientes y le causara más problemas a las comunidades. Acerca de la participación de la sociedad civil, que a todo el mundo le parecía abstracta e impracticable, fuimos construyendo una propuesta concertada con las mismas organizaciones sociales que aterrizaba muy a fondo esa participación: le ponía términos, tiempos, temáticas y ahí quedó un plan bastante articulado y consensuado con distintos sectores de la sociedad. Tuvimos una divergencia muy fuerte en ese punto porque los negociadores del Eln exigían que pusiéramos como condición que sólo pasaríamos a la negociación del fin del conflicto armado cuando el Estado hubiera hecho todas las trasformaciones. Eso es inaceptable y es un imposible que lo que hace es desbaratar cualquier negociación y perspectiva de paz. La participación de la sociedad nutre a la mesa, no la reemplaza, es la mesa la que debe hacer un acuerdo porque están representando ellos a su organización y la delegación oficial a un gobierno que asume compromisos de Estado. La participación de la sociedad es para nutrir, legititmar y consolidar perspectivas que atiendan a las poblaciones, no para paralizar la negociación. De alguna manera esos avances sustantivos que quedaron pueden nutrir un intento nuevo porque fueron hechos muy profesionalmente, muy a fondo y de manera muy transparente, con mucha precisión, tanto en lo humanitario, en el cese al fuego y en la participación de la sociedad. Eso es un acumulado del que cualquier intento tiene que partir.
¿Tiene que haber un nuevo intento por parte de este Gobierno?
Es difícil porque, por un lado, las exigencias que el gobierno ha puesto son más para una rendición que para una negociación. Está muy bien, y el gobierno coincide con el clamor popular, exigir que este grupo respete el DIH, que acabe el secuestro, que saque los niños de la guerra, que atienda todos los problemas humanitarios que genera. Pero el gobierno, al mismo tiempo, les ha exigido que se concentren para negociar y eso para un grupo armado como este es muy complicado porque el Eln, a diferencia de las Farc, no es una estructura militar piramidal, sino que ellos se diluyen en la sociedad por eso el drama humanitario que causan es tan grande porque tratan de mimetizarse en los movimientos sociales. Es una petición muy difícil que se agrupen para reducir la negociación simplemente a la entrega de armas, es no entender lo que ese grupo es y el daño que causa a las poblaciones más marginadas en los territorios donde actúa. Ahí hay una dificultad grande que el gobierno debe tratar de entender.
¿Qué tendría que hacer el Gobierno para establecer un nuevo dialogo?
Para un grupo como como el Eln todas las confusiones y los malos mensajes que hay sobre la implementación del acuerdo con las Farc les hace todavía más difícil llegar a un acuerdo interno que es bien complicado. El asesinato de excombatientes y de líderes sociales manda un mensaje, por lo menos, de un gobierno que no tiene la capacidad de ponerle mano dura y hacer frente a este horror que está ocurriendo. Si el Estado y el Gobierno quieren una negociación verdadera tienen que lograr mejorar su relación con las comunidades y con ese país de la periferia. Tienen que salir a mostrar que se juegan para defender el liderazgo social y que también defiende la vida de los excombatientes que están tratando de reintegrarse.
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¿Y qué pasos debería dar el Eln?
Le exige, como lo está diciendo la sociedad y Defendamos la Paz, que no tenga más evasivas, que tiene que ser coherente si se vuelve a sentar a negociar porque no se trata de tener una mesa indefinida, sino de oír realmente a la sociedad. Tiene que empezar por liberar ya a los secuestrados y a los niños y tiene que estar dispuesto a negociar y no a explorar simplemente.
¿Cómo se pueden solucionar las divisiones del Eln?
Es un tema muy complicado porque el Eln en los años 80 insistió mucho en que se dedicaría a la resistencia armada porque su objetivo no era la toma del poder. Todos los problemas organizacionales que han tenido, de liderazgos unipersonales, autoritarios, el periodo que tuvieron de enorme tratamiento militarista de sus asuntos internos con ajusticiamientos, dejó una marca muy fuerte y es que las estructuras tienen cada una dinámica propia y tienen un lineamiento selectivo con el Comando Central (Coce); les hacen caso en unas cosas y en otras no. Sin embargo, dentro del Eln hay sectores muy significativos que ven el desastre que están causando por el involucramiento en economías ilegales en muchos territorios, por todo el problema humanitario que le causan a las comunidades más afectadas; ven necesaria la negociación política y terminar con su resistencia armada para que no sigan afectando a las comunidades que dicen defender. La mesa se justifica, de alguna manera, para que quienes están dispuestos a negociar tengan la posibilidad de ponerle fin a ese conflicto, puedan ir logrando la vinculación más amplia de sus militantes en los distintos frentes y para que ese fin del conflicto armado los asocie con transformaciones importantes que este país necesita y sobre las que ellos de manera totalmente equivocada y dañina para las comunidades han optado por enfrentar no con las marchas, con las iniciativas ciudadanas, sino con la violencia y las acciones armadas y terroristas. Por el hecho de que estén fraccionados no se puede parar el cierre de un conflicto que le hace tanto daño, especialmente, a los sectores más vulnerables en Colombia y los países vecinos.
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¿Cómo ha visto el papel que ha jugado el presidente Duque con respecto a la negociación con el Eln?
La mesa la levantó el presidente luego del terrible atentado contra la escuela de Policía en Bogotá que conmocionó con toda razón a este país. Hasta ese momento el Gobierno decía que estaba explorando las posibilidades y, de hecho, nuestra delegación entregó al gobierno todo lo que se pudo sintetizar del proceso y del acumulado que dejaba. No sé cuánto lo han trabajado, pero yo supongo que todos los miembros de la delegación estaríamos dispuestos a nutrir a una nueva delegación o al Gobierno mismo sobre los avances para que se parta de ese acumulado y en lugar de pasar 5 o 6 años negociando una agenda, como ocurrió en el periodo del presidente Santos, tendrían que procesar lo que pasó. Hay un problema y es que en el partido de gobierno no hay acuerdo. Hay sectores muy radicales que no asumen que hay un conflicto armado, solo ven acciones terroristas. El Centro Democrático en el Congreso le ha quitado fuerza a dimensiones muy importantes del Acuerdo con las Farc que son claves que el Estado cumpla para convencer a quienes en el Eln ven la necesidad de negociar. Por ejemplo, toda esa dinámica de paz territorial que abrió el acuerdo con las Farc es la que tendría que nutrir el acuerdo con el Eln porque es justo que el Estado por fin se piense, se construya, a partir de las regiones más marginadas y no simplemente desde Bogotá. Esa ambigüedad de sectores del partido de gobierno que en el Congreso han tratado de impedir, por ejemplo, que las Circunscripciones Especiales de Paz que ya aprobó el Congreso tomaran forma El presidente tendría que lograr que todas esas dimensiones del acuerdo con las Farc que están paralizadas como el tema de las tierras que es crucial porque es ayudarle a resolver a Colombia un problema sustancial y es que a estas alturas del siglo XXI no se sabe quién es dueño de qué y por qué. Todo eso alimenta el conflicto y la apropiación de tierras y la violencia. El partido de gobierno no le facilita al presidente que pueda tomar la mejor decisión, la más sensata, para la urgencia de que Colombia resuelva asuntos cruciales. Ahí me parece que el Estado tiene una enorme responsabilidad en hacerle frente a todas esas dimensiones que han alimentado la guerra y que le han dado espacio a los grupos irregulares para actuar en esos territorios marginados.
¿Cómo interpretar las liberaciones y la entrega de algunos menores de edad que hizo el Eln?
Puede ser interpretado como un necesario gesto de respuesta a los múltiples llamados que desde la sociedad se le vienen haciendo para que no siga involucrando y usando a los niños en el conflicto armado. El gesto puede ser entendido como que viene de parte de los sectores que quieren terminar realmente ese horror de la guerra. Es posible que los sectores que están dispuestos a una negociación, porque ven el desastre que están causando, no quieran que esa organización quede sumida en el horror del conflicto y disuelta, como está ocurriendo en varios de sus frentes, por la lucha por el control de recursos y de territorios con otros grupos criminales ligados al narcotráfico, a la minería ilegal, en fin. Están en mora de terminar de liberar los niños y los secuestrados. Ojalá la dirección y los sectores que están interesados en la negociación tendrían que seguir haciendo gestos que muestren una disposicón real de terminar el horror del conflicto armado.
¿Cómo interpretar la captura de Juan Carlos Cuéllar, exnegociador del Eln?
Me parece que el Gobierno tomó dos medidas equivocadas que pueden afectar enormemente cualquier iniciativa. Una fue el no cumplir los protocolos firmados. El gobierno terminó la mesa, pero no cumplió los protocolos que fueron firmados con el Gobierno cumpliendo un papel de Estado. Me parece que toda esta pelea con Cuba es absurda y no ven todo ese proceso fundamental que ese país ha cumplido y le ha permitido a Colombia ganar enormemente avances en la construcción de salidas al conflicto armado, eso cierra una opción que va a hacer muy difícil concretar otra mesa. Otra decisión desafortunada fue quitarle la condición de gestores de paz a personas como Cuéllar y otros exmiembros de esa organización que venían jugando un papel para ambientar y mantener una comunicación con el Gobierno. Esas medidas del Gobierno le cierran al país posibilidades de concretar el avance en la construcción de la salida y el fin del conflicto armado que anhela este país.
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